Baile desde los balcones

Nataliacostapardo
CULTURA Y PUNTO
Published in
3 min readOct 21, 2020

Ante el impedimento de salir de fiesta por culpa del covid-19, los villavicenses han hecho de su casa su sitio de baile.

S i no se puede ir a la fiesta, la fiesta viene a casa, pero la covid-19 no va a exiliar el baile. Eso parecen pensar algunos vecinos de Villavicencio.

¨ ¡Bueno! ¡bueno!¡ bueno!, ¡vamos, todos salgan a su balcón!, ¡vamos a activarnos! ¨ cinco minutos antes de las 5:30 pm esta Diego Rojas, instructor de baile, pronunciando muy efusivo estas palabras a través de un micrófono y un bafle que pidió conectar desde la casa de algún vecino.

Pocos minutos después un poco extrañados, pero obedientes, empiezan a salir los vecinos. Muchos usan ropa deportiva, otros algo improvisado para responder al repentino llamado del instructor. Sale la pareja de médicos a su balcón, sale la empresaria y el pensionado, la deportista a la que una clase de 45 minutos no representa ningún reto, la ama de casa, el vecino que pelea con todos, sale el que nunca sale. Se eliminan las etiquetas y se convierten solo en un grupo de personas que entre el encierro y la rutina necesitan diversión. Empieza a sonar la música al ritmo de Vivir mi vida de Marc Anthony, se evidencian los dotes rítmicos de cada persona.

Es difícil saber si lo están disfrutando pues no hay sonrisa que pueda verse con un tapabocas, pero algo de animo muestran sus cuerpos al moverse con energía. Los niños aprovechan el desorden y se atreven a interactuar sutilmente con los vecinos que tuvieron que dejar de ver. El instructor canta:

¨Las manos hacia arriba, las manos hacia abajo, y como los gorilas…¨,

Ju, Ju, ju — interrumpe jocoso el ingeniero de la casa 4, mientras los demás ríen por su equivocación intencionada, pero aun mas porque venia de él, ese hombre que se mostraba tan serio y callado.

Veinticinco minutos de clase después, los médicos parecían estar de urgencias: la empresaria optó por comentar con sus vecinos para disimular su falta de coordinación en cada paso mientras su esposo le insinuaba con gestos que dejara la habladuría. La deportista sacó un chaleco de pesas para aumentar la intensidad, daba la impresión de que para ella era solo el calentamiento. En ese lapso se integró a la fiesta una joven carismática que bailaba cada ritmo como si su hobby fuera la técnica de la danza, se veía cansada, pero coordinaba y, además, agregaba uno que otro toque personal a la rutina; y el que nunca salía se entro.

A las 6: 15 de la tarde, con música instrumental suave, Diego Rojas termina la clase y guía el estiramiento. Mientras, la ama de casa aprovecha para ofrecer su nuevo emprendimiento de venta de tapetes desinfectantes. Unos se ríen, parece ser que no es la primera vez que los ofrece, pero ella no está bromeando. Da resultado: le compran 4, como si el ejercicio les hubiese oxigenado el cerebro y los llevara a interesarse aún más por su cuidado o tal vez, solo ya estaban cansados de su insistencia.

El que suele pelear con todos no peleó. Se le acercó al instructor, le agradeció y resaltó lo importante que había sido para él la experiencia, se fue a su casa sin hablar con alguien más. El instructor paró la música, bebió un poco de agua, se mostró cansado, se despidió y se preparó para llevar su ritmo al siguiente barrio.

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