Construcción de relatos sobre el mundo.

Hermenéutica y materialismo.

Iván Ivánovich
Cuadernos improvisados
4 min readFeb 14, 2017

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«Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.»

Karl Marx, «Tesis sobre Feuerbach», XI.

En efecto, la filosofía, la historia, la teoría política, la antropología, construyen relatos acerca de la realidad; en este sentido, «contruir un relato» es tanto como «interpretar» de una determinada forma una realidad.

Toda interpretación, valga decir todo relato, lee los hechos bajo una lógica, una perspectiva, una finalidad, un cierto horizonte de sentido; en suma, interpretar consiste en hacer encajar las piezas del puzzle de una determinada manera. O en otras palabras, si se prefiere, todo relato, o sea, toda interpretación, debe tener coherencia interna y ser acorde a los hechos que trata de articular en su discurso (también acorde a los hechos futuros que puede, o no, predecir).

Por ello, de una serie de acontecimientos, de un situación concreta, de un período histórico, cabe hacer varias interpretaciones, y cada una de dichas interpretaciones habrá de sustentarse en su coherencia interna y en el acomodamiento a los hechos.

De aquí surge un principio hermenéutico [un principio sobre la interpretación]: no existen relatos verdaderos ni relatos falsos, sino tan sólo relatos consistentes e inconsistentes (en este último caso, ya porque caigan en incoherencias, ya porque sean incongruentes respecto de los hechos que damos por ciertos); de ello se sigue que no existe, pues, una única manera de interpretar determinada realidad, sino múltiples. Es el ámbito de lo que algunos han llamado «la post-verdad», en el que vendrían a fundirse y confundirse verdad y falsedad, realidad y ficción, acontecimiento y simulacro.

En este sentido, la concepción marxista de la realidad [materialismo], según nos dirán muchos, es un relato más, una interpretación entre otras muchas y no más válida (ni menos) que cualquiera otra.

Y, en efecto, el análisis materialista de la realidad es un relato. Pero no es un relato cualquiera. Es el único relato que analiza la realidad en términos de relaciones sociales (1) (relaciones de producción, correlación de fuerzas, modos de producción, fuerzas productivas, fase actual del capitalismo, etc.), mostrando que la supuesta naturalidad de las cosas y el mero sentido común no responden sino a un momento histórico determinado y, por tanto, a una determinada forma de relaciones sociales.

Pero, lo que es más importante aún, el materialismo es el único relato que, a través del análisis y la praxis política, permite intervenir sobre la realidad para superar dichas relaciones sociales que interpreta. El marxismo, pues, más que un relato acerca de la realidad, es una herramienta, a la vez teórica y práctica, para transformar la misma realidad social que analiza.

Frente a los relatos que, de un modo u otro, llevan a cabo una disolución de las ideologías, el marxismo contrapone, por decirlo en tres únicas palabras, «socialismo o barbarie» (2). No es casual que el relato marxista haya sido combatido de forma permanente desde sus orígenes hasta el día de hoy, precisamente por causa de los intereses de clase que el propio materialismo analiza; ni casual es que en el momento histórico actual, en el que el capitalismo está en ofensiva a escala internacional, surja toda suerte de relatos que tratan de equiparar, falazmente, el totalitarismo de los regímenes fascistas con los diferentes gobiernos comunistas pasados o presentes, relatos que identifican democracia y capitalismo, ocultando la raíz necesariamente antidemocrática del sistema capitalista.

De esta forma resulta que quienes colocan en el mismo plano todas las interpretaciones de la realidad, bajo el argumento de que ninguna es más verdadera que las otras, sirven, a sabiendas o no, de freno a la superación del capitalismo, ignorando que en efecto «los filósofos se han limitado a [construir dintintos relatos acerca del mundo]; [pero que] de lo que [sigue tratándose] es de transformarlo».

Postscriptum.

Quedan, en este breve texto, varios cabos sueltos por atar:

- tratar de aclarar el concepto de «posverdad», más allá de las breves notas aquí apuntadas, a la luz del análisis materialista de la realidad; esto es, entre otras cosas, que la existencia de una multiplicad de «relatos» acerca de la realidad es resultado de las propias relaciones de producción.

- mostrar cómo el revisionismo histórico, que falsifica los acontecimientos pasados, acomodándolos a intereses espurios, encuentra en la «posverdad» una fuente de justificación.

- por último, para un trabajo más arduo, tratar de analizar las relaciones entre «posmodernidad» y «posverdad».

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(1) Es precisamente en base a que el marxismo interpreta las relaciones sociales, que podamos hablar de la cientificidad del materialismo, en la medida misma en la que el sustento de su discurso (nuestro discurso) radica en las condiciones materiales de existencia.

En este sentido, más que de «relato materialista», debiéramos hablar de «análisis materialista» con el que intervenir organizadamente para transformar la realidad.

(2) Al contrario que el relato que plantea la existencia de tres clases sociales, clase baja, clase media (el mil veces nombrado 99%, que amalgama realidades absolutamente dispares e intereses individuales y grupales incompatibles entre sí) y clase alta (la llamada «oligarquía»), estratificadas según umbrales arbitrarios respecto de la renta que los individuos perciben; el discurso marxista establece la existencia de las clases sociales en función de tomar las relaciones sociales como objeto de estudio, y analizar la posición que los individuos ocupan en el interior de la estructura económica, a saber, la clase compuesta por quienes poseen los medios para producir riqueza (burgueses) y la clase compuesta por aquellos que sólo poseen su capacidad para producir ellos mismos la riqueza, pese a que no posean los medios de producción (proletarios).

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