Por qué hablamos de la URSS
Intervención para la Comisión Octubre en Villaverde.
¿Por qué hablar de la URSS? Y más exactamente, ¿por qué hablar de la URSS, 25 años después de su desaparición?
Precisamente porque el campo comunista arrastra décadas de derrotas, que actualmente se manifiestan como una enorme confusión de ideas, pérdida de referentes, debilidad en la acción política y desorientación ideológica.
Todo ello no es un hecho local, que ocurra particularmente en España o en Madrid, ni es un hecho puntual en el tiempo. Es, más bien, el marco estructural del capitalismo global, que avanza sin oposición alguna.
No se trata, pues, de un ejercicio de nostalgia por la Revolución perdida, o por el mundo que debió ser y no es. Se trata de un ejercicio de memoria, del que nos valemos para reivindicar el papel histórico que jugó la URSS en cada fase del siglo XX: de la conquista de derechos civiles y económicos en los primeros años de la Revolución; la construcción del Estado socialista y su confrontación contra el fascismo en la II Guerra Mundial; la oposición permanente al capitalismo internacional y al imperialismo; los avances que logró, las dificultades que tuvo que enfrentar.
El fin de la URSS fue, sin duda, el mayor desastre para la izquierda en todo el mundo. En breves pinceladas, podríamos caracterizar el proceso de desaparición de la Unión Soviética por los siguientes rasgos generales:
1. Una profunda deriva ideológica, llegando a la aceptación, unas veces tácita, otras explícita, de valores capitalistas y contrarrevolucionarios. Muestra de ello fue la fallida pretensión, por parte del gobierno de Mijaíl Gorbachov, de introducir de manera controlada la economía de mercado en la Unión Soviética, y su lógica de “nuevo pensamiento” (expresión acuñada por el propio Gorbachov), con el que se pretendía posible una paz entre el bloque capitalista y el bloque comunista (como si pudiese decretarse, por orden ministerial, el fin de la irreconciabilidad entre los intereses del capital y los intereses de la clase trabajadora). Nótese cuán fallidas resultaron ambas pretensiones: la paz fue sustituida por la rendición incondicional ante el bloque capitalista, y la introducción controlada de la economía de mercado fue reemplazada por la privatización total de la riqueza pública y social de los ciudadanos soviéticos.
En esta deriva ideológica, son centrales la perestroika (“reestructuración” en ruso, en referencia a las reformas económicas dirigidas a la descentralización de la economía y a la introducción de la economía de mercado) y la glásnot (“transparencia o apertura”, cuyo papel era la reconversión del sistema político comunista por un modelo de corte liberal). Ese “nuevo pensamiento” supuso una enmienda a la totalidad acerca de cuál fue el papel histórico de la URSS y a sus principios y valores.
2. La proliferación de siniestros personajes oportunistas, tan arribistas como incompetentes, tan carentes de valores y principios comunistas como portadores de una enorme ambición personal. Inclúyanse aquí a figuras como la de Boris Yeltsin o Leonid Kravchuk, presidente ucraniano, a otros destacados dirigentes del PCUS o al propio Mijaíl Gorbachov.
Siniestros personajes, como decimos, que lejos de actuar como ejemplos a seguir en la lucha de clases, se entregaron a las intrigas gubernamentales y las conspiraciones en el Kremlin.
3. El escamoteo de los debates de calado, aquellos que, sobre una base ideológica y materialista, giran en torno a la dilucidación de la táctica y la estrategia. Para dicho escamoteo, se pusieron en primer plano debates espurios y falsificados.
Así, frente a la cuestión de cómo mejorar la cooperación entre las diferentes Repúblicas componentes de la URSS y del Pacto de Varsovia, se lanzó de forma interesada una carrera de acusaciones entre los diferentes Estados para boicotear la unidad del campo socialista.
Así, de la situación de una economía muy militarizada en el contexto de la Guerra Fría, se desató la teoría de la inviabilidad de una economía política socialista.
Así también, aquel “nuevo pensamiento”, que pretendidamente lograría un marco de cooperación internacional con EE.UU. y el bloque de la OTAN, pasó por encima de los principios más elementales de la lógica materialista, ignorando por completo la irreconciabilidad de los intereses de clase.
Deriva ideológica y aceptación de la ideología capitalista; proliferación de siniestras figuras más interesadas en satisfacer sus fines que en hacer avanzar al campo socialista; escamoteo de los debates de profundidad.
Signos inequívocos de una profunda crisis, signos que no nos son desconocidos hoy en día: de una Unidad Popular que nunca fue ni unitaria ni del pueblo; de la aceptación del transversalismo ni de izquierdas ni de derechas; de dirigentes políticos que destacan por ser “diablillos en el regate corto”; de enmiendas a la totalidad de la historia del comunismo, “el socialismo real se descontroló todo”.
¿Por qué hablamos, entonces, de la URSS, más de 25 años después de su desaparición?
Porque el capitalismo está en ofensiva total, y sin oposición, desde entonces.
Una ofensiva que hoy se articula sobre tres elementos:
- Una ofensiva contra los países no alineados con los intereses de EE.UU. y de la órbita OTANista: en Latinoamérica, bajo la forma de oleadas golpistas contra los gobiernos populares (Venezuela, Ecuador, Brasil); en los países del sur del Mediterráneo y Oriente Próximo, bajo la forma de operaciones militares, unas veces abiertas (Irak, Afganistán), otras veces encubiertas bajo la forma de supuestas rebeliones populares moderadas (Libia, Siria); en Europa del Este, alentando la reaparición de fuerzas de corte fascista (Ucrania, Polonia).
Y ello en el contexto de la cada vez más evidente confrontación de intereses entre el viejo bloque capitalista (EE.UU. y Europa occidental) y el nuevo bloque emergente (Rusia-China).
- Una ofensiva contra el empleo y los salarios en EE.UU. y Europa, donde la caída de la tasa de ganancia del capital tras la crisis iniciada en 2007 impele a ejecutar políticas de recorte social, socialización de las pérdidas y privatización de los beneficios, bajadas de salarios y pérdida de derechos sociales, económicos y laborales, etc. No es necesario señalar que, en España y otros países de nuestro entorno, es especialmente sangrante la situación de desempleo, enorme temporalidad de los contratos, y los salarios manifiestamente insuficientes para hacer frente a los costes de vida.
- Una ofensiva contra las resistencias ideológicas que aún existen, contra el tejido social organizado y el ideario anticapitalista, orquestándose enormes aparatos de creación de discursos procapitalistas (los llamados think-tanks), una política oficial de desmemoria histórica y revisionismo falsificador (por ejemplo, equiparándose a dictadores fascistas y genocidas con los dirigentes revolucionarios), hechos que se evidencian en una prensa inequívocamente alineada con los intereses del capital.
Ofensiva geoestratégica; ofensiva contra el empleo y contra los salarios; ofensiva ideológica.
Estas batallas son las que estamos llamados a combatir, o a ser sepultados por ellas.