¿Cómo emprender con miedo y convertirlo en una oportunidad?

Gonzalo Rodriguez
De Antihéroes Emprendedores
8 min readMay 16, 2020

Me gustaría arrancar la story con esta pregunta, ¿Qué es lo peor que puede pasar si tomás la decisión de emprender? Si podés anotá las respuestas que te surjan antes de seguir leyendo y vamos a volver a esto después. Spoiler alert: Yo no tengo la respuesta.

A raíz de la story anterior tuve algunas conversaciones uno a uno con gente que me contactó por este nuevo proyecto que inicié y este tema del miedo a emprender o “tirarse a la pileta” fue MUY reiterativo, siempre desde distintos ángulos, pero al final la constante es igual para todos. Creo que es por la simple razón de que TODOS tuvimos, tenemos y vamos a seguir teniendo miedo a emprender y exponernos. Aunque la mayoría coincidía en que la story pasada les había permitido empezar en algunos casos, o volver en otros, a soñar con esa sensación de enamoramiento que genera la actividad de emprender, todo se esfumaba cuando debían pasar a la acción, ni hablar de los preconceptos que surgían sobre su persona: “Emprender no es para mí”, “emprender no va con mi estructura”, “Yo necesito estabilidad, prefiero algo seguro”. Lo más lindo de todas esas afirmaciones es que las hacían personas que ya son emprendedoras en su vida. El problema es que tendemos a asociar el emprender únicamente con lo profesional y la realidad es que no hay mucha diferencia entre emprender un negocio y emprender un viaje sin fecha de retorno, o animarte a construir tu primera casa. Los tres casos son distintas formas de emprender.

La sensación que tenemos antes de subirnos a una montaña rusa, esa adrenalina adictiva que te hace avanzar a lo desconocido para saber que al final, el valor de esa recompensa por haberse animado es incalculable. Eso es emprender para mí.

En los tres ejemplos de emprendimientos que te mencioné existen tres pilares fundamentales que, desde mi experiencia, se necesitan trabajar a la hora de emprender: la planificación, la inversión, esta última entendida en forma de dinero y/o tiempo (sí, el tiempo que invertís en tu emprendimiento también es dinero y hay que calcularlo) y la ejecución. Lo ideal (obviamente) es que puedas alcanzar un equilibrio de esfuerzo y energía a asignar entre estas tres áreas para lograr ciertos resultados. Por ejemplo: si planificás de más, lo más probable es que creas que precisás más inversión que la que en realidad necesitás para cumplir tu objetivo, y no vas a tener la capacidad de ejecución porque no vas a haber experimentado con tus potenciales clientes. Si en cambio apostás a que sólo con la inversión es suficiente, tampoco sería correcto, porque sin planificación vas a malgastar ese dinero, y ejecutándolo a medias no vas a estar testeando realmente el objetivo que querés conseguir con tu emprendimiento. Y por último, si pasás a la ejecución sin planificar ni invertir no vas a tener un norte que guíe tus acciones ni los objetivos a cumplir y tampoco vas a contar con los recursos para llevarlo adelante.

Ahora bien, ¿Por qué te cuento esto?

Tengo la suerte de poder compartirte una experiencia para cada uno de esos casos y puedas ver que esas equivocaciones hicieron que hoy pueda estar del otro lado más que feliz de haberlas vivido, y mostrarte que el miedo tiene mucho que ver en esto último. En esta oportunidad voy a compartirte una experiencia que tuve relacionada con el exceso de planificación en un emprendimiento.

Desde mi punto de vista, es normal que aparezcan fantasmas cuando pretendemos dar un salto grande en el ámbito profesional o personal. El acto de emprender en cualquier área de nuestra vida, como me gusta entenderlo a mí, trae consigo exponerse. Siempre que decidimos emprender nos estamos exponiendo a la mirada del otro, puntualmente a que el otro pueda llegar a ver cómo nos equivocamos. Cuando decidimos sacar un producto o un servicio al mercado vamos a exponernos a las distintas opiniones que tengan los usuarios potenciales respecto a nuestro producto o servicio. Cuando decidimos emprender un viaje sin pasaje de vuelta vamos a exponernos a las miradas que los otros tienen respecto a nuestra decisión de irnos (este ejemplo me toca de cerca pero queda para otra historia). Afortunadamente nuestras decisiones nunca van a conformar al 100% de nuestro entorno. Qué aburrido sería eso, no?

“Ser uno mismo en un mundo que está constantemente tratando de hacerte alguien diferente es el mayor logro” — Ralph Waldo Emerson

El caso particular que quiero usar como ejemplo es uno de los proyectos que creamos mientras estudiábamos en la Universidad en el año 2013. Digo proyecto porque no llegamos a conseguir el capital semilla ni generamos ninguna venta. (El capital semilla es el financiamiento inicial que se requiere en la etapa inicial de una empresa para ponerla en funcionamiento). Fue increíble el tiempo de análisis y planificación que le dedicamos a esa etapa. Es más, creo que el miedo que teníamos a “salir” al mercado era directamente proporcional al tiempo de desarrollo que empleamos y la perfección a la que quisimos llegar para “estar listos” para el lanzamiento.

