AÑO NUEVO

Por: Vasily M. P.

La Hojarasca cubana
El Cubano Libre
4 min readJan 10, 2018

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Tomada de Internet.

Cuando era niño pensaba que el fin de año era el fin de todas las cosas. Creía que con el año nuevo las cosas iban a ser distintas y novedosas. Al salir a la calle descubría que todo estaba donde mismo.

Incluso dentro de mí estaban los mismos pensamientos. Y seguía teniendo dos manos con cinco dedos cada una. Una cabeza, pelo, dos piernas y una ropa que me cubría el cuerpo.

Al volver a la escuela esperaba aún que los maestros malvados hubiesen desaparecido. Que mis coterráneos traviesos hubiesen sido tocados por la magia del cambio y fueran completamente distintos para que desaparecieran de sus labios los nombretes contra mí: «pipo quijá», «memboza», «solitario».

Suponía que Fin de año, Año nuevo, era algo real. Y hasta llegué a suponer que se podía palpar de muchas maneras.

Fui creciendo sin decepcionarme. Tal vez entendía que las cosas no son como uno las piensa, y que tienen una realidad que es real más allá de toda comprensión.

Así llegué a mis 42 años. Edad que tenía el Apóstol al caer en combate, y sigo deseando que el Año nuevo sea algo más allá que una palabra llena de relativismos y de significados.

Para el que perdió a su familia en ese primer día del año, es una amargura. El que espera una noticia grandiosa, es una fiesta. El que despierta con el abrazo y el beso de sus hijos y familia, es una bendición. El que está lejos de casa, de todo y hasta de sí mismo, pudiera ser una pesadilla. Quien espera por un «algo» distinto en la sociedad de la que forma parte ineludiblemente, pudiera ser una decepción. Para esos niños, como los míos, que se asombran que todo siga donde mismo, que nada se haya movido de lugar o cambiado siquiera de color, es una especie de desencanto que ni con el paso de los años se llega a explicar.

Y otros numerosos ejemplos de por qué esta celebración es algo simbólico, más inútil, a mi entender, que la llegada del año nuevo.

Mentalmente, uno se traza nuevas metas, aspiraciones. Intentará o no hacer cosas que nunca había hecho más allá o no de sus posibilidades. Tratará de contribuir al verdadero desarrollo de espiritual y material de su familia, hasta el suyo propio y el del país. Leerá o escribirá mucho más que el año anterior. Hará más música y actuará en más proyectos. Empujará con más ahínco a su país y echará a andar con otra fuerza los sueños de otros.

Y mucho más. Pero lo cierto es que nada se vuelve nuevo porque el año empiece una cuenta que en apariencias es borrón y cuenta nueva, porque no es así. Es solo la suma de un año más. La suma que da dos mil dieciocho años. Pareciera poco, pero no lo es.

Un Año nuevo que se me antoja parecido a las «vivencias», esos pedazos de realidad cargados de interpretación y subjetividad.

Foto tomada de Prensa Latina

Leo textos de diversos medios digitales en pos o en contra de nuestra Revolución. Algunos son optimistas y ven con agrado la llegada del año. Otros siguen añorando la prosperidad y otras cosas. No son pocos los que ven la realidad cubana como algo caótico que no tiene remedio. Me niego a verlo así. Aunque reconozco que algo de caótico tiene todavía.

Las soluciones no están guardadas en una caja que se abrió el primero de enero con la llegada del Año nuevo. Ninguna máquina o PC está programada para que las cosas sucedan de otra manera. La realidad no se reajusta de ahora para ahorita. Ni siquiera el cambio de mentalidad puede ser posible tan fácilmente.

Tengo fe en el mejoramiento humano. Tengo fe que este año será el año del renacer humano en la población cubana. La Revolución está consolidada, y eso me consolida a mí también. Las cosas que faltan, irán apareciendo sobre la marcha.

A mis hijos ya tendré tiempo de explicarle que el Año nuevo es solo eso, un año más.

Foto tomada de Internet.
Vasily M. P.

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