Cuba, mi casa
Imagina que te encierran en una casa, sin posibilidades de salir a comprar víveres ni en la bodega ni en los mercados comunitarios. No cobras un salario alto, pero te ves obligado a comprarle todo a los revendedores. Si no, tú familia morirá de hambre. Algunos deciden dejar el hogar que los vio nacer, probar suerte en otros lares. Escuchas de los malagradecidos, esos que no recuerdan cuando les tendiste la mano para brindarles un plato de comida. Solo vociferan sobre los malos momentos y te culpan de cada una de las penurias.
¿Cuál es la única manera de seguir adelante? Sencillo: todas las personas que quedan en la casa deben esforzarse por seguir adelante, juntos.
Esta es una gran metáfora de la situación cubana actual. Quienes no nos dejan abastecernos quieren convencer a los jóvenes de que no tienen futuro aquí. Venden una perspectiva de porvenir distinta, llena de maletas y productos que nunca vamos a necesitar. Es más fácil irse y no enfrentar cara a cara a la adversidad. Hoy, luchar por Cuba es un acto de fe y rebeldía. Ni fuera del país la vida fuera color de rosa.
Quienes crean el problema pintan también la solución: un cambio de “régimen”. Entonces Cuba también será una “tierra de oportunidades”, de “libertad”.
Parece una fábula muy bien contada. La moraleja es simple: si vendes tu alma, podrás vivir en el paraíso.
