¿Lo dejo pasar, señor?

Alejandro Medina Fuentes
De America Soy
Published in
6 min readSep 11, 2017
Fotografía de la frontera que divide a México y Estados Unidos (Avener Prado / Folha Pres)

Esto es como volver a nacer. El agua fría que recorre tu nuca y espalda te dan esa noción de aplomo con tu mundo, tu casa, tu carro, tu suscripción con el gimnasio donde religiosamente practicas “Cross-Fit” todas las mañanas. Tu sensación de armonía con la vida se refuerza aún más al pensar en el comienzo de tu rutina, un día más en donde sientes que nada se te escapa, todo previamente agendado, todo previsto, todo anticipado.

Una taza de café acompañada de papaya bañada de granola y miel de abeja, muy buena para la digestión. Después, si el ejercicio fue demasiado, quizá le pidas a la criada que te prepare unos huevos rancheros. Es una buena chica, es de Guatemala o Chiapas o Campeche o Tabasco o de algún lugar que no tuvo la suerte de desarrollarse tan rápido como éste.

Sales descalzo a la banqueta frente a tu casa para respirar un poco de aire fresco. Los únicos ruidos que se escuchan son los que provocan las palmeras al balancearse con la brisa matutina. Incluso se escuchan algunos pájaros que cantan. Todo esto te ayuda a mantener tu paz mental. En el Discovery Channel escuchaste que el ser humano necesita de un buen ecosistema para desarrollarse adecuadamente y no puedes pensar en uno mejor que éste: un residencial exclusivo donde solo pueden comprar casas personas que se encuentran por encima del 5% de la población más adinerada en México.

Estas son personas como tú, personas con un trabajo formal, seguro médico, limpieza dental una vez al año, vacaciones, acceso a créditos bancarios, con conocimiento avanzado del inglés y estancias en el extranjero. Otro jugador empresarial en este mundo empresarial globalizado. Pero tú no estás pensando en eso, ahora estás demasiado a gusto tomando tu café mientras miras las casas de tus vecinos. Son casas grandes en donde descansan buenas familias como la tuya. Todas iguales, todas con buenos trabajos, buenos carros, con suscripciones a clubs deportivos que pasan sus vacaciones en Valle de Bravo o en el extranjero.

Este es el lugar donde perteneces, el lugar donde siempre debiste de haber vivido, en tu residencial privado. De este lado de la garita no hay tráfico, ni grafiteros, ni personas drogándose con solventes de pintura, ni secuestros exprés, ni balaceras, ni fosas clandestinas y autodefensas, o cualquier otro de los problemas que existen en el mundo real, en el mundo de afuera. Para enterarte de eso existe la televisión, a la cual te diriges para poder seguir diciendo en los restaurantes que eres un buen ciudadano. Para ser un buen ciudadano uno tiene que estar enterado de lo que sucede, por eso los ves por aquí, por el noticiario de la mañana.

Enciendes la televisión con el control remoto en una mano y tu café humeante en la otra. “En otras noticias el presidente Donald Trump ha informado al pueblo americano la suspensión del DACA, con lo cual ochocientos mil inmigrantes de origen hispano podrían ser deportados en los siguientes meses”.

Tu cara hace una mueca de disgusto, no te gusta esta noticia, no te gusta que se burlen de los mexicanos, ni de los latinos. Tú eres parte de la élite mexicana que ha colocado en su perfil de WhatsApp la bandera de México como protesta a los comunicados racistas y xenófobos de Donald Trump. Tú estás lleno de orgullo e indignación, cómo puede ser que todavía haya líderes mundiales tan retrógradas que no entienden que cerrar las fronteras es cosa del pasado, es cosa de la cortina de hierro y la guerra fría. ¿Qué no entiende? Ganó el capitalismo y el libre mercado, la Unión Soviética ya no existe compadre.

¿Cómo es posible que traten así a tus compatriotas, a tus paisanos? Ellos son gente trabajadora, son gente honrada y digna los mexicanos, no somos violadores ni delincuentes como lo pinta Trump. Si además de todo, los “Dreamers” son gente preparada, son, como lo dijeron en el noticiero, “el tipo de migración más deseable”. El 70% de ellos cuenta con estudios profesionales, el 91% tiene empleo formal y el 98% son bilingües. No hacen más que robustecer la economía de Estados Unidos. ¿Cómo es posible que una persona tenga el derecho de sacar a una persona de su casa y de su país y decidir a qué lugar pertenece? ¿Cómo llegamos a esto?

