Canoas para recorrer las calles de los barrios de Asunción, 2014

La cultura de vivir al límite (y no por hacer rafting)

Las inundaciones en Paraguay y el norte de Argentina, junio 2014.

Dafna Nudelman
Dafna Nudelman | Portfolio de notas
5 min readAug 18, 2016

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La última crecida de los ríos Paraguay y Paraná, es una evidencia más de que no tenemos la menor idea de lo que nos espera con el Cambio Climático, pero tampoco hay intenciones de pensar cómo enfrentarlo y mucho menos cómo prepararnos.

Mientras la selección nacional nos entretiene desde el Mundial en Rio, en Brasil, el escenario es menos festivo en otros ríos, del Litoral: las inundaciones por las crecidas de los ríos Paraguay y Paraná obligaron a evacuar a más de 300.000 personas en Paraguay y más de 11.000 en Argentina.

Se trata de la inundación más grande de los últimos 30 años.

En Asunción están usando barcos para trasladarse, cual Venecia sudamericana, y por más que parezca ridículo quizás nos tengamos que acostumbrar a esa imagen, no se sabe si las familias evacuadas podrán volver a sus hogares hasta el 2015: junio debería ser época seca en Paraguay, cuando baje el agua probablemente estemos entrando en septiembre, el inicio de la época de lluvias, con “El Niño” incluído, que dura hasta fin de año.

Cuando hay una emergencia es necesario actuar. Y rápido. No pretendo cuestionarlo. Hay que resolver la urgencia, solucionar el problema, tapar el agujero como sea, poner el torniquete y parar la hemorragia. Es cierto.

Pero a pesar de las famosas frases “Si se puede prevenir no es un accidente”, “Mejor prevenir que curar”, pareciera que nuestras autoridades se rigen por la urgencia y no saben de prevención.

Mientras los gobernadores de las provincias norteñas de Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe hacen un desfile de asistencialismo y declaraciones -no tan- tranquilizadoras, visitando los centros de evacuados y llevando agua, medicamentos, frazadas (que, claro, es lo que corresponde en una situación de alerta y emergencia ambiental semejante), me pregunto ¿Qué están haciendo para entender qué sucede, por qué y cómo evitarlo?. ¡¿Alguien quiere, por favor, pensar en el futuro?!

No casualmente las regiones con más riesgo de sufrir a causa del Cambio Climático, suelen ser también las más vulnerables, y esto se debe a su nivel de desarrollo, sus condiciones sociales y económicas, su organización institucional y creo yo, especialmente por sus aspectos político-culturales. En estas situaciones se revela mejor que nunca nuestra cultura de lo inmediato y la ausencia de planes. Nada de adaptación ni mitigación: “lo atamo’ con alambre”, hoy la emergencia y mañana vemos.

Pero mi sensación de impotencia viene porque estas inundaciones no son caprichosas, son la concecuencia de políticas que descuidaron el equilibrio de los ecosistemas, como el desmonte de bosques, humedales y selvas. No es casual que las áreas inundadas hoy tienen menos del 7 por ciento de su ecosistema originario, que funcionaba como una suerte de inmensa esponja que chupaba el agua y que ahora no existe.

Inundaciónes y sequías, concecuencias del desmonte. Miles de cocodrilos en peligro de muerte por las sequías en la cuenca del río Pilcomayo. Junio 2016.

Y sí, sé que no tenemos el Delorean y no podemos viajar en el tiempo para deshacer los desmontes, pero estamos a tiempo de actuar para adaptar el escenario a los próximos sucesos. Hay políticas de adaptación para la contención de inundaciones como el ordenamiento territorial, proteger a la población en áreas vulnerables, y la restauración y rehabilitación de hábitats naturales, para que puedan responder al cambio climático. Si somos optimistas, podríamos creer que estamos en este camino, sólo que empezamos realmente tarde y lleva tiempo ponerse al día.

Si somos realmente optimistas, incluso podríamos festejar por una de las supuestas políticas de adaptación que se sugieren en los reportes del Cambio Climático, la “Construcción de diques, represas y embalses”.

Pero no, lamentablemente, en este caso, las represas fueron una de las causas agravantes: Yacyretá e Itaipú resultaron embalses totalmente colmados, y no pocas veces abren sus compuertas con poco o nulo pre-aviso, inundando a las poblaciones agua abajo y generando aún más daños. Queda en evidencia que estas represas cumplen más bien un objetivo económico, generación de energía, pero más que aportar a la adaptación, lo empeoran.

No a Garabí junta firmas para que dicha represa no se construya.

Lo que me enoja, es que en vez de aprender, intentar adaptarnos y proteger nuestros ecosistemas, seguimos repitiendo los mismos errores: en enero pasado se adjudicaron las obras del complejo hidroeléctrico Néstor Kirchner y Jorge Cepernic sobre el río Santa Cruz, último río libre de la Patagonia argentina, y en Misiones se avanza con el proyecto Garabí, sobre el río Uruguay, rechazado desde hace años por organizaciones ecologistas de Argentina y Brasil.

Así es, parece, la maldición de los países corruptos: no sólo no planificamos y nos especializamos en el emparchando. Además, hacemos todo al revés. 2014, la peór inundación de las últimas décadas, y las políticas de adaptación pareciera que están en papeles, sólo para que lean algunos loquitos que creen en el Cambio Climático. Las autoridades no lo leyeron; hacen campaña mientras reparten leche en polvo para niños evacuados, y después vamos a ver la factura en el gasto público de todo lo que costó atender la emergencia.

Pero a ellos no les preocupa. Para qué pensar en mitigar y adaptarnos al Cambio Climático, si construír una represa hidroeléctrica es un negocio millonario, y no casualmente una empresa de Lazaro Baez se presentó a la licitación para ‘construír’ la represa Nestor Kirchner. Así estamos.

Nota de opinión para el Curso de Periodismo Ambiental de FARN, 2014

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Dafna Nudelman
Dafna Nudelman | Portfolio de notas

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