Menos mal que no fui lindo

Andres Franco
De libre expresión
8 min readOct 14, 2015

Porque en la vida lo funcional no es ser bello, sino tener estilo.

Yo nunca fui lindo. Tal vez de bebé tuve un breve período como de 6 meses donde era un imán de pellizcos de cachetes y apapachos, pero eso nunca trascendió. Por allá en la época de bachillerato — más o menos hasta noveno grado — tuve ese clásico look denominado “bozo e’ rata” del cual solo fui consciente hasta que empezó el bullying.

Nunca tuve pasión por ningún deporte, tampoco recibí ese don hereditario para labores pesadas, detesto la mecánica y en general cualquier actividad física desgastante (aparte del sexo). Por allá en mis 20 tuve un poco de luz pero en realidad no duró mucho tiempo, básicamente por que entendí que lo más funcional para la vida no era ser lindo, sino tener estilo.

Y es que ser lindo no es bueno y estoy seguro de que quien diga lo contrario va a cambiar su percepción del asunto cuando termine de leer esta entrada. No voy a enumerar los puntos porque entonces este articulo se verá como esos que precisamente publica la gente linda y el título seria “10 razones para no ser lindo” o algo así.

Comencemos por entender que la gente linda le cae mal a todo el mundo. Ser atractivo físicamente es algo que genera envidia, y todos sabemos que la envidia es un sentimiento bastante ofuscante, pero también hay que entender que la gente que no tiene el don de la belleza se da por aludida naturalmente. La belleza es como esa lotería que se gana quien no la necesita y eso da la sensación de “ay sí, facilísimo” eliminando cualquier posible mérito en la causa. Es decir, el lindo es lindo porque tiene buena suerte. Es por eso que tenemos ese imaginario social de que la gente linda es inútil, y en el fondo esto tiene su teoría (más adelante lo explico).

Lo primero que vamos a entender son las razones por las que alguien se puede volver “lindo” y son — a mi parecer — éstas:

A. Por linaje

B. Por un quirófano

C. Por un gimnasio

Y ninguna de las 3 deja bien parada a la gente linda

A LA GENTE LINDA NADIE LE CREE

¿Cuándo ha visto usted una presentadora de farándula dando una noticia de orden público? ¡NUNCA ! Y es porque las personas físicamente atractivas tienen relación directa con la teoría del superficialismo, así que naturalmente todo lo que digan o hagan tiende a clasificarse dentro de este marco superficial. De seguro es bien injusto, pero claramente es el precio que la sociedad cobra a la gente linda en materia de credibilidad.

LA GENTE LINDA NO PASA DESAPERCIBIDA

Sonará un poco extraño que alguien “lindo” quiera pasar desapercibido, pero a mi parecer, el anonimato es uno de los placeres que hay que disfrutar. La gente linda no puede hacer eso porque son fácilmente reconocibles (precisamente por ser lindos). En cambio cuando uno es feo pasa desapercibido. ¡Es el perfecto camuflaje, podemos ir a putiaderos, casinos, carreras clandestinas y nadie va a notarlo por que los feos somos más! En cambio si uno fuera lindo, la cosa cambiaría. No podría uno frecuentar establecimientos de dudosa reputación y realizar actividades que comprometan la moral — como comprar marihuana o tener sexo en público — sería muy complicado al ser altamente reconocible.

LA GENTE LINDA ES IDEALIZADA

Con la gente linda no hay perdón. Si la cagan la sanción es al doble y sin misericordia. Es una manera disimulada que el resto (los que no somos lindos) usamos para tomarnos la justicia por mano propia. La idealización con la gente linda nos dice que todo tienen que hacerlo bien y perfecto. Es una maldición para aquellos que gozan de la bendición de Afrodita. Pero en el contexto real la gente espera mucho más de la gente linda, aparte de su obvia belleza. Por ejemplo que tengan un talento o que sean exitosos en algún área profesional.

“Una persona que en realidad disfrute la vida nunca tendrá el abdomen marcado”

Los 3 aspectos anteriores ofrecen una inminente desnaturalización de la belleza. Si bien es cierto que la concebimos de manera efímera, en el mundo real tiende a traer consecuencias bastante devastadoras en la moral y personalidad de todos los “galanes”.

No vamos a buscarle variables a este artículo, no me salgan con que buena y linda son cosas diferentes por que bajo mi lógica una cosa no podría existir sin la otra. Entiendo que las connotaciones son diferentes, pero aquello que hace linda a una mujer es lo mismo que la hace estar buena. Punto.

Si vamos a hablar de interacción social, la gente linda la tiene bien complicada. Las mujeres lindas suelen por lo general ir en contra de ese modelo independiente femenino. Se acostumbraron a que todo sea resultado de su arrolladora belleza. Y los hombres creo que hacen todo lo necesario por ocultar todo aquello que la belleza no puede tapar.

