Un cuento sobre una primera vez

José 'Pepe' Pesante
Cult Häus
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4 min readMar 2, 2018

(Nota: la primera versión de este relato la publiqué en inglés en un blog hace muchos años. Recientemente, una persona bien importante en mi vida me preguntó sobre alguna canción que fuera significativa para mi, y recordé este cuento, y decidí compartirlo aquí en español, editado y arreglado. Espero que les guste.)

Cuando nací, ya había un disco de KISS en mi casa. No cualquier disco, tampoco, sino Destroyer. Es posible que conozcas su portada, aún cuando no seas fanático de la banda: su pose emblemática, alzándose sobre un mundo en llamas, cuales superhéroes. Este álbum fue mi primera muestra de Música en mi vida. Claro, habían existido otras instancias de música en mi vida antes de escuchar esto por primera vez, pero el día que lo hice supe que genuinamente DISFRUTABA este tipo de Música.

One of the best album covers EVER.

De muchas formas, cada moda y cosa que disfrutamos, cada fanatismo en nuestras vidas puede remontarse a momentos exactos, precisos. Bien profundamente, podemos reconocer el momento en que escogimos una cosa sobre otra, o, en algunos casos, alguien escogió por nosotros. Esos momentos, a veces recuerdos lejanos, son algunas veces mitificados en la historia de nuestras vidas.

Mientras crecía, hubo aspectos de mi vida que, si bien parecerían fáciles de explicar ahora, me afectaron profundamente y formaron en gran parte de mi visión de mundo. Uno de ellos fue el saber que mis padres se divorciaron el mismo año en que nací. No hace falta decir que el día que supe de esa bomba de información, no la pasé bien. Entrar ahora en los pormenores del suceso, sin embargo, sería abrir una pequeña caja de Pandora, y siento que es un relato propio para otro momento. Lo importante es que mi padre no estaba allí, en la casa en la que nací y crecí, pero este disco de KISS, sí.

Ahora bien, este disco fue parte de lo que inadvertidamente creé como el mito de mi vida: si este disco pertenecía a mi padre, debe haberle gustado el Rock. De hecho, en mi mente, le gustó tanto que me lo dejó, como un regalo, transmitido como reliquia familiar. Mi madre tenía poca paciencia para cuentos así: “eso pertenecía a tu padre, no lo toques”. Como suele suceder con las reliquias familiares, las coronas, las joyas, todo lo real e importante, estaba fuera de alcance. Agreguemos a eso la influencia/desinformación externa de una vecina bien intencionada que en ese momento cursaba en escuela bautista, y me dijo algo sobre el álbum que probablemente puedas estar adivinando en este momento: ¡KISS era un grupo satánico! Continuó explicando cómo KISS representaba Knights In Satan’s Service (Caballeros en el Servicio de Satanás), y que la portada del álbum representaba “cuatro manifestaciones del demonio, como los cuatro jinetes del Apocalipsis, gobernando sobre una tierra destruida”. Demás está decir que me dejó asustado (probablemente yo tenía alrededor de 6 o 7 años cuando esto sucedió), pero fue un buen tipo de miedo, el tipo de miedo que te hace muy, muy curioso. (¡Admítelo, esa descripción está bastante cool!)

Así que esta era La Cosa Intocable. El artefacto musical que más curiosidad me causaba de todas nuestras pertenencias, y no podía ni sonarlo por miedo a desatar algún tipo de pendejada siniestra en la casa. Todo eso cambió gracias a más influencias externas.

Mis primos, que eran mayores que yo, en ese tiempo hacían lo que muchos adolescentes hacen para ganar dinero rápido: tareas como cortar la grama y lavar los carros de nuestros familiares. En una ocasión, vinieron a mi casa a lavar el carro de mi madre, mientras mi ella y mi tío salían al supermercado o a hacia alguna otra diligencia, y mi hermana y yo nos quedábamos en la casa bajo el cargo de mis primos. En esta época de sus vidas, las travesuras y maldades abundaban cuando ellos estaban presentes, y ese día el foco de atención era el tocadiscos y la colección de vinilos de la casa. La portada tan colorida de Destroyer les llamó la atención, por supuesto. Yo estaba automáticamente alarmado. “¡NO PUEDEN TOCAR ESOOOO!”, grité de inmediato. Y ya que decirle a un adolescente que “no puede” hacer algo es la mejor manera de asegurarse que lo haga, lo pusieron en el tocadiscos, y procedieron a sonarlo. Y lo sonaron. BIEN ALTO. Yo estaba aterrado. O sea, de que aterrado de verdad. Pero también, estaba verdaderamente emocionado de poder escucharlo finalmente, habiendo fantaseado con los sonidos que saldrían de ese vinilo tan misterioso…

…y lo que salió fue…extraño, para mis oídos jóvenes.

No comenzaba con música inmediatamente. En su lugar, ruidos de fondo, tal y como si estuviera viendo televisión pero no podía ver la imagen. ¿Qué rayos era esto? Alguien parecía trabajar en un restaurante, escuchaba una canción en la radio, y luego se va en un automóvil. A medida que el vehículo acelera, finalmente aparece ferozmente en crescendo: un riff de guitarra que explota y se convierte en una poderosa canción de Rock.

Estaba cautivado. “Detroit Rock City” salía del sistema de sonido Pioneer de mi familia, si importar la estática y el ruido de la aguja, yo sentía su poder. A mis jóvenes oídos, le sonaba a gloria. Me asustaba, y lo amaba. Cada idea, cada noción puesta en mi cabeza por mi y por otros, cada momento que se pasó tratando de que yo NO escuchara esto, todo eso se derretía con cada nota, con cada golpe de la batería, con cada grito y palabra que salía de ese círculo musical que giraba y giraba. “You gotta lose your mind in Detroit Rock City”. Para mis primos, fue todo un chiste. Para mi, fue diferente. Desde ese día, la Música se apoderó de mi mente, así con “M” mayúscula, toda importante e imponente, contundente y abarcadora y aplastadora.

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José 'Pepe' Pesante
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