Descifrando a Tarantino: Kill Bill; Vol. I (IV)

Adrián Viéitez
Cultura Compostimes
6 min readNov 25, 2014

Su chándal amarillo, un sincero homenaje a la figura de Bruce Lee (Foto: Cinetrópolis).

Alcanzando el ecuador de la producción cinematográfica con la cual Tarantino cuenta en la actualidad, es el momento de traer a colación un díptico cinematográfico que supuso un antes y un después en la carrera del afamado director norteamericano. Kill Bill, tenida en cuenta como unidad conceptual, significó la explosión definitiva del director de Pulp Fiction o Reservoir Dogs, la locura comercial y el absoluto enaltecimiento de su figura. Tarantino tocaba el cielo de la mano de Uma Thurman.

La principal clave alrededor de la cual se cimentó el éxito de Kill Bill es la originalidad creativa de la que hizo gala Quentin Tarantino en este proyecto. Debido a su intensa magnitud y al deseo de su creador de regodearse en la profundidad de su argumento, la que en un principio sería su cuarta película se convirtió en dos volúmenes que parten de una misma premisa. Se suceden pero se entrelazan de forma casi indecorosa, no tienen miedo de ser descubiertas en sus diferencias y se muestran desnudas en su concepción, valientes en sus similitudes y en su lejanía.

Kill Bill encarna el poder de la venganza

La idea de Kill Bill surgió del cerebro de Tarantino durante el rodaje de Pulp Fiction, donde conoció a Uma Thurman y apalabró con ella una idea alrededor de un personaje que encarnase de la forma más fría y desorientada el concepto de la redención. Nueve años después de surgir, y seis más tarde desde que Jackie Brown (última cinta de Tarantino hasta el momento) saliese a la luz, nacía Kill Bill. Nacía The Bride. Nacía el poder de la venganza elevado a su esfera más irónicamente etérea.

La premisa de la que parte Tarantino en la primera de las dos cintas es sencilla. Una mujer embarazada termina en coma después de que su prometido, su futuro hijo y todos los invitados a su boda sean brutalmente asesinados en el ensayo de la misma por una banda liderada por “Bill”. The Bride (La Novia) comienza al despertar tras cuatro años sumida en la oscuridad, un ritual vengativo que consta en destruir a las cinco personas que ejecutaron aquella acción, cerrando el círculo con esa figura tenebrosa, la de Bill, encarnada por David Carradine.

La desesperación de The Bride, punto de partida (Foto: sergioleoneifr.blogspot.com).

De nuevo, y como ya era tradición en sus dos primeros films, el director de Tennessee decide deshacer el puzzle y obligar al espectador a rehacerlo en su mente. Es por ello que divide la película en cinco piezas, las cuales se ordenan de forma en que Tarantino pueda relatar los tensos sucesos en continuo crecimiento, un disparo certero e ineludible. Inevitable como la venganza de The Bride, una Uma Thurman que realiza el papel de su vida con un derroche de carisma y dolor interno brillantes, enmarcando a un personaje que pasa por ser el más elaborado de la carrera de Quentin Tarantino.

Kill Bill (Vol. I) es, además, la cinta introductora en su plenitud de uno de los clichés más recurrentes en la carrera posterior del director norteamericano. Tarantino, que ya había dado pequeñas muestras de su obsesión por los pies en Jackie Brown, evidencia con total seguridad esta tendencia en esta película. Los pies se convierten así, en uno de sus fetichismos más descarados, recreándose en ellos como medio explicativo y transmisor. Los dota de un poder comunicativo reforzado en un guión destinado a ello.

