Migas de Pan

Catalina Quiroga
De Color
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2 min readApr 9, 2019

Un camino angosto que divide el parque en dos.

Por un lado, perros con sus dueños, que juegan con otros, que juegan solos o que están pendientes de su voz.

Por otro lado, amigos que tocan canciones de colores, sentados en las bancas de los costados.

El lugar lleno de árboles que decoran las risas, la charla y el andar. Semejantes en tamaño, son familia y se cuidan cada día. Pero al final del camino, hay un árbol diferente de todos los demás. Uno pequeño y viejo. El favorito de don Octavio, su lugar especial. Una banca que lo acompaña y entonces, son testigos de todos al pasar, observan en silencio las risas y la vida.

A don Octavio lo conocen en el barrio. Es un señor mayor. Un anciano. Le gusta cargar una mochila cruzada en su espalda. Es más fácil llevarla y más cómodo usarla.

Han pasado muchos años y don Octavio acostumbra las tardes para caminar solo por aquel parque. Sus historias de vida le han enseñado a ser feliz, cuidar y respetar a todos, humanos y animales por igual.

Y así, con ese corazón grande, es amigo de unas palomas cafés que vuelan el parque. Lo visitan en aquel pequeño y viejo árbol todos los días a las tres.

Don Octavio con su mochila de toda la vida, siempre lleva adentro migas de pan que le han sobrado de sus comidas. Cuando se sienta a comer piensa en sus palomas amigas.

Con sus manos suaves y temblorosas, las saca, las esparce con cuidado y detalle. -“Todas deben tener para comer”- Les habla. Les cuenta de su día, pues a pesar que para un viejo solo la apariencia es que no tiene intriga, él hace de todos sus días el mejor día.

Las reúne a todas con historias y comida. Les pregunta ¿qué tanto han hecho?, ¿a donde han viajado?, ¿qué tan alto han llegado?. Él no se queda callado. También les cuenta todo lo que sus ojos han visto y todo lo que ha oído. Se ríen. Las palomas se ríen con don Octavio. Abren sus alas y les dan las gracias.

La gente pasa. Lo miran y las miran a ellas también. Sonríen. Su felicidad se contagia. Y luego de eso, hace pensar a los que miran al pasar — “Las migas de pan tiene magia, sabe hacer amigos y los guarda para el alma”-.

Don Octavio sacude lo que aún queda escondido en el fondo de su mochila. Les da las gracias. Se levanta y se marcha. Ellas se quedan un rato más, luego vuelan a sus casas, se preparan para un nuevo día y la nueva hora para repetir esa amena visita.

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Catalina Quiroga
De Color

Psicóloga, de esas que le gusta trabajar con niños, de esas que le encanta leerles cuentos, de esas que encontró su arte escribiendo para ellos.