La Cuba “próspera” de los años 50 (III)

Redacción La Hojarasca cubana. (tercer capítulo y final).

La Hojarasca cubana
El Cubano Libre
9 min readFeb 8, 2018

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El dictador Fulgencio Batista frente a la maqueta del hotel “Habana Hilton”, hoy “Habana Libre”.

Earl E. T. Smith, último embajador norteamericano en La Habana, antes del triunfo revolucionario en 1959, confesó que: “El gobierno de Batista es dictatorial y pensamos que no tiene el apoyo de la mayoría del pueblo de Cuba. Pero el gobierno de Cuba ha sido un gobierno amistoso hacia Estados Unidos y ha seguido una política económica generalmente sana que ha beneficiado a los inversionistas estadounidenses. Ha sido un partidario leal de las políticas de Estados Unidos en los foros internacionales”

¿Política económica sana para quién? La respuesta está en las propias palabras de aquel embajador, que para ese entonces funcionaba como en la actualidad funcionan sus “homólogos” destacados en los distintos países de nuestra América, cuya injerencia en los asuntos internos es permanente y siempre para el beneficio imperial.

La entrada de la quinta década del siglo XX en Cuba, expuso la existencia de varias crisis que se manifestaban en la escena política y económica del país. Por un lado estaba el agotamiento estructural del sistema económico impuesto por Estados Unidos y el relativo a su funcionabilidad como la sobreproducción y estancamiento del mercado del país. Por otro lado, el desgaste y desprestigio de los partidos políticos de entonces, que obligaron a hombres honrados como Eduardo Chivás, al frente del Partido Ortodoxo, a enfrentar el sistema impuesto.

Dictador Fulgencio Batista.

Ante la inminente victoria de este partido en las elecciones de 1952, el expresidente Fulgencio Batista, se lanza a un Golpe de Estado, usurpando el poder a la democracia. Posterior al golpe adoptó como medidas inmediatas la suspensión de la Constitución de 1940, la disolución de los partidos políticos, se declararon ilegales las reuniones de más de dos personas y toda manifestación contra el gobierno, y se restableció la pena de muerte.

El 4 de abril decretó la “Ley Fundamental de la República”, donde suspendió al Congreso y entregó el poder legislativo al Consejo de Ministros, que era el encargado de designar al Presidente de la República. Sin embargo, paradójicamente, era el Presidente quien designaba al Consejo de Ministro. Esto mantenía en manos del presidente tanto como el poder ejecutivo como el legislativo, a la vez que determinaba sobre el judicial. Esta ley también derogaba el régimen de autonomía de los gobiernos provinciales y municipales, lo que permitía la disposición e imposición de los cargos a todos los niveles a capricho del Presidente.

Para garantizar entre sus aliados a los cuerpos represivos, Batista aumentó el salario de las fuerzas armadas y de la policía (de 67 a 100 pesos y de 91 a 150 pesos, respectivamente), a la vez que se otorgó, él mismo, un salario anual superior al del presidente de Estados Unidos (pasó de 26.400 dólares a 144.000 dólares frente a los 100.000 dólares de Harry Truman).

Calle Línea, Vedado, La Habana, Cuba. Inauguración del túnel de Línea. década 1950.

Estas acciones provocaron un amplio rechazo popular, acciones a las que la dictadura respondió con aumento de la represión y las torturas. El golpe militar fue un catalizador que propició la gestación de una situación revolucionaria, teniendo como sus principales protagonistas a las clases más humildes y al estudiantado. Demostró que la lucha armada era la vía principal para lograr la independencia del país, lo cual fue muy bien interpretado por el joven abogado Fidel Castro, quien se erigió como líder de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra y el principal acusador de los desmanes de la república en “La Historia me Absolverá”.

La dictadura encontró oposición sutil en algunos sectores intelectuales. El 29 de septiembre de 1957, el Colegio Médico de Cuba publicó un informe sobre la situación política cubana:

los combatientes de la lucha armada que se rinden son liquidados. No hay prisioneros, sólo hay muertos. Muchos opositores no son sometidos al Tribunal de Justicia sino ejecutados con un tiro en la nuca o ahorcados. Intimidan a los magistrados y a los jueces sin que las voces de protesta sean escuchadas. La desesperanza se difunde entre los jóvenes que se inmolan en una lucha desigual. El que es perseguido no encuentra refugio. En la embajada de Haití, diez solicitantes de asilo fueron asesinados por la fuerza pública […]. La prensa está totalmente censurada. No se permite la información periodística, ni siquiera por parte de agencias internacionales […]. En los locales de los cuerpos represivos de la policía y del ejército, torturan a detenidos para arrancarles por la fuerza la confesión de presuntos delitos. Varios heridos presentes en las clínicas y hospitales fueron llevados por la fuerza y aparecían varias horas después asesinados en las ciudades y en el campo”.

En sus propósitos actuales de confundir a los pueblos y mantener la justificación de su política contra Cuba, el gobierno norteamericano, presentan a la Cuba prerrevolucionaria con una mirada positiva, referente al tema de los Derechos Humanos. Así, afirma, “antes de 1959, el debate público era vigoroso: había 58 periódicos y 28 canales de televisión que proporcionaban una pluralidad de puntos de vista políticos”.

Sin embargo, los documentos de la época y los hechos contradicen esta afirmación. En efecto, un informe de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) publicado en 1957 calificó de “antidemocrático al gobierno del Presidente Fulgencio Batista de Cuba, pues este gobierno no respeta la libertad de prensa”. De hecho, la censura en la prensa se aplicó durante 630 días de los 759 que duró la guerra insurreccional entre el 2 de diciembre de 1956 y el 1 de enero de 1959.

