¡No nos vamos más!
Para ninguno de los que me lee es un secreto que salir del micro espacio en el que crecí fue un alivio que no tiene comparación.
Crecer en un país machista, católico y recalcitrante, lleno de vestigios (que continúan en activa reproducción) de un sociedad patriarcal y misógina, marca profundo el pensar y el actuar.
Por eso me llena tanto de alegría que Argentina, el país que elegí, junto a todos sus problemas, avance a pasos agigantados en la lucha feminista, dando patadas a las estructuras que durante tiempo nos ataron.
Lo de Thelma, no es coincidencia. Es la prueba viva de que el movimiento feminista palpita con fuerza dentro de una sociedad agónica que se aferra con uñas y dientes al poder que pronto no tendrá más. Lo de Calu, no fue coincidencia. Es la muestra de que los tiempos por fin habilitan una lectura amplia de los síntomas de una enfermedad que nos corroe hace siglos.
El silencio que nos ahogó durante tanto tiempo no nos encadena más.
La mirada que nos condenó durante tanto tiempo ya no nos atemoriza más.
Las palabras que nos latigaron durante tanto tiempo ya no tienen valor.
Porque finalmente llegó el día en que dijimos “no más”, el día en que nos cansamos de ser segundas, de no ser capitanas del barco en el que también vamos.
Porque nuestros sueños también importan, porque lo que queremos también importa, porque nuestro deseo ya no se representa como migajas que caen de la mesa del amo.
Salimos y gritamos con fuerza que “se va a caer y que vamos a vencer” y no con una esperanza vacía. Gritamos fuerte porque sabemos que así será. Porque hoy nos abrazamos más fuerte.
Por nosotras y por las que ya no están. Gritamos, nos enojamos y luchamos por todas.
Cerramos los ojos y ya casi podemos sentir que esto algún día va a terminar.
** Disculpen si las palabras son agitadas y convulsas, pero todo pasa tan rápido que detenerse por un momento puede implicar perderse algo, y en esta charla, todo es importante.
