En contra del lenguaje inclusivo

De Pasillo
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4 min readApr 1, 2019

Por: Sofía Luna

Para empezar esta discusión, quiero recordar que no hay “buenos” y “malos” feminismos, sino diferentes perspectivas sobre cómo se debe llegar a la igualdad de género. No hay respuestas absolutas, definitivas o completamente correctas a la pregunta de dónde debe enfocarse el movimiento feminista. Por esto, invito a un debate donde exploremos y problematicemos distintos puntos de vista sobre la lucha por la igualdad de género; después de todo, es necesario que permitamos que en el movimiento feminista convivan pacíficamente muchas nociones del feminismo.

¿Es la lengua española realmente sexista? ¿O es, más bien, sexista el uso que sus hablantes le dan?

Los defensores del lenguaje inclusivo afirman que nuestro idioma es sexista, en parte, porque obliga a las mujeres a acogerse a artículos y sustantivos masculinos. Sin embargo, como afirma la lingüista Concepción Company, profesora emérita de la UNAM, artículos y sustantivos como “los” o “presidente” no pertenecen al género masculino de una forma asociada al sexo. El género masculino en nuestra gramática es indiferente al ser hombre o mujer, los géneros del español no se corresponden con el sexo. Afirmar esto es confundir un asunto gramatical con el sexo: no hay un correlato entre el género gramatical y el sexo.

Además, si se siguiera la lógica de que las reglas gramaticales discriminan, se podría afirmar que los hombres son invisibilizados por el lenguaje al no tener un género gramatical propio. Mientras que, por ejemplo, las mujeres pueden apropiarse exclusivamente del sustantivo “las niñas”, los hombres no tienen un sustantivo propio para esta categoría, pues “los niños” puede implicar tanto mujeres como hombres. Nuestra lengua contiene sustantivos masculinos y femeninos que aplican para hombres y mujeres, y esto no significa que el español sea machista. Hay, también, sustantivos femeninos a los que los hombres se deben acoger, como “víctima”, y el que estas palabras no tengan una alternativa masculina no implica que se esté discriminando a los hombres.

Así mismo, el uso del lenguaje inclusivo exigiría algunos cambios que son etimológicamente imposibles: hay palabras que vienen de una etimología particular que se irrespetaría totalmente si se cambiara su género. Igualmente, estos cambios harían que el lenguaje pierda unas de sus virtudes más importantes: su economía, sencillez y eficacia.

Lo sexista, entonces, no es la gramática de nuestro lenguaje, sino el uso que hacemos de ella y la manera en que construimos nuestro discurso. Para ilustrar este concepto, Concepción Company nos pone el siguiente ejemplo: “Cuando a un hombre le dan un premio, los periódicos mexicanos suelen decir: Juan Pérez fue reconocido con el premio Cervantes. En este caso Juan está a la cabeza de la oración, figura como el tópico, el principal. Pero si es una mujer con frecuencia aparece: el premio Cervantes le fue otorgado a Juana Pérez. Aquí quien aparece a la cabeza es el premio y la pobre Juana está a la cola. Eso sí es discriminatorio. También ocurre que si el premiado es un hombre se escribe un texto con su currículo y si es una mujer se ponen como mucho tres líneas.” Otro ejemplo es cuando los medios de comunicación reportan algún logro excepcional de una mujer y se enfocan en su figura como mamá y esposa, en vez de su papel como profesional. Por esto, la atención de la lucha feminista no se debería centrar en la gramática, sino en la forma en que la sociedad crea su discurso.

Concepción Company

¿Realmente la introducción de unos usos gramaticales causará alguna transformación en la sociedad?

El lenguaje inclusivo quiere imponer unos cambios abruptos en el lenguaje de forma vertical y arbitraria. No obstante, estos cambios no tendrán sentido si no van acompañados por un cambio social. Transformar el lenguaje no genera transformaciones sociales, es al revés: los cambios sociales generan cambios en el lenguaje. La lucha feminista no debe concentrarse, entonces, en alterar el lenguaje sino en alterar la sociedad. El lenguaje cambiará (de forma no previsible), en el momento en que la sociedad haya sufrido una serie de transformaciones.

Por otro lado, el que la gramática del lenguaje tenga un género “neutro” no significa que la sociedad en la que se usa ese lenguaje sea igualitaria. Existen lenguas cuya gramática no tiene género, como el persa y el turco, y aun así, en sus sociedades la mujer está ampliamente invisibilizada. Por esto, no debemos creer que el introducir unas reglas gramaticales al lenguaje va a acabar con el machismo de nuestra sociedad. Antes de intentar modificar el lenguaje, intentemos modificar las condiciones que le ofrecemos a las mujeres en la sociedad.

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