Cambiando la forma de mis letras

O como darle mayor personalidad a mi escritura

Bernardo Ruiz
Daysigners
5 min readDec 12, 2016

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Una parte de mí siempre se inclina hacia lo nuevo o diferente…

Este no es uno de esos artículos donde puedas rescatar algo valioso, creo que esto se puede resumir en un ejercicio / reto personal que se volvió una parte de mi estilo de vida.

Soy zurdo (no tengo idea si es relevante o no) y me encanta todo lo que tenga que ver con lettering o caligrafía (con eso de que soy diseñador), así que durante el transcurso de los últimos años me he dedicado a ir cambiando poco a poco la forma en que dibujo las letras para darle un toque más personal y auténtico. Esto no quiere decir que mi letra sea la más hermosa y original del mundo, pero sí es una letra con la que me siento a gusto y con la que puedo hacer y deshacer a voluntad.

Para dar un detalle más extenso de cómo fue el camino hasta este punto habrá que hacer memoria para que entiendan el por qué de este capricho.

La infancia

Mis primeros años escribiendo pasaron de la misma forma en que todos los demás niños con algunas diferencias: era un inocente niño torcido en el pupitre para diestros que sostenía el lápiz con el puño, por lo que tuve que usar un soporte especial en el lápiz para sostenerlo adecuadamente. Al final, aprendí a manipular correctamente el lápiz pero apretaba mucho los dedos.

A estos primeros años de esfuerzo les debo mi letra pequeña y mis callos en el pulgar y el dedo medio que me acompañarán hasta el final de mis días (por eso de la aprensión).

Años después, en mi primera clase de letra cursiva tuve el primer impacto genuino ante una forma de escribir entonces incomprensible para mi. Encontrarme con tantas formas nuevas me tenía asombrado y desconcertado a la vez: “¿Qué le pasó a la G?”, “¿Eso es una z?”, “¿Qué clase de f es esto?”

Y aunque me esforcé por hacer las letras de la mejor manera, realizando los ejercicios de espirales, tantas repeticiones tratando de no salirme de las líneas… todo el esfuerzo fue en vano.

Después de todo este proceso frustrante me dije: “Al carajo, mejor seguiré dibujando dinosaurios” (considerando que era un niño, no diría eso, pero la idea es lo que importa). Así, mi interés por escribir mejor se esfumó de igual manera que estas criaturas prehistóricas hace 65 millones de años…

La universidad

En este momento descubrí las maravillas de la tipografía y el lettering, aprecié la gran versatilidad de las letras y veía el trabajo de grandes diseñadores que hacían lo que querían con ellas. Para estos momentos seguía escribiendo igual de mal que antes y no podía hacer más que decir:

“¡¿Qué clase de diseñador con letra de niño soy?!”

Aproximadamente en el tercer semestre de la carrera entré a la clase de tipografía donde tuve la oportunidad de tomar una plumilla caligráfica para trabajar con tinta china… “¿Sería este el nuevo camino de un Bernardo con un talento para la escritura?”

Varias hojas rotas y rasgadas demostraron que no.

Al perder toda esperanza en las artes caligráficas me conformé por intentar el lettering digital (de vez en cuando a mano), experimentando con ciertas letras y dedicando piezas a la belleza del ampersand.

Una de esas piezas que recuperé de Deviantart… ¿Aún sigue siendo relevante?

En mis veintitantos

Cansado de la apariencia de mi escritura, tomé la iniciativa de ir escribiendo pequeñas notas de diferentes maneras, a veces en cursiva, a veces solo con mayúsculas, a veces mezclado… Se sentía bien, era un pequeño alivio en mi alma diseñadora, pero no era suficiente.

Para esos momentos le había prestado una peculiar atención a la letra a (si, la misma que están viendo en estos momentos), porque si había una letra entre todas mis letras horribles que menos me gustaba, esa era la a (¿podríamos decirle la versión humanista? ¿o la a redonda?). En cambio, la variante con serif me parecía muy sofisticada y de unas líneas interesantes; entonces la curiosidad me llevó a la pregunta: ¿podría llegar a integrarla en mi escritura habitual?.

Comencé a practicar las formas de la letra, intenté trazarla en una sola línea y cada vez más rápido. Poco a poco la fui integrando en mis notas, forzando a mi cerebro a que no titubeara al tratar de escribirla de la vieja manera. Costaba un poco de trabajo pero como todo lo que requiere práctica, fui encontrando velocidad y técnica para hacerlo cada vez mejor.

Imaginen mi felicidad cuando un día simplemente llegué a escribir la letra a con naturalidad y sin pensarlo…

Lo había logrado, este era el primer gran cambio en mi escritura y era genial.

Prueba fehaciente №1

No pasó mucho tiempo para que intentara cambiar la forma de otras letras. Inspirado en la cursiva (que al día de hoy sigo practicando para enfrentar a mis demonios), fui aplicando ciertas modificaciones a mis letras favoritas. Así fue que cambié la S, g, y, f, j y la R a formas mas estilizadas.

Prueba fehaciente №2

Con toda esta odisea, mi apreciación por la tipografía se mantiene viva y vibrante. Aún me queda mucho por explorar antes de cantar victoria (te estoy viendo letra g…), pero me siento satisfecho por estas pequeñas conquistas.

Al final del día no sé si esto sea algo con lo que alguien podría sentirse identificado, pero espero que a alguien le haya parecido entretenida esta nota sobre cómo le doy importancia a las formas de las letras. Creo que de las situaciones más triviales se puede encontrar una manera creativa de abordarlas.

Este es un espacio colaborativo de experiencias de diseñadores, y como tal pueden compartir sus inquietudes aquí, en redes sociales o al mail bernardo@boletia.com

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Bernardo Ruiz
Daysigners

Head of Design @boletia. Continuously learning about Modular CSS, Design Systems and Design Culture. Paleontology & Paleoart enthusiast.