El honor juega un papel esencial en esta cinta

En la primera entrega de este binomio, The Bride centra su atención en tomar venganza ante dos de las cinco personas presentes en su lista. Sin embargo, la primera de ellas, Vernita Green (Vivica A. Fox), sólo sirve de introductora a un argumento en el que Tarantino nos explica desde ese punto. La venganza desde la venganza. No existe mejor forma de comprender el objetivo inicial del personaje exquisitamente interpretado por Uma Thurman. El capítulo perteneciente a Vernita sirve para introducir al personaje de su hija, la cual contempla la muerte de su madre en primer plano. La recurrencia de la venganza también se muestra patente aquí. El honor entre caballeros, el mostrado inicialmente por The Bride y Vernita Green cuando su hija entra en casa sólo sirve como lanzadera para un Tarantino que decide tomar las riendas y generar una montaña rusa expuesta en la ruptura del código de honor por parte de Vernita. Una ruptura que le supone la muerte.

A partir de ese punto, comienza la explicación del metraje que vendrá a continuación. Tras introducir al personaje de The Bride, Tarantino induce al espectador en un nuevo universo con tintes de anime, alrededor del cual se desarrollará el grueso de la película. El personaje de O-Ren Ishii (interpretada con una sobriedad magnífica por Lucy Liu), segundo objetivo de la iracunda protagonista, es inducido desde su propia experiencia. Un ser humano, al igual que The Bride, marcado por la venganza, la soledad y la traición.

El honor, como se explicó con anterioridad, juega un papel esencial en esta cinta. Nueva muestra de ello es el respeto mostrado por el personaje interpretado por Uma Thurman a la hora de hacerse con una katana por cortesía de Hattori Hanzo, personaje hacia el cual The Bride realiza una continua reverencia durante todo el contacto existente entre ambos. Una katana que le servirá para enfrentarse en igualdad de condiciones a los 88 yakuzas al servicio de O-Ren Ishii.

La mística y la desesperanza, símbolo de la batalla final (Foto: basilfilms.wordpress.com).

La batalla entre The Bride y los 88 yakuzas supone el cénit de la creatividad experimental de Tarantino en lo que se refiere a enfoques, encuadres, planos imposibles e inverosímiles y a un manejo del color realizado con exactitud. El empleo del travelling cenital en la escena en la que The Bride se infiltra desde el baño pasó a la historia como uno de los planos predilectos de Quentin Tarantino, plano del cual volvería a hacer uso en sus posteriores películas.

La expresión surrealista de la violencia es un elemento innovador en el cine de Tarantino, puesto que ésta había destacado por su implicitud y frialdad hasta el momento. En Kill Bill, la sangre y el terror se apoderan de la pantalla al más puro estilo anime, sin mesura ni un ápice de realismo. Todo ello intencional, pura y sinceramente intencional. Una escalera de sensaciones que culmina con el combate final entre O-Ren Ishii y The Bride.

Tarantino decora su contenido con una absurdez desorientadora

Este combate, situado en un paraje nevado y solitario, representa el poder de la soledad, la frialdad y la oscuridad interna. Sobre el papel tiene lugar el choque entre dos almas desnutridas, decepcionadas, colmadas por su deseo de venganza y su ira interna. Todo ello decorado con el más absoluto sentido del honor. A diferencia de Vernita Green, O-Ren Ishii no faltará a su cita con él. A pesar de que ‘The Bride’ logra derrotarla, el espectador mastica en el ambiente una ligera sensación amarga, el regusto de toda aspiración incumplida. De todo deseo malogrado.

Kill Bill (Vol. I) supone la mayor recreación artística de la carrera de Quentin Tarantino. Desenfundando la ironía de sus anteriores films, no abandona el peso de su contenido, pero sí lo decora con una absurdez desorientadora. En su concepción circular, desvela el futuro más intrínseco al pasado de The Bride. Su hija no ha muerto. La sombra de Bill, presente durante toda esta primera entrega, se cierne con una fuerza desmedida. La venganza sólo acaba de empezar.

Originally published at compostimes.com, 30–04–2014.

--

--

Adrián Viéitez
Cultura Compostimes

Iba a escribir una mierda posmoderna pero me tuve que ir a cagar.