¿Pero cuál era la situación social cubana de los años 50? ¿Cuál era la tacita de oro?

Además, existían 9 000 maestros desempleados, la población apenas rebasaba los 5 829 029 habitantes y sin embargo, existían 1 032 849 analfabetos (23,6 por ciento), cifra que se mantuvo similar al año 1925 (25% analfabetismo), lo que evidencia el desinterés de los gobiernos de turno por el pueblo cubano. Este índice era mucho mayor en el campo, donde los iletrados eran el 41,7%.

Además, el 48,4% (668 847) de los niños en edad escolar no asistían a la escuela, situación que se hacía más crítica en las zonas rurales donde solo asistía el 35%.

Según la encuesta realizada en el año 1953, aproximadamente 1 de cada 3 cubanos nunca asistió a la escuela y 1 de cada 100, estudiaba en la universidad o era graduado de ella. Alarmante resulta que entre 3 y 4 mujeres de cada mil (0,35%) llegaban a cursar los estudios superiores. Esto, además, es un claro reflejo de la discriminación de género y de la terrible situación social que obligaba a las familias a incorporar a los menores al trabajo.

Existían 17 000 aulas, cuando debían ser 35 000. Esto cambió con el Triunfo de la Revolución, cuando en 1961 se habían creado 15 000 aulas nuevas en zonas rurales y la matrícula en escuelas elementales había aumentado hasta 1 118 942 alumnos.

En tanto, la salud pública fue otro de los males de la república que empeoraron durante la dictadura. Siendo la medicina una de las profesiones más humanas, los médicos cubanos eran formados bajo el principio del mercantilismo, lo cual es inherente al Capitalismo. Esto explica la concentración de estos en la capital y el abandono en el resto del país, fundamentalmente en los campos. La existencia de clínicas privadas era alta, generando irremediablemente discriminación hacia los sectores con menos ingresos, quienes no podían costear sus servicios médicos.

A estos problemas hay que añadir las enfermedades y el parasitismo, evidenciándose por datos de la época que el 14% había padecido Tuberculosis, el 13% había padecido Tifoidea, y que el 36% había confesado haber tenido Parásito, lo que quiere decir que el porcentaje real es más alto.

Según una publicación de la revista Carteles del 18 de marzo de 1956, reflejó que en las noches el 88% de los bohíos se alumbraban con quinqué, cuando disponían de luz brillante y que solo el 3% disponía de refrigerador o nevera, imposibilitando la conservación de los alimentos.

Una encuesta realizada por una agrupación católica en 1957, sobre el nivel de vida del campesinado obtuvo como resultado que los índices sociales habían empeorado de un año a otro. El campesino no disponía como promedio de 25 centavos diarios para comer, vestir y calzar. El 60% vivía en bohíos con techos de guano, y piso de tierra. El 85% de las casas –increíbles rezagos de las viviendas aborígenes- solamente contaban con una o dos piezas en las que debía hacinarse toda la familia para dormir. El 85% carecía de servicio de agua corriente y el 90% se alumbraba con luz brillante.

Añadía que solo el 11% consumía leche, el 4% carne y el 2% huevos. La alimentación diaria era a base de arroz, frijoles y viandas, la cual presentaba un déficits de 1000 calorías diarias, con ausencias de vitaminas y minerales fundamentales.

El bajo nivel de vida explica también otro de los grandes problemas cubanos: el desempleo. En el llamado período muerto de la zafra azucarera, cerca de ocho meses del año, llegaba a 600 mil trabajadores, con una tasa de casi el 35% de la población económicamente activa, estimada en dos millones de trabajadores. Esta cifra es superior al nivel de desempleo alcanzado por los Estados Unidos durante la Gran Depresión de 1929 a 1933, que fue todo un símbolo de la decadencia económica en ese país, algo que era rutinario en la sociedad cubana de los años 1950.

Incluso, el diario norteamericano, The New York Times, señala que “la gran mayoría de ellos en las zonas rulares –guajiros o campesinos– vivían en la miseria, a nivel de la subsistencia”.

En resumen, se puede afirmar que la economía cubana de los años 50 fue dependiente del gobierno de los Estados Unidos y del azúcar, lo cual impidió el desarrollo industrial del país, incluyendo la propia industria cañera, la que beneficiaba a las empresas extranjeras y a la oligarquía nacional, pero nunca al pueblo cubano.

dictador Fulgencio Batista. Cuba. Década del 50.

Además, ante la corrupción permitida por el gobierno, los negocios con la mafia, la dependencia al gobierno estadounidense y el mal manejo de la economía del país hicieron insostenible la dictadura, propiciando entre otros factores, la creación de una situación revolucionaria que dio al traste con una Revolución triunfante.

Batista representó, en su último gobierno, la más alta expresión del dominio de los monopolios extranjeros y la oligarquía nacional sobre la economía cubana. En materia económica encabezó un gobierno con un comportamiento delictivo, entreguista y completamente corrupto, que saqueó las finanzas del país con el objetivo de enriquecerse.

Cuba era una tacita de oro, pero sólo para el gobierno de EE.UU. y sus empresas privadas así como para la dictadura de Batista y la burguesía nacional, todos los cuales se enriquecieron a costa del sudor, el martirio y la sangre del pueblo cubano.

Pero entonces llegó Fidel Castro y se hizo la luz para los cubanos.

Fidel Castro Ruz en la Sierra Maestra, Santiago de Cuba. Década del 50.

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