Disparos obsoletos

jorge
delirium quotidianum
2 min readOct 27, 2016

Las bajas han dejado de contarse, ya nadie sabe cuantos quedan. Uno a uno fueron oyéndose los gritos, ahogados entre perdigones perdidos. El frío quema igual que el fuego. Se tambalean las miras entre gatillos entumecidos.

Otro disparo: estuvo cerca.
Otro disparo: ya no estás.

No sé bien quién eras, pero hace un rato disparamos en la misma dirección. Para mí eso es ya bastante cercanía, es casi fraternidad. En tiempos como estos uno no puede andarse con cuentos de carnet, membresía o licencia.

Apunto.
Disparo.
Fallo, recargo, disparo.

Tampoco puede uno andarse con cuentos en la cabeza. Tengo que confesar que a veces jalo el gatillo como ciego, como autómata, porque aunque apunte no le doy a nada. ¿Qué le vamos a hacer? Con frecuencia creo que ya bastante he logrado con no haber muerto hasta ahora.

— ¡Mau! ¡Mauricio! — fue frenético el grito — ¡Vámonos! ¡Ya! ¡ya!

Vamos entonces. Solo un disparo más: de consuelo. Ahora sí, vámonos. ¿Por dónde me tocaba regresar? Maldita memoria, siempre me traiciona. A ver: dos cuadras, derecha; atravesar el edificio alto…

Disparo, disparo,
¡hijue puta!,
disparo, disparo,
disparo,

disparo.

Un grito de agonía silencioso se me atasca en la garganta, mientras el frío me perfora el estomago. Casi puedo sentir la sangre empaparme las plantas.

— ¡Rápido idiota! ¡Nos van a matar!

Si es difícil asimilar la muerte cuando la tenemos encima, es mucho más escandaloso darse cuenta que se vive aún, tras haber rozado el final. No hubo túnel empalmado con resplandor, ni vi mi vida pasar en un film. “Dame cuenta de tu administración” fueron las palabras que recordé con cierto miedo. Me habían impactado tanto cuando hace años las escuche de un cura en su lecho de muerte: decía que esas eran las palabras de bienvenida de Jesús. Luego venía el cielo o el infierno. Yo estaba ya en el segundo.

— ¡Vos sos mula o qué! ¡ya, que nos van a dejar!

Agitando el revolver en el aire, aún humeando, Jose me decía que le siguiera, que ya había llegado el picop para sacarnos de ahí. Antes tenía la impresión de que ir en una palangana mientras nos perseguían con pólvora no era seguro, pero me di cuenta que daba igual: Iván murió escapando en un coupé azul. Las leyes y el sentido común eran poco estimados por todos, ya de sobra habían probado ser obsoletos.

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jorge
delirium quotidianum

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