Transitar la transición

¿Cuál es el camino correcto?

Piero Fiorio
Karaku: Cápsulas Filosóficas
7 min readAug 13, 2020

--

Saltos mortales

Muchas veces nos encontramos en una situación en la que, eventualmente, debemos tomar una decisión que implica grandes cambios. Asimismo, se encuentra disponible la elección de dejar las cosas como están.

Este contexto frecuentemente trae consigo todo tipo de cuestionamientos y hasta puede producirnos mucha ansiedad. La cuestión es que no estamos seguros si este camino de ida es realmente para nosotros o si ya estamos listos para asumirlo.

Esto ocurre, creo, porque optar por esta opción acarrea cambios irreversibles; es decir, las cosas ya no serán nunca como eran antes. Incluso, en ocasiones decidir implica dar un salto mortal al abismo…

Photo by Lane Smith on Unsplash

Entonces, ¿cómo encarar esta decisión de envergadura tan relevante? Me ayuda mucho pensar en lo siguiente:

el hecho de cavilar sobre el camino que acarrea el cambio, significa que una parte mía lo quiere y se proyecta transitándolo. Si este no fuese el caso, directamente la posibilidad para mí no existiría y, si existiese, no la consideraría.

Luego, si identifico que esta parte mía tiene buenas intenciones y siente/percibe que en algún momento éste deberá ser el siguiente trecho en mi trayecto de vida (a pesar de todos los miedos que pueda tener), definitivamente el camino es para mí. Además, éste me conducirá a mejores destinos, los cuales me permitirán divisar y recorrer nuevos sentidos, y todos ellos me harán crecer.

La habilidad necesaria, entonces, para distinguir la dirección correcta reside en saber estar presente entre lo actual y lo que será, entre lo nuevo y lo que todavía es y puede seguir siendo, hasta que llegue el momento de dar el salto…

Reside en saber transitar la transición.

Así, cuando esté listo para que lo actual se convierta en lo viejo y lo nuevo en lo actual, lo sabré (a partir de diferentes medios y manifestaciones). He aquí el sublime arte de saber esperar, que me permite permanecer conectado con y en el presente, (i) reconociendo el tramo recorrido y (ii) soltando las ansiedades ante el futuro desconocido, sobre el cual no tengo ningún control en este momento.

Por lo tanto, al reconocer el núcleo de mis inseguridades: el futuro desconocido, el abismo que no puedo conocer parado cómodamente en la cima y la pérdida de control que esto implica, estas ilusiones se desvanecen o, por lo menos, su impacto disminuye.

El Dilema

Photo by Oliver Roos on Unsplash

Ya 'solucionamos' la tensión a la que nos enfrentamos frente a cambios irreversibles. Ahora bien, ¿qué ocurre si me puedo proyectar igual de bien (o mal) en dos (o más) situaciones de vida? Ya sea que las opciones emergieron simultáneamente (ambas ideas llegaron juntas a la cabeza) o en tiempos diferentes (tenía una sola posibilidad en mente y luego llegó otra a competir y abrir el panorama). Ocurre que… ¡me encuentro ante un dilema!

¿Cómo saber cuál es la decisión correcta? O, por lo menos, ¿cómo liberarnos de tanto peso?

Tratando de analizar esta compleja disposición de elementos pienso, por ejemplo, que podría examinar cuál elección me genera mayor seguridad (o menor inseguridad). No obstante, este no es un factor determinante, ya que quizás necesite una dosis de algo diferente que me haga ver nuevas perspectivas (las cuales todavía no puedo saber si me resultarán útiles o no), incluso aunque este algo sacuda mi mundo y ponga a prueba mis creencias. Por otro lado, podría ser que el sendero más temible tiene esta naturaleza justamente porque acarrea mayores desafíos o cambios que me posibilitarán crecer más.

Sin lugar a dudas, en ocasiones determinadas no nos resulta útil tratar de etiquetar o juzgar cada opción y los esfuerzos de discernimiento parecen conducir a un callejón sin salida (o, mejor dicho, a una bifurcación de callejones).

Retomando el análisis, pruebo entonces otra estrategia y es la siguiente: si ya establecí al inicio que ambas preferencias son igualmente válidas… ¿por qué la duda? Podría sencillamente tirar una moneda…

Sucede que el hecho de poder perder una oportunidad, y lo formulo tal cual porque ésta todavía es intangible, nos hace poner todo en perspectiva. ¡No nos queremos perder lo mejor! O, mejor dicho, lo mejor posible. ¡A pesar de que 'lo mejor' es una idea que existe solo en la imaginación!

Dicho de otra forma: nos paraliza la idea de desaprovechar una oportunidad que tiene el potencial de ser mejor que otra, a pesar de que ambas sean indistintamente relevantes y aún ficticias.

Ante esta conclusión, me vuelvo cuestionar: ¿Por qué tanta indecisión si, en realidad, no perdemos nada? Esto me lleva a explorar el karaku de la cuestión:

DILEMA se define como 'una situación difícil o comprometida en que hay varias posibilidades de actuación y no se sabe cuál de ellas escoger porque ambas son igualmente buenas o malas' (Diccionario de Oxford). Aunque esto ya lo sabemos (y lo expliqué al inicio de esta sección con palabras diferentes), ¡no me termina de sorprender! Porque el hecho de que este concepto exista manifiesta una experiencia de fondo tan nuestra, tan humana, por lo que sencillamente representa una condición con la que tenemos que lidiar. Y la forma en la que esta manifestación se expresa en el exterior varía de persona en persona. Sin embargo, el común denominador de todas estas experiencias es el miedo o la cautela ante el poder perder algo… perdernos de la mejor posibilidad, partiendo de una proyección al futuro desconocido, sobre el cual no tenemos control. De esta manera, nos resulta espontáneo tanto querer conseguir lo mejor posible como hacer una pausa para determinar cuál opción se adecua mejor a esta categoría.

