Lo tóxico de las relaciones tóxicas

Daniel MacLean
Daniel MacLean
Published in
3 min readFeb 26, 2018

Algo que inmediatamente llama la atención en las relaciones tóxicas es esta especie de insolencia aguerrida con la que insisten en perpetuarse a lo largo del tiempo y a pesar de todos nuestros esfuerzos por salir de ellas o componerlas… o componer al otro.

¿No es acaso esta dificultad enloquecedora para modificarla, terminarla, resolverla, entenderla lo que la caracteriza como tóxica en primera instancia? Esta especie de amarre fatídico con los implicados, esta trabadura cargada de culpa y miedo y casi siempre de este deseo obsesivo de cambiar a la otra persona:

Padre/madre-> Debes ser como yo quiero y necesito. Debes ser fuerte, exitoso/a, delgada, obediente. Debes ser lo que no pude ser. Debes ser mi proyecto de inmortalidad. No debes ser ni recordarme lo que yo fui. Y ni se te ocurra ser como tu padre! Debes ser mi sostén, la madre que no tuve, el hombre que me dejó, la mujer que siempre quise.

Hijo/a-> Debes ser como yo quiero. Debes ser el padre/madre perfecto de mi fantasía. Debes arrepentirte y reconocer que arruinaste mi vida, y no hare nada con mi vida hasta que no lo hagas. Te forzaré refregándote en la cara mis problemas y mi infelicidad. Debes resarcirme, debes darme el permiso de ser yo mismo/a por que no lo haré yo. Debes proveerme y protegerme para siempre.

Los amarres

Estas demandas, a veces explícitas, casi siempre encubiertas, de que el otro nos de algo, el permiso, la bendición, el amor, la redención, la exclusividad, la salvación. Y la rabia y el odio de que no lo haga, y la culpa que ese odio produce, y la culpa de saber que estamos arruinando nuestra vida por caprichosos o resentidos, y arruinando o dañando la vida del otro, son de los principales amarres.

Pero no los únicos, mira: La rabia, la frustración, la sensación de impotencia de estar amarrados a lo arriba mencionado, a no poder forzarnos a querer otra cosa o dejar de obsesionarnos.

La aversión y el rechazo a lo que estamos experimentando. Nuestros forzosos y desesperados intentos por escapar, salir, solucionar.

Todo esto va formando un círculo vicioso/tóxico del que no podemos salir sin hacer un trabajo profundo que nos ayude a ver y descubrir los resortes secretos que nos mantienen patéticamente amarrados a nuestras víctimas y/o victimarios.

Los remedios

Por supuesto el perdón, el dejar ir, el aceptar nuestra responsabilidad son la medicina. No lo es menos, la disponibilidad y osadía a confrontar las cuentas pendientes que tenemos con la vida y nosotros mismos de los que la conveniente relación tóxica nos eximía. Asumir que somos los creadores de nuestro destino y que ahora habremos de ponernos manos a la obra es de los máximos temores.

Por eso a veces, es mejor que algunas personas sigan nomas en la relación tóxica. No quieren ni están listas para el salto.

Y vamos, no me negarán que hay un saborcillo sabroso en todo ese infierno. El famoso goce. ¡Así que a disfrutarlo mientras podamos!

--

--