Sobre aquello que me huele mal

Carolina Flechas
Dentro del canasto
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4 min readMar 21, 2019
Vía Tumblr

Estas palabras se han demorado mucho en salir de mi cabeza, queridos lectores. Por aquello que autodenominé “bloqueo creativo” dejé de escribir durante algún tiempo (como ya sabrán los que me leen constantemente). Escarbé con palillos las profundidades de mi cabeza. Me senté en la silla de mi escritorio mirando a la pantalla muchas veces y hasta dormí con lápices al lado de mi cama en lo que pareció un intento circense de volver a escribir y aún más importante: de saber sobre qué hacerlo.

Y para iniciar mi hilo de pensamientos inconexos del día, quiero contarles que estuve meditando mucho después de haber ido a la marcha del 8 de marzo. Dentro de la multitud, los gritos, el baile, el ruido y los pañuelos verdes sentí un ligero mal sabor. Por momentos me sentí en un lugar ajeno y lejano. Un lugar que antes me llenaba plenamente y que en ese momento miré, pero no supe reconocer.

Muchas veces hemos leído la manera en la que se sedimenta un movimiento. Un grupo o una corriente de pensamiento inicia con una práctica que se comienza a regularizar para luego proceder a ser teorizada; y el movimiento feminista encaja perfectamente en esa estructura, en donde primero comenzaron las protestas de mujeres, las huelgas, el repartir volantes, las reuniones junto a todo tipo de acción colectiva y política, que luego se vio sometido al encuadramiento mordaz de la teoría.

El movimiento feminista, como muchos otros, nació en la calle. A la fuerza y con bravío. Demandando interrumpir un orden que se pensaba estable, lo que no es tarea fácil y muchas veces requiere ciertas cantidades de violencia y romper las reglas. Sin embargo, el 8 de marzo, mientras caminaba a través de las columnas de mujeres pude ver a un movimiento sin forma, sin coherencia. Una suerte de palimpsesto en donde casi cualquier reclamo puede anidar sin ningún problema. Vi a diferentes colectivos políticos: partidos de izquierda, derecha, centro, colectivos afro, vi a mujeres con pañuelos azules, mujeres que mostraban sus senos, que quemaban cosas, pintaban paredes gritando con violencia y entre muchas otras cosas.

Hago toda esta reflexión porque el punto exacto al que quiero llegar, queridos lectores, es que en el momento en que vi a muchas mujeres destruyendo cosas, quemando y pintando paredes, sentí rabia. Sentí que nada podía estar más lejos de lo que el movimiento quiere reivindicar y de los reclamos básicos (derechos, salarios, no violencia) que este sostiene. La destrucción, la desidia y el odio son sentimientos que afloran en esos espacios, que deberían ser usados para unir, educar y pensar en conjunto. Un ejemplo muy claro es el colectivo de feministas radicales (radfem) que apoyándose en un criterio biologicista excluye a toda mujer que biologicamente no entre en ese campo. Así la hetogoreneidad y la atomización del movimiento se convierte en una traba.

Cuando los colectivos crecen tanto, y de manera tan desordenada, muchos reclamos se encuadran bajo un solo nombre; reclamos que poco, o nada, tienen que ver el uno con el otro, por lo que las ideas originales y las banderas que al inicio se hondeaban alto se comienzan a diluir. Los sentidos se pierden y en medio de ese tejido ya nada significa ni representa nada ¡Aquí es donde hice el clic!

El movimiento feminista que nació como protesta, como calle, como reclamo con ira y fuerza, no se encuentra en un momento histórico en el que precise de todas esas herramientas que fueron parte de su núcleo. El movimiento nació con reclamos absolutamente coherentes: se pedía por igualdad de derechos, igualdad de oportunidades, trato igual y no violencia, y aunque ya pasó más de un siglo seguimos reclamando muchas de estas cosas. El siglo XXI trajo múltiples ventajas entre las cuales la divulgación, la posibilidad de adquirir información y difundirla configuraron un nuevo panorama: uno en donde el componente de la rebeldía, la destrucción y la rabia no tienen un lugar fundamental. Las herramientas actuales suponen un trabajo mucho más complejo, de la mano una gran cantidad de reflexión (que debe estar acompañada, en mi humilde opinión, por algún tipo de sustrato teórico) que permita pensar las complejas situaciones que enfrentamos, los desbalances de poder y las distintas miradas desde un lugar diferente al que se venía haciendo.

Si queremos entender muchos de los fenómenos de la actualidad: por qué el aborto no es legal todavía o porque las mujeres o el colectivo LGTB se sigue pensando con categorías antiguas, debemos sentarnos y re-pensar la manera en que se vienen haciendo las cosas.

Cuando el movimiento feminista tira con fuerza la cuerda para su lado aleja cada vez más a aquellos que no entran en él y el espacio social. El discurso se radicaliza (tal y como lo hace en la política) de ambos lados y así mismo las subjetividades que se construyen dentro de los mismos. Así, por ejemplo cuando hay mujeres que hacen graffitis en edificios históricos o queman cosas, el objetivo principal del feminismo se subvierte. Se pierde el horizonte de lo que se supone se busca.

Hay mucho camino por andar. Hay muchas estructuras que cambiar y mucho que reflexionar y pensar. Los argumentos y las ideas deben ser las herramientas que se usen en esta batalla. Como feministas nos corresponde ayudar a que el movimiento crezca y junto a este sus conquistas y reclamos, y es nuestro deber informarnos pues el carecer de fundamento puede convertirse en una debilidad. Luchemos pero no desde un lugar acrítico. Luchemos desde la información, sin odio y sin pensar que aquel que está del otro lado es un tonto. Luchemos y hagámoslo bien.

**Reflexiones del final (si llegaron hasta acá los quiero mucho): Gracias a una amiga querida, que sabe quién es, por escribirme ayer y por reclamar mi vuelta a la escritura. Por querer leer las cosas raras que se engendran en mi cabeza. Es mí mejor regalo de cumpleaños.

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Carolina Flechas
Dentro del canasto

Estudiante de comunicación y futura escritora🖊 •Tengo ojeras muy pronunciadas y una taza de café en la mano ☕️( sin importar en que momento se lea esto)