Ciudadanía Estancada

Alejandro Medina Fuentes
De America Soy
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2 min readNov 1, 2017

El río es poderoso y sus aguas mandan en el cauce. Con su paso constante, el río esculpe piedras y acomoda troncos para que adopten su justa medida. El río fluye, cae en cascada, se filtra en la tierra y aparece limpio en los manantiales. Escurre en los riachuelos, y llega al mar para evaporarse e iniciar el ciclo nuevamente.

El estanque es contemplativo, y como México y nuestra América Latina, solo sirve como tarjeta postal para los turistas que quieren una probada de su folclor.

El estanque, como nuestra ciudadanía, no se mueve. Se mantiene a la espera. A la espera de un nuevo presidente, a la espera de la nueva reforma de ley. A la espera y a la expectativa de mejores años que nunca vendrán. El estanque apenas sobrevive, su inmovilidad es su condena, es testigo del paso de la historia sin ser parte de ella, se remoja bajo el sol, se llena de algas, bichos y microbios. A la larga se pudre. El estanque, como nuestra ciudadanía permanece inmóvil, pasiva.

¿Entonces qué seremos? ¿Seremos cauce o seremos agua embotellada? ¿Seremos río o seremos estanque?

El ser humano tiende naturalmente al movimiento, la reinvención, la lucha por la vida, la victoria y la derrota. Y todo este caminar hacia adelante no es más que la presencia de la esperanza. Esperanza fundamentada por un latido del corazón que nos dice “todavía estás vivo y puedes hacer algo al respecto”.

La desesperanza pandémica de nuestros días significa que estamos estancados. Los latidos del corazón se apagan cada vez más por la falta de movimiento. Esperamos a que venga mesiánicamente la lluvia para ver si las cosas cambian, pero no tomamos acción por cuenta propia.

Los ciudadanos de hoy son niños pubertos de la primaria, asustados de la vida. Levantando la mano para que el capitán del equipo nos elija en su equipo de futbol, o que nos contrate la empresa, o que nos dé la mano el candidato presidencial. Caminando temerosos por los rincones, huyendo de los bravucones del recreo. Burlándonos del niño gordo y con acné. Para sentirnos mejor con nosotros mismos le aventamos bolas de papel al niño débil. Cobardemente linchamos a personas diariamente por las redes sociales. Nos damos de codazos entre nosotros para estar a la altura de las personas populares. Nuestra grandeza nunca la hemos medido por el valor de nuestras acciones sino por el poder de nuestras amistades. No hacemos sino que esperamos, no somos río sino estanque.

Así estamos. Una ciudadanía estancada en la inacción, el temor y la mediocridad. No somos más que niños de primaria luchando para que no nos roben el dinero del recreo.

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