Continuando, en este experiencia descomponemos la misma realidad desde diferentes perspectivas y cada una da lugar a distintas posibilidades que nos resultan indistintamente atractivas (o no atractivas). De este modo, al distinguir más de una posibilidad y al tener todas el mismo peso, nos sentimos presionados a elegir ‘la mejor’ (como vimos, es un impulso natural). En esta dinámica pueden existir jueces internos o también miedos sobre 'el qué dirán’.

Yendo un poco más profundo, hay dos “yo en cada situación”, o un “yo” en cada situación, que se proyectan y se plantean si su historia será la mejor para contar, que se cuestionan en cuál destino es mejor dejar sus huellas. Ambos “yo's” coexisten dentro mío, son partes de la misma persona (Piero), y al mismo tiempo parecen ser jugadores independientes. Los dos responden al mismo sistema de valores, pero lo colorean de forma diferente.

Finalmente, podremos liberarnos de toda ansiedad y duda, ya que una de las proyecciones imaginadas terminará ganando la disputa en su debido tiempo. Incluso, es igualmente probable que hacia el final terminen apareciendo nuevas alternativas, las cuales no éramos capaces de vislumbrar (ya sea a causa de nosotros mismos o del contexto). A veces la respuesta al discernimiento nos llega en el momento más inesperado, ya sea a través de una persona, de una experiencia o de las formas más insólitas (e.g. en una ducha o en un sueño). Por lo tanto, que no quepa duda de que ¡la respuesta llegará!

Uniendo este desarrollo de ideas, dado que:

  • ya aceptamos que el dilema es de naturaleza difícil y su existencia está arraigada a nuestra condición humana;
  • ya sabemos que, naturalmente, queremos escoger y tener lo mejor para nosotros;
  • ya analizamos cómo la duda en circunstancias de esta índole tiene su raíz en la pérdida de control ante un futuro desconocido, por lo que las inseguridades que experimentamos son meras ilusiones causadas por nuestra imaginación;
  • revisando el concepto del dilema (re)descubrimos que, a priori, las posibilidades que originan este complejo contexto son igualmente buenas o malas;
  • luego, a causa de esto último y de que las posibilidades en cuestión son realidades imaginadas (=ficticias en el mundo exterior):

En el fondo, no podemos perder nada. ¡Solamente podemos ganar!

Photo by Ian Stauffer on Unsplash

En síntesis:

Buscar comprender el trasfondo de lo que nos está sucediendo nos permite ser conscientes de qué es propiamente la situación en cuestión y de qué nos está generando, i.e. (i) cómo van emergiendo y se van gestando las opciones en disputa, (ii) cómo se proyectan nuestros "yo's" interiores en cada una y (iii) cómo tanto canalizamos como socializamos esta experiencia.

A continuación, podremos discernir con mayor calma. En este episodio nos conviene ser pacientes y confiar en nuestro proceso de búsqueda, sin forzarlo, ya que todo lleva su debido tiempo. ¿De qué manera podemos lograr esto? Reflexionando con intención y, sobre todo, contemplando nuestra experiencia, pues sólo a través de la contemplación podremos hallar la paz en esta tensión (y continuar en movimiento aun en la pausa).

De esta manera, podremos dar lugar a la intuición, esa misteriosa fuerza que se manifiesta con ímpetu (pero que al mismo tiempo es tan difícil de reconocer); esa sigilosa guía que nos posibilita distinguir el delicado momento en que podemos acceder a la respuesta que buscamos, la cual a veces llega en el momento más inesperado y de las formas más insólitas. Por lo tanto, que no quepa duda de que, sea como sea, ¡la respuesta llegará!

[En este proceso, me ayuda mucho escribir y también socializar mis ideas con personas de confianza (que considero me conocen bien y tienen mucho criterio). En la conversación pongo a prueba mis ideas, identificando qué me genera el hecho de exteriorizarlas. Asimismo, en el intercambio puedo recibir devoluciones que me pueden resultar útiles y ayudar a reafirmar mi identidad].

Con todos estos elementos en consideración y puestos en práctica, extinguimos en gran medida (si no toda) la ansiedad. Finalmente, podremos tomar una decisión y dejar que florezca lo nuevo… más allá de los miedos que puedan permanecer, dado que descubrir cuál es la dirección a seguir no significa sentirnos 100% seguros de dar el primer paso, pues es natural sentirnos intimidados y vulnerables (por algo existe también el concepto de ‘riesgo’).

La vida es movimiento, nunca para. En muchas etapas de nuestro camino experimentamos estabilidad, pero estamos sujetos y expuestos a constantes transformaciones, porque la naturaleza de la vida es el cambio.

Sepamos transitar las transiciones que se nos presentan y aprovechemos al máximo esta oportunidad, esta oportunidad para poder determinar intencionalmente el rumbo de nuestro caminar (y el de los demás).

--

--

Piero Fiorio
Karaku: Cápsulas Filosóficas

La realidad supera ampliamente a la ficción. Fascinado con la experiencia de vivir.