Mientras este cuestionamiento se cuela en tu cabeza suena tu celular. Te acercas el aparato al oído y escuchas:

- Señor, le hablamos de la caseta de seguridad. Aquí se encuentra el jardinero, dice que viene con usted ¿lo dejo pasar?

¿Señor?

No, tranquilo, no es como tú lo piensas. No pienses que tú eres igual que Trump. No pienses que el muro de cuatro metros de altura que separa tu residencial privado de las colonias vecinas, lleno de cámaras de seguridad, guardias que patrullan las calles y piden su identificación a los visitantes y anotan las matrículas de los autos es igual a la frontera de México y Estados Unidos. Tú no eres como Trump, tú tienes buenas razones para tomar medidas de seguridad. La delincuencia en México ha aumentado mucho en los últimos años, uno ya no sabe con quien trata en la calle, además México es un país del tercer mundo, las calles son un asco, hay música vulgar en todas las esquinas, por eso tuviste que construir tu pequeña colonia para sentir que tú vives en el primer mundo e intentar olvidarte que en México hay más de 50 millones de pobres.

Tú tranquilo, para eso estoy yo, para decirte qué ver y qué no ver. Para eso te digo que es mejor ver los programas de Televisa en donde hablan de las reformas estructurales, del crecimiento económico, del PIB, donde le chupan las medias a Peña Nieto. O las revistas empresariales, en donde se aclama a los empresarios por su capacidad para apilar montañas de dinero, por su habilidad para eludir al fisco en paraísos fiscales y para tercerizar a la fuerza de trabajo de manera que no tengas que pagarles el seguro médico y la jubilación. Tú adoras a esta nueva generación de mexicanos que han reinventado el cuento de los cangrejos, ahora ya no nos jalamos las patas unos a otros sino que ya no los dejamos ni entrar a la maldita cubeta. ¡México, señoras y señores! el lugar que se sienta al mismo tiempo en la mesa de los 20 países con más multimillonarios del mundo y en en la mesa de los 15 países con más personas desnutridas. No es casualidad que América Latina sea la región más desigual del mundo, peor que África o Asia.

Tú no te preocupes, yo te voy a cuidar. Yo te voy a decir para dónde voltear y para dónde no. Te conviene mirar hacia los barrios bonitos, gentrificados, donde solo camina “gente bien” que bebe café de Starbucks y ven Netflix en sus casas con aire acondicionado. No veas hacia las afueras de la ciudad, a esos cerros donde hay una densidad de población de 17,000 personas por kilómetro cuadrado, en donde las familias viven amontonadas en un solo cuarto, teniendo relaciones sexuales en frente de sus hijos, en donde la rutina no es comer papaya cortadita con miel de abeja sino inhalar Tolueno para olvidarse del hambre y de la pobreza.

No creas que tú mandaste a tus “paisanos” al otro lado pagándoles un salario de mierda. Esos que acá ganaban 780 pesos a la semana y allá ganan 1000 dólares a la semana. Esos que no veías hasta ahora que Trump los amenazó, esos que antes vivían acá contigo en México, en esos cerritos grises, hacinados y violentos que tú no quisiste ver. Se trata de ese guardia de seguridad que te está llamando desde hace dos años para decirte si deja entrar al jardinero pero que todavía no conoces su nombre, del jardinero que sabes su nombre pero no conoces su casa que queda lejos de la tuya, queda lejos de tu realidad, de tus calles en perfecta armonía, que no pertenece acá sino que pide permiso para entrar, que da su número identidad en la caseta se seguridad como si no fuera ciudadano de su propio país, como si su credencial para votar fuera una VISA y no estuviera entrando a tu colonia sino que estuviera cruzando la frontera a otro país, a otro mundo. No te preocupes por eso, mejor apaga el televisor.

¿Señor, me escucha? ¿Quiere que deje pasar al jardinero?

¿Señor…?

- Sí déjelo pasar.

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