LA REALIDAD SOBRE LAS MOCHILAS WAYÚU.

Camila Orjuela
CULTURA Y PUNTO
Published in
6 min readNov 15, 2020

En un mundo lleno de bolsos de marca, los Wayúu siguen luchando para conservar su cultura y tradiciones por medio de sus creaciones artesanales, entre ellas, las mochilas Wayúu.

La mochila Wayúu es un elemento lleno de tradición y cultura. Además de representar la identidad de esta comunidad indígena, hoy en día es un producto de exportación que le brinda estabilidad económica a las familias Wayúu, mientras que, por medio de la enseñanza ancestral, los más jóvenes se apropian y preservan sus tradiciones y creencias.

Colores y más colores, símbolos, cultura, trabajo, figuras y dedicación es lo que se ve reflejado en una mochila Wayúu, una pieza única que es el resultado de años de transmitir de generación en generación el arte de tejer. Una pieza que hoy en día representa al país en muchos lugares del mundo con orgullo. Este es un tejido sagrado que va mucho más allá de un negocio o comercialización, esto significa tradición, representación e identidad. Los Wayúu reconocen los tejidos como algo propio, por eso les dan el valor que se merecen.

Entre arena, sol y viento, en la península de la Guajira, situada al norte de Colombia, se encuentran los Wayúu, un pueblo indígena reconocido por sus habilidades artesanales y comerciales, además de su fuerte cultura; a lo largo de los años han logrado articularse de manera exitosa a procesos regionales y nacionales en distintos ámbitos, sin perder sus creencias, su lengua nativa, el wayuunaiki; tradiciones y cultura.

Aparte de las mochilas, que es uno de los productos embajadores de la cultura Wayúu, también aparecen los chinchorros (especie de hamaca), las mantas, los peyones e incluso los accesorios, eso sí, absolutamente todo es hecho a mano, con la ayuda de algunas herramientas básicas.

Según cuenta el mito, la mujer Wayúu aprendió a tejer mediante la araña, Wale’ Kerü. Wale’ Kerü es una araña que bajo la luz de la luna tejía mochilas y chinchorros con hilos de colores, que de hecho hoy en día todavía decoran las rancherías Wayúu. Wale’ Kerü, le enseñó cada vez a más mujeres a tejer. Finalmente, las mujeres aprendieron y desde ahí han transmitido este conocimiento de generación en generación.

A ciencia cierta, no se sabe el origen de los tejidos Wayúu, sin embargo, existen dos técnicas básicas para realizar los distintos productos: el crochet y los telares. El crochet, se utiliza para piezas pequeñas, utilizando una o dos hebras; a una hebra, el tejido queda más fino y toma más tiempo, es decir, que es más costoso. Esta técnica fue introducida por los misioneros españoles a principios del siglo XX. Por otro lado, las piezas más grandes, como las mantas o hamacas se tejen en un telar rudimentario, conocido como Anütpala.

Las mochilas se tejen usando la técnica del crochet, la cual se basa en usar una aguja de gancho, es decir que la punta está doblada hacia adentro formando una especie de pico, que sirve para jalar el o los hilos. Mientras que la mano libre sostiene el hilo en el dedo índice.

La mochila se empieza a tejer por la base, esta debe quedar fuerte para lograr sostener el resto del tejido. La gran mayoría de las mochilas para el comercio son hechas a dos hebras.

Por lo general, las mujeres suelen tejer la totalidad de la mochila, pero en algunas ocasiones, los hombres tejen el osonushi o gaza, esta es la tira para cargar la mochila. En la cultura Wayúu, los hombres tienden a dedicarse más que todo a actividades como el pastoreo, la pesca o la caza; cuando tejen las gazas, suele ser por necesidades económicas. Aunque, es importante mencionar que los hombres tejen los peyones para los caballos. El peyón es la manta que se le pone en el lomo a los caballos, pero este no solo es para no montarlos ‘a pelo’ sino porque es una tradición, que identifica al Wayúu en cualquier lugar. Además, cada diseño es único. El peyón honra tanto al jinete como al animal.

Un aspecto realmente sorprendente, es que sin importar el diseño o producto que se esté tejiendo, este sale 100 por ciento de la mente e imaginación del artista. Sin ningún tipo de boceto o planeación, el grabado va saliendo de manera natural, la persona que está tejiendo elije el o los colores y la inspiración va llegando.

En algunas ocasiones, las Wayúu transmiten por medio de los símbolos de las mochilas, sueños que han tenido, sumado a la conexión que sienten con su entorno. La mayoría de veces, las mochilas con diseños o más de un color representan un sueño, muestran un camino y la prosperidad. Además, transforman objetos de la naturaleza en perfectas formas geométricas que se vuelven un patrón; estas mochilas pueden llevar hasta cinco colores, mientras que las mochilas unicolor expresan un elemento dentro de un paisaje, por ejemplo, una mochila aguamarina representa el mar.

Los Wayúu también se encuentran en Venezuela, algunas familias se la pasan entre un país y el otro, mientras que luchan con dificultades como la falta de agua potable y alimentos, además de mantener el arraigo a sus ancestros y creencias en medio de estas dos identidades.

María Cristiana Nulo es una mujer Wayúu nacida en Venezuela, pero que actualmente habita en Colombia debido a las mejores condiciones de vida que logró encontrar en el país cafetero. Esta artesana, comenta que “el telar es un arte nuestro y es muy importante en la vida del Wayúu. Yo tejo con orgullo y pasión, de ahí es que logramos comer y vivir”. Y es que tejer, es como cualquier otro trabajo. María Cristiana Nulo, también se encarga de las labores de la casa, todos los días le prepara el desayuno, almuerzo y cena a sus hijos; al finalizar estas tareas, continúa tejiendo.

En las rancherías, como se conoce el lugar donde viven los Wayúu, es el lugar en donde ocurre toda la magia. Allí, las mujeres se sientan por horas a tejer, a veces en el piso, que realmente es arena y otras veces en un chinchorro, probablemente tejido por ellas mismas. Además, es ahí donde se da la transmisión del conocimiento y las niñas Wayúu -en su mayoría- empiezan a dar sus primeros pasos en el mundo del tejido. Tejer no es solo una manera de sobrevivir, también es un método para que la cultura perdure.

“Las mamás, las abuelas o las tías, son las encargadas de enseñarles a tejer a las niñas. Se crea toda una tradición y es algo que se seguirá transmitiendo de generación en generación. En mi caso fue mi mamá quien me enseñó a tejer”, dice María Cristina Nulo.

Hoy en día, prácticamente solo en la Alta Guajira se les sigue exigiendo a las mujeres a aprender a tejer para conservar esta importante tradición, allí, las familias continúan siendo radicales en cuanto a la enseñanza de su cultura y tradiciones, además del wayuunaiki

-lengua nativa-.

En ciudades como Maicao y Riohacha, la cultura occidental y la globalización ya invadieron el terreno, lo que está generando una pérdida de las tradiciones originales. En primer plano aparece la tecnología.

Nombrando a Maicao y Riohacha, es un buen momento para indicar que los Wayúu deben movilizarse hasta estas ciudades para lograr comercializar las mochilas por sus propios medios. No reciben apoyo de nadie para cubrir todos los gastos de los viáticos. Cuando logran vender una mochila por su cuenta, el ingreso es más o menos del 50 por ciento y lo que cobran es la mano de obra, pues la hechura de una mochila puede tardar incluso veinte días, depende de la habilidad y dificultad del tejido.

El costo de la mochila radica en el tamaño, el tiempo que tomó hacerla y si tiene algún grabado o es unicolor. Una mochila mediana en la Guajira puede llegar a costar entre $120.000 y $150.000 pesos (entre 30 a 50 USD), mientras que en Bogotá y algunas tiendas exclusivas en línea, las venden desde los $350.000 pesos en adelante (100 USD). Además, estas tiendas, le han cambiado el estilo original a la mochila añadiéndole cristales o piedras brillantes a las mochilas, lo que puede llegar a ser ofensivo para la cultura Wayúu.

El material usado para tejer las mochilas es hilo de gran calibre, es bastante ancho, para que logre tener la resistencia suficiente. Estos hilos se consiguen en ciudades como, Maicao o Riohacha, y según María Cristina Nulo, son producidos en Medellín y Bogotá.

Anteriormente, en la capital se solía ver Wayúus en las calles de la Séptima o de la Candelaria, pero la pandemia no le dio tregua a nadie. En los negocios callejeros de Bogotá, únicamente encontré distribuidores de mochilas, sus precios iban desde los $170.000 pesos en adelante. Muy pocos de estos vendedores conocen la verdad que hay detrás de una mochila.

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