4. El régimen discursivo de la smart city

Manu Fernández
Descifrar las smart cities
10 min readDec 23, 2016

Así, el imaginario ha sido definido desde unos emisores específicos del paisaje tecnológico actual, formando parte estos agentes del régimen discursivo a través de su actividad de difusión, investigación y desarrollo, inversión y participación en proyectos de implantación de soluciones inteligentes en la ciudad. En la conformación de este imaginario, en la medida en que encierra expectativas y visiones sobre la condición tecnológica, los agentes protagonistas del imaginario comparten también una posición de optimismo tecnológico y un determinado posicionamiento sobre el papel de la tecnología en la sociedad. Como hemos destacado además, el imaginario tecnológico no es un artefacto puramente discursivo, sino que tiene capacidad de transformación de la realidad y de modificación de las formas de representación de la tecnología y de la ciudad. Por tanto, concebir la smart city como imaginario tecnológico nos permite establecer un marco de reflexión para explorar varios niveles de análisis: la forma explícita a través de la cual se reproduce como discurso social, las formas implícitas a través de las cuáles establece un nuevo orden moral sobre el desarrollo urbano más conveniente, las formas a través de las cuáles se posiciona en el debate público sