La necesaria vergüenza

Daniel Lasa
Daniel Lasa
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3 min readMar 1, 2021
Fuente: La Tercera

La vergüenza, para Aristóteles, es un “pesar o turbación relativo a vicios presentes, pasados o futuros cuya presencia acarrea una pérdida de reputación” (Retórica, II 5, 1383b 13). Este miedo al desprestigio tiene un resultado muy parecido al que produce el miedo: los que sienten vergüenza se ruborizan, y los que sienten miedo palidecen (Ética a Nicómaco, IV, 9, 1128b).

El sentimiento de la vergüenza solo puede tener cabida en todos aquellos para los cuales la opinión de los demás realmente importa. Si desestimáramos el sentir de los otros, entonces la necesaria vergüenza jamás nos acompañaría.

Esto último se ha registrado, por estos días, en parte de la casta política que gobierna (desde hace mucho tiempo) la Argentina. Quiero aclarar que este término que he resaltado, aplicado a los políticos argentinos, pertenece a un senador cordobés. Pero pienso que, cuando lo usó, no se refirió precisamente a las virtudes en que se fundaba el linaje o la alcurnia de este grupo social.

Estoy en condiciones de asegurar que estos ciudadanos vip tienen muchos privilegios. Entre otros, el derecho a recibir la vacuna contra el Covid. Por lo cual concluyo que, parte de esta casta, carece del mínimo sentimiento de la vergüenza. De allí que se los pueda calificar de sin-vergüenzas. Sus rostros son una prueba evidente de esta ausencia absoluta de temor: no son capaces de registrar el más mínimo rubor.

La reacción adversa de gran parte de la ciudadanía ante este hecho lamentable no solo ha alcanzado a la oposición política sino hasta los mismos partidarios del gobierno. Creo que la razón más profunda debe buscarse en la minusvaloración que cada uno de los ciudadanos ha sufrido por parte de estos desvergonzados.

Esta casta rastrera y ventajista ha hecho saber a toda la ciudadanía de Argentina que existen ciudadanos de primera y de segunda, unos que valen más y otros que no tanto, unos que son hijos y otros entenados. Cada ciudadano ha sido humillado, degradado en su condición de persona y miembro de la polis.

Esta lógica de la desvergüenza por parte de esta casta política pone de manifiesto, entre otras cosas, una concepción anti-republicana de la autoridad. Quien detenta el poder no está sometido a regulación alguna. Lo puede ejercer, incluso, al margen de la ley, de los ciudadanos y del decoro. El poder es ejercido pura y exclusivamente en beneficio propio.

Pienso, entonces, ¿es posible respetar la ley y sus instituciones sin aquel espíritu que da vida auténtica a una república, cual es la virtud?

Louis Antoine de Saint-Just (1767–1794) proclamaba una verdad que debiera estar anotada en cada banca de los legisladores de la República Argentina. Decía Saint-Just: “Se promulgan demasiadas leyes, se dan pocos ejemplos”.

La democracia republicana no resulta posible sin ciudadanos dispuestos a obrar virtuosamente, es decir, personas que orienten su actuar más allá de sus propios intereses, teniendo como horizonte el bien del país.

Finalmente quiero recordar aquellas cuestiones esenciales sobre la polis que Aristóteles enseñaba en su Política. Aristóteles definía a cada ciudadano como una criatura política en razón de poder ser, a la vez, gobernante y gobernado. Y cuando le toca gobernar, lo hace sobre unos iguales cuyas decisiones se encuentran limitadas del mismo modo en que él acepta restringir las suyas. Así, todos tendrán igual voz en la construcción de la república.

Al respecto, recuerdo en este momento al pensador de la política John Pocock, cuando se refería a esa igualdad en tanto raíz imaginaria de toda virtud cívica. Él concluía de este modo: “Y entiendo que su pérdida conduce directa o indirectamente a lo que se viene llamando corrupción.” (El momento maquiavélico. El pensamiento político florentino y la tradición republicana atlántica. Madrid, Tecnos, 2008, 2ª edición, p. 667).

Espero, como argentino, que la clase dirigente recupere la virtus republicana y deje atrás su frívola y anacrónica conciencia de casta. Asimismo, deseo que esa parte desvergonzada de los dirigentes políticos recobre el sentimiento (el temor al desprestigio) tan necesario llamado vergüenza.

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Daniel Lasa
Daniel Lasa

Dr. en Filosofía. Investigador de CONICET. Docente universitario.