África En La Sala

Catalina Quiroga
De Color
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3 min readApr 24, 2019

Una noche especialmente oscura. Una noche sin luna.

Un sueño interrumpido por necesidad del cuerpo.

Un niño de diez años, que dejó el pañal hace un tiempo atrás. Se levanta de su cama y emprende una caminata al baño, uno que queda por el pasillo, al lado de la sala.

Con los ojos entreabiertos, Adrián camina a tientas por la oscuridad. Reconoce con ella la forma de las cosas de su casa. Anda tranquilo y confiado. Llega al baño. Prende la luz. Hace pipí. Se alista. Se lava las manos. Vuelve al cuarto, o… hasta el momento ese era plan.

Lo pensó así justo cuando cerraba la llave del lavamanos. Pero en ese momento, escuchó que más agua sonaba afuera del baño. No se imaginaba lo que la noche le tenía preparada.

Un ruido que viene suave, ese sonido de agua llama su atención. Sus pies andan hacia el lado contrario de su habitación. Camina hacia la sala. Como hubo luz en sus ojos cuando estuvo en el baño, ahora la oscuridad hacía todo más difícil de apreciar. Cierra sus ojos con suavidad, como para ver si de pronto así se acomodaba de nuevo a lo oscuro. Los abre. Ve magia.

Adrián no puede creer lo que sus ojos ven. Es África en su sala. Los butacos de hipopótamos ahora eran animales de verdad. Dos grandotes que jugaban en un lago, ese era el sonido de agua que había escuchado.

La mágica habitación se empieza a pintar lentamente con tonos dorados. Un lejano sol de atardecer que Iluminaba sin embargo cada rincón de ese familiar e inmenso lugar.

Adrián sigue incrédulo a lo que ve, pero sus ojos expresan lo contrario, llenos de emoción por cada cosa que ve a su alrededor.

Se hizo tan pequeño en ese inmenso lugar. Nunca lo imaginó. Siempre amó los animales y su lugar favorito del mundo contado por historias de papá era África. Jugaba con su hermano Gonzalo de dos años, haciendo los sonidos de cada animal que veían en cuentos y fotografías contadas para ellos.

Adrián piensa inmediatamente en su hermano Gonzalo — “Tengo que contarle lo que ha pasado. Será nuestro secreto de hermanos”-.

Elefantes. Camaleones. Avestruces. Cocodrilos. Jirafas. Zebras. Leones. Jabalíes. Gorilas. Leopardos. Hipopótamos… Eran incontables.

Y de tanta emoción, el sueño de nuevo lo encuentra. Se acomoda bajo un gran Baobab. Duerme y amanece en un rincón de la sala, junto al perchero de madera de la abuela Ana.

Es de mañana y su papá lo encuentra allí. Él piensa que que es posible que se haya levantado dormido. Lo despierta con un beso y le dice — ¿qué haces aquí hijo? — Adrián sonríe y lo abraza. Vuelve corriendo a su cuarto, encuentra a su hermano y le cuenta todo lo que ha pasado. — “Esta noche irás conmigo” — le dijo.

Adrián y Gonzalo, en su acuerdo secreto, apresuraron el tiempo y la rutina antes de dormir. Llega la hora de cerrar los ojos y esperar el momento en el que el cuerpo avise el tiempo de despertar.

Adrián se levanta, despierta suavemente a su hermano y lo coge de la mano. Van al baño y saliendo escuchan el sonido del agua. Se asoman. El hermanito pequeño siente algo de miedo, pero cogidos de la mano dan varios pasos y, con África se encuentran.

Sus ojos de maravilla, ven magia.. Encuentran de nuevo ese mundo dorado. Juegan, en los árboles y el agua. Admiran y acarician a los animales, que a su vez los tratan bien. Guepardos. Ñus. Antílopes. Babuinos. Gacelas. Tortugas. Erizos. Búfalos. Rinocerontes. Águilas. Hienas…

Entre el juego y la diversión, el sueño les gana.

Adrián sabe donde pueden recostarse para la mañana encontrar. Buscan ese alto Baobab y abrazados se duermen. Descansan en este secreto de los dos.

A la mañana siguiente, papá los encuentra en el perchero de nuevo -¿qué hacen aquí hijos?- les pregunta con intriga. Los abraza. Gonzalo dice entre dormido -“África…”- y cae en sueño de nuevo. En cambio Adrián con una gran sonrisa continua lo que su hermano dormido no pudo terminar de contar -“Es magia papá. Es África en la sala” -.

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Catalina Quiroga
De Color

Psicóloga, de esas que le gusta trabajar con niños, de esas que le encanta leerles cuentos, de esas que encontró su arte escribiendo para ellos.