¿Saben? Yo le tengo mucho respeto a esa gente que vive de su físico. Aunque no lo parezca siento gran admiración por la disciplina que requiere verse bien. Y no hablo de todas las que viven metidas en un quirófano. Eso no se vale, eso es como conseguir plata traqueteando. Pero cualquier persona que disfrute la vida en realidad nunca tendrá el abdomen marcado. ¡Comer saludable es carísimo! ¡Mantener un cuerpo armónico es jartísimo! Y una cosa depende de la otra. Pero algo es claro, la belleza física demanda tanto trabajo, que a esas personas pocas veces les queda tiempo para desarrollar otras áreas. Como mucho lo combinan con lo académico y pare de contar. Entonces la gente linda termina moviéndose de la casa al gimnasio y del gimnasio a la casa, y eventualmente van a estudiar o a trabajar.

Pareciera que la belleza le imposibilitara a uno muchas cosas. Por ejemplo, ¿por qué todos creen que la gente linda tiene que ser buena gente? A mí por ejemplo las viejas “come mierda” me llaman la atención, pero por lo general no son lindas, sino que tienen estilo. La gente linda parece que está obligada a mantener un estándar de comportamiento y ahí es donde yo digo: “Menos mal que no fui lindo”.

Idealizamos a la gente linda desde pequeños. De hecho creo que es el primer activo en valorización que descubrimos cuando somos niños. ¿Quién en el salón no se acuerda de la más linda? Desde que somos unos simples infantes ya nos meten el cuento de que ser lindo lo hace a uno mejor persona, y es ahí donde entonces empezamos a perseguir ese imaginario. Recuerdo que en el kínder, sin tener noción alguna del amor, ya te hablaban de tener novia y uno siempre quería que fuera precisamente la más linda. Y les estoy hablando por allá de 1985. Y a la fecha, nada ha cambiado.

Dejando a un lado el caótico debate del superficialismo y de que lo importante va por dentro, creo que merece la pena un alto en el camino para mirar la desventaja coyuntural que precisa ser lindo versus lo emblemático que se torna tener estilo.

Pero si tuviera que volver a nacer y me dieran la oportunidad de elegir entre ser lindo o tener estilo, definitivamente no dudaría en rechazar la bendición de la belleza. Tal vez porque la misma belleza que identifica a alguien es la misma culpable de opacar otros talentos. Tener estilo por el contrario, no es más que un conjunto de rasgos peculiares que caracterizan a una persona y le confieren una personalidad propia y reconocible.

Ser lindo cuesta, lo reitero, porque yo lo he intentado y requiere disciplina y muchísima fortaleza. Con seguridad les puedo decir que tener estilo es más barato y requiere menos; o tal vez digamos que requiere otras cosas. Yo por ejemplo no tengo nada de disciplina para el ejercicio, pero sí la tengo para otro tipo de cosas. Yo no tengo constancia para una rutina, pero sí la tengo para los procesos. Pero en definitiva, tener estilo solo lo define una sola cosa: LA SEGURIDAD. Y eso definitivamente no viene como suplemento alimenticio.

“La seguridad no se obtiene enfrentándose a ella, se adquiere incorporándola a usted mismo”

Confieso que soy víctima de la belleza. ¿Quién no? Ya lo he dicho muchas veces: las cosas lindas atraen, es innegable. Pero ¿será la belleza un elemento preconcebido o prefabricado en nuestras mentes? ¿Cuál es el modelo que debería ser el correcto? En Asia, por ejemplo, una mujer bella debe ser de estatura pequeña o mediana, no demasiado alta y su piel debe ser lo más blanca posible. En la tribu Karen de Tailandia, las mujeres alargan sus cuellos artificialmente con anillos dorados y cuanto más largo es el cuello de una mujer más bella se la considera. En la mayoría de los pueblos de africanos, la mujer es más bella cuanto más rapada lleve la cabeza; al contario de los hombres, que en muchas tribus africanas lucen melenas trenzadas. En Nigeria, las mujeres acuden a centros de obesidad para poder ganar kilos antes de casarse, ya que esto indica un elevado estatus social.

El modelo estético sudamericano es el de una mujer muy femenina, de piel canela y cabellos largos sin importar el volumen de su trasero. En Norteamérica los patrones estéticos son los de la belleza anglosajona y escandinava, origen de la mayoría de los emigrantes de los que descienden los actuales americanos. En Europa también impera el modelo de belleza occidental, aunque de manera mucho más relajada sobre todo para las mujeres, a las que ya no se les exige ser tan jóvenes ni tan delgadas.

¿Pero qué sería de todos estos patrones estéticos sin algo de estilo? Exactamente… nada. Simples características descriptivas sin un trasfondo sostenible, elementos físicos sin ninguna conexión estética. Y es allí donde la seguridad de imponer un estilo cobra sentido.

Hay que estar seguro de aquello en lo que nos consideramos buenos. Hay que ir mas allá de la duda natural y convertirlo en una seguridad propia. Y eso no solo aplica a los patrones estéticos o cosméticos. Sí, a algunos les cuesta mucho ponerse un corbatín pero a otros les cuesta más expresar lo que realmente piensan y eso finalmente siempre hará parte de aquellos que consideramos tener estilo. Se aplica a lo decimos, a cómo nos vemos y — sobre todo — a cómo lo hacemos.

Y usted que lee esto, ¿todavía esta siguiendo las tendencias o ya definió su propio estilo?

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Andres Franco
De libre expresión

Audiovisual Producer (music, video and web bussines), CEO of @ElRitmoRecords ®. Empresario Colombiano de caracter fuerte y convicciones claras