Una denuncia del abandono, desidia y especulación con nuestro patrimonio

Casi cinco siglos después tiene total vigencia

Enrique Villalba
Cultura & Gestión Cultural
2 min readMar 13, 2015

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No sin profundo dolor, ya lo hemos dicho, por los quebrantos de los godos, de los vándalos y de todos los bárbaros, así como de los griegos, por los del tiempo y también por nuestra negligencia y culpa, y asimismo por el fraude y la avidez, vemos los nobles ornamentos de los antiguos kiries rotos, destruidos, llevados lejos. Solo el yerro y la negligencia dejan que crezca entre ellos madreselvas y yedras, arbustos y zarzas que hienden los mármoles y las construcciones y los reducirán a ruinas muy pronto; dejan que se yuxtapongan a los edificios antiguos casillas y tiendecitas que menoscaban su esplendor y, lo que es mucho más censurable, dejan incluso que se lleven a países y ciudades extranjeros estatuas, imágenes, placas de mármol y de bronce, pórfidos, piedras de Numidia y otras. Solo la avidez y el fraude, la acción criminal en suma, lo trituran todo, lo deshacen y lo reducen a cal para construir casas nuevas, de tal suerte que, si no se le pone remedio, dentro de muy poco habrá que buscar en Roma a la antigua Roma.

Esa era la denuncia que el poeta y erudito Latino Giovenale Manetti, Comisario de las Antigüedades de Roma, escribió -en la primera mitad del siglo XVI- casi como un manifiesto.

Podéis encontrarlo citado, en el magnífico libro de Nicole Dacos, Roma quanta fuit. O la invención del paisaje de ruinas, Barcelona: Acantilado, 2014.

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