Historia desde el centro de la tierra

Adrián Viéitez
Deportes Compostimes
8 min readNov 25, 2014

La pequeña esfera amarillenta roza el suelo en una, dos y hasta tres ocasiones. Los pies se deslizan sobre el polvo de ladrillo, levantándolo ligeramente y buscando su perfecta colocación entre las líneas de cal milimétricamente diseñadas. Su mirada desafía a su adversario. Sus manos se coordinan, la pelota sale disparada hacia el cielo de París… En su caída, es impactada violentamente por las cuerdas de un utensilio singular. La pelota vuela hacia el lado opuesto de una pista circundada por la atención de miles de personas. El baile de polvo comienza. Roland Garros halla su esencia.

Roland Garros fue un joven aviador francés que falleció a la temprana edad de 30 años. Loco apasionado del deporte de la raqueta, su nombre fue entregado al más prestigioso torneo de tenis francés, hasta el momento de carácter exclusivamente local, con el objetivo de homenajear su recuerdo y convertir al campeonato en un evento de índole internacional. La explosión del tenis francés tenía lugar en 1927, cuando los a posteriori denominados “cuatro mosqueteros” (René Lacoste, Henri Cochet, Jean Borotra y Jacques Brugnon) se alzaban con la Copa Davis. Con motivo de este acontecimiento y la apertura del torneo de Roland Garros a participantes de todos los países, el complejo deportivo Stade Roland Garros tomaba forma. El trofeo del torneo pasaba, además, a conocerse como “La Copa de los Mosqueteros”.

Los “Cuatro Mosqueteros”, origen de Roland Garros (Foto: Punto de Break).

A medida que las leyendas se inscribían en la historia del torneo, las pistas principales tomaban nombre. Las actualmente conocidas como Courte Philippe Chatrier y Courte Suzanne Lenglen no son más que sinceros homenajes a dos tenistas (masculino y femenina) que marcaron de forma honda la historia del tenis francés. Referencia y precursor del tenis sobre arcilla, Roland Garros se convirtió rápidamente en un obstinado competidor en cuanto a carisma y categoría para el, hasta el momento, gran torneo de tenis por excelencia, el británico y sofisticado Wimbledon.

En la etapa previa a la Era Open, es decir, el periodo comprendido entre la mitad de la década de los años 20 y la de los 60, el francés Max Décugis se erigía como principal triunfador con ocho triunfos, en una época en la que el conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial interrumpía de forma brusca la competición deportiva. Ya en los 60, el australiano Rod Laver, actualmente considerado como uno de los mejores tenistas de la historia de este deporte, se impuso en Roland Garros el mismo año que completaba el Grand Slam (vencer en los cuatro grandes torneos -Australia, Roland Garros, Wimbledon y US Open- en una misma temporada), una hazaña que sólo él ha logrado conseguir en el circuito masculino, haciéndolo en dos ocasiones (1962 y 1969), con excepción de Don Budge, quien lo había hecho en 1938. Hasta hoy, nadie más ha completado el círculo en la modalidad de hombres. Sí lo hicieron Margaret Court y Steffi Graff (en 1970 y 1988, respectivamente), en el circuito WTA.

Rod Laver, leyenda tenística sin parangón (Foto: John Rooney / AP Photo).

Manolo Santana, uno de los mejores tenistas españoles de la historia, considerado referencia hasta la irrupción de Rafael Nadal, lograba también el primer título en Roland Garros con color español en esta época. Corría 1961, y Santana se imponía en la final del torneo francés al italiano Nicola Pietrangeli, quien actualmente da nombre a la principal pista del Masters 1000 de Roma. El de Santana sería el primero de los dieciséis títulos de Roland Garros que la representación española (encabezada por Rafael Nadal, con 9 títulos) ha logrado hasta el momento, siendo el país con más triunfos en el torneo.

Desde el arranque de la Era Open en 1968, múltiples fueron los dominadores de un torneo destinado a la batalla, la brega y la crucifixión de muchos astros que se retirarían con la cruz de Roland Garros en su impecable historial. Tras una década de los 60 marcada por el dominio australiano de Laver y Roy Emerson, entre otros, los 70 constituyeron la explosión y consolidación del tenista sueco Björn Borg, actualmente considerado como uno de los más polivalentes e incansables tenistas de la historia. Con seis títulos, Borg dominaba mientras otros grandísimos tenistas como el rumano Ilie Nastase, el argentino Guillermo Vilas o el español Andrés Gimeno lograban encontrar su oportunidad y alzarse con la Copa de los Mosqueteros en una ocasión.

Borg, el astro sueco que reinó en París (Foto: World Tennis Magazine).

La otra cara de la moneda, los estadounidenses Arthur Ashe, John McEnroe y Jimmy Connors, incapaces todos ellos de ganar un torneo que siempre se escaparía de sus manos. Entre ellos, quien más cerca tuvo el triunfo en Roland Garros fue McEnroe, quien, en la edición de 1984, caería en una larguísima y épica final ante el checo Ivan Lendl. Un Lendl que compartiría el éxito ochentero con el sueco Mats Wilander, agenciándose cada uno de ellos tres triunfos, mientras el galo Yannick Noah (padre del actual pívot de los Chicago Bulls, Joakim) se alzaba con el que aún hoy es el último campeonato de Roland Garros ganado por un francés, en 1983.

La marca de entrada a la década de los 90 la daba un jovencísimo Michael Chang de apenas 17 años en categoría masculina, alzándose en 1989 con la Copa de los Mosqueteros y convirtiéndose en su vencedor más joven. Aquel escuálido y pequeño tenista americano con apariencia asiática derrotaba en la final al sueco Stefan Edberg, uno de los mayores representantes del clásico juego saque-red de comienzos de los 90, y que jamás lograría vencer sobre la tierra parisina, al igual que su eterno rival, el alemán Boris Becker.

Michael Chang, el ganador más joven de la historia (Foto: Tennis World USA).

Los años 90 serían una década convulsa y sin dominador claro, en la cual los vencedores se sucedían sin orden aparente. El ecuatoriano Andrés Gómez, el estadounidense Jim Courier y el español Sergi Bruguera (ambos en dos ocasiones), el austríaco Thomas Muster, el ruso Yevgeni Kalefnikov, el brasileño Gustavo ‘Guga’ Kuerten (quien posteriormente se alzaría con dos triunfos más), el mallorquín Carlos Moyá, y, finalmente, en 1999, el estadounidense Andre Agassi, que completaba así su círculo de Grand Slams, cubren un palmarés diverso y caracterizado por la absoluta igualdad.

Agassi, tras remontar de forma épica en su final ante el ucraniano Andrei Medvedev, se libraba de una maldición que no podía esquivar su compatriota y eterno rival Pete Sampras, quien jamás logró alcanzar la final en París. El nuevo siglo comenzaba con dos triunfos del mejor tenista brasileño de la historia, ‘Guga’ Kuerten, seguidos por dos triunfos españoles protagonizados por el veterano Albert Costa y el jovencísimo Juan Carlos Ferrero, cuya fulgurante carrera se vio, posteriormente, truncada por el lastre de las lesiones. En 2004 se vivió en París el torneo de Roland Garros más impredecible de los últimos tiempos. Finalmente, el argentino Gastón Gaudio, que apenas alcanzaba el puesto 40 en el ránking ATP y que, posteriormente, se autodefinió como “el peor campeón de Roland Garros de la historia”, se alzaba con el triunfo en una épica final ante su compatriota, el “Mago” Guillermo Coria, con remontada incluida.

Rafael Nadal, el rey de nueve coronas (Foto: Clive Brunskill / Getty Images).

Quizá la impredecibilidad de la victoria de Gaudio fue el presagio de que un dominador era requerido en París. El balear Rafael Nadal irrumpía con fuerza en el circuito ATP en el año 2005, y desde su debut ese mismo año en el torneo francés, sólo el sueco Robin Soderling ha sido quien de derrotarlo, de impedir que muerda una Copa de los Mosqueteros que ya ha alzado en nueve ocasiones, una cifra de récord. En 2009, la derrota de Nadal ante Soderling sirvió como pretexto para que el suizo Roger Federer, el jugador con más Grand Slams de la historia del tenis, pudiese evitar caer en la maldición de Roland Garros, una maldición que, hasta el momento, sigue persiguiendo a otro de los grandes jugadores de la última década, el serbio Novak Djokovic.

La relación de Rafael Nadal con Roland Garros define, en primer lugar, el cariz luchador e intenso de un torneo inimitable en el circuito ATP y, por otro lado, el espíritu incorruptible de un tenista que se ha envuelto de forma mística con una superficie de una forma en la que ningún otro jamás lo había hecho en la historia del deporte más delicado. Delicadeza rota, superada, destrozada por la garra, la raza, la fortaleza física y mental y la imbatibilidad de un hombre que ha logrado expresar sobre una pista, a gritos silenciados, que el talento no es la única arma de la mano de la cual se puede alcanzar el éxito.

El Roland Garros femenino, una incógnita

El circuito femenino, por su parte, sigue buscando a la reina de Roland Garros, a la mujer que ocupe el trono que las brillantes Margaret Smith y Chris Evert dejaron vacío. Un trono que ni Steffi Graff ni Martina Navratilova pudieron ocupar por demasiado tiempo. Un trono que una chica serbia de apenas 16 años llamada Monica Seles pareció querer ocupar indefinidamente a comienzos de la década de los 90, desvaneciéndose con una dureza casi lacrimógena. Un trono que la española Arantxa Sánchez-Vicario y la belga Justine Henin asaltaron hasta en tres y cuatro ocasiones, respectivamente, estableciendo sus cortos pero firmes reinados. Un trono que ha visto brillar a estrellas fugaces como Mary Pierce, Jennifer Capriati o Anastasia Myskina y que encumbró a la serbia Ana Ivanovic, la rusa Svetlana Kuznetsova y la italiana Francesca Schiavone. Un trono que la titánica dictadora Serena Williams sólo ha podido ocupar dos veranos, y que la rusa Maria Sharapova parece haber tomado como propio en los últimos tres años. ¿Será ella?

Maria Sharapova, la más firme candidata al trono (Foto: Matthew Stockman / Getty Images).

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Originally published at compostimes.com, 12–06–2014.

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Adrián Viéitez
Deportes Compostimes

Iba a escribir una mierda posmoderna pero me tuve que ir a cagar.