Terminal D era un makerspace, un proyecto que creamos con Agustina (mi socia también en Vistiendo Santos) y Lucas, otro amigo de la facultad. Nuestro objetivo era brindarle a la gente un espacio dedicado y armado 100% para la realización de prototipos y maquetería industrial. Terminal D era un concepto que había surgido en ese momento, al igual que otros lugares como NETI Makerspace, de la necesidad de un lugar preparado con las herramientas necesarias, medios de seguridad apropiados, capital humano capacitado y lo más importante, buscábamos tener la sinergia que se genera cuando se trabaja en equipo, viendo lo que hacen los demás, inspirándonos, ayudándonos y empujándonos a hacer productos mejores. El potencial de networking que tienen este tipo de espacios (Makerspace) es brutal y esto era lo que necesitábamos nosotros y muchísimos otros estudiantes. El proyecto sin dudas era ambicioso para la edad que teníamos (23 años) y no éramos conscientes de la magnitud a nivel de responsabilidad civil a la que estábamos expuestos teniendo personas utilizando maquinaria pesada potencialmente peligrosa dentro de nuestro espacio. Esta era una de las amenazas que enfrentábamos en nuestro FODA a la hora de vender la oportunidad de negocio. (El FODA es el análisis de Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas de un proyecto). No obstante, un dato no menor y que jugaba a favor nuestro es que en Buenos Aires más del 75% de las viviendas son departamentos (Según la Encuesta Anual de Hogares) y esto hacía de Terminal D una propuesta interesante para esta gente que precisaba trabajar en un espacio más amplio y sin dar explicaciones de ruidos molestos a sus vecinos.

Pero ahí seguíamos nosotros, retocando nuestro deck de inversores, el cash flow, y toda la documentación que veníamos creando para conseguir ese deseado inversor que confiase en nuestros números y promesas. (El deck de inversores, básicamente, es la presentación de tu proyecto/empresa de forma persuasiva con el objetivo de potenciar ventas o inversiones). Todavía me acuerdo cómo ponía a prueba el modelo financiero modificando las sensibilidades según los distintos escenarios proyectados para ver cómo resistía cada uno. Imagínense que hasta realizamos personalmente (Sí, cara a cara) una encuesta profesional a 100 personas que definimos como clientes potenciales y representantes del público al que apuntábamos para validar la necesidad que creíamos que existía de tener la posibilidad de asistir a un lugar con las características que planteábamos. Ya habíamos comenzado la inscripción de la S.RL. y estábamos listos para responder todas las preguntas que podían llegar a hacernos en nuestra primera presentación del proyecto a los potenciales inversores. Todo esto fue posible porque durante el proceso de creación tuvimos la suerte de haber conocido a nuestro mentor, Sebastián, él fue quien confió en nosotros y nos puso al frente de inversores reales que en algunos minutos nos enseñaron mucho más que ninguna universidad.

¿Y ahora qué? Pánico.

Lo que pasa es un poco esto, cuando le dedicás tanto tiempo a desarrollar algo para recién salir cuando lo tengas (según vos) perfecto, en tu inconsciente eso se va haciendo cada vez más grande y más difícil de manejar. Tal es la sensación, que a la hora de tener que enfrentarte con la realidad y ejecutarlo, no hay forma de que te sientas capacitado para realizarlo. Es un monstruo incontrolable que no sabés por dónde dominar, a diferencia de cuando arrancás acorde a tu experiencia, con pasos más pequeños, pero firmes, adaptados a tu conocimiento en esa etapa y lográs aprender y entender a medida que el proyecto va creciendo para poder pivotear fácilmente.

En nuestro caso habíamos endurecido demasiado esa propuesta de valor que teníamos y tuvimos mucho miedo de salir con ese proyecto, tuvimos miedo de presentárselo a más inversores y terminar de conseguir el dinero que necesitábamos realmente. Asumimos que nadie iba a confiar en nosotros porque nosotros mismos dejamos de confiar en nosotros. No creíamos que estuviéramos capacitados para llevarlo adelante, teníamos miedo de equivocarnos después de haber trabajado tanto tiempo en el desarrollo del proyecto y la forma de pivotear que tuvimos fue cambiando totalmente el negocio, usando el nombre de Terminal D para crear un club de beneficios, y luego un estudio de Diseño, a través del cual conseguimos clientes y generamos un flujo de facturación realizando trabajos bajo nuestra marca. (De acá se desprenden varias historias que te iré contando de a poco)

Entonces, no haber salido al mercado, o haber dejado el “proyecto perfecto” listo para ejecutar, podemos verlo de dos maneras distintas: Una es la clásica, “No nos fue bien porque no era el momento” que básicamente es una excusa general que está compuesta de microexcusas para justificar nuestro miedo y fracaso en relación a este proyecto. La otra forma de verlo podría ser “No nos fue bien porque tuvimos miedo de equivocarnos”, que es una afirmación correcta en la cual estamos identificando realmente cuál fue el problema para poder enfrentarlo y por otro lado nos estaría permitiendo cambiar el modelo de negocio a algo completamente distinto sin tener la percepción de que el trabajo que hicimos fue en vano. Si no todo lo contrario, que el camino recorrido fue lo que nos dio la posibilidad de que nos fuera bien con el estudio de diseño que terminamos formando.

“Ser valiente no es la ausencia del miedo. Ser valiente es tener miedo pero encontrar un camino a través de él” (Bear Grylls)

Por ende, cualquiera sea el resultado después de haber tomado la decisión de llevar adelante un emprendimiento, tiene un impacto positivo en nuestra formación, por eso no nos debería frenar el miedo. El miedo es un arma fundamental para nuestra vida personal y profesional, de hecho desde mi forma de verlo, deberíamos tener miedo de NO tener miedo.

Ahora sí, volviendo a la pregunta que te hice al principio y esta experiencia que te conté ¿Qué es lo peor que puede pasar si tomás la decisión de emprender?

Te invito a que me cuentes tus respuestas y conversar al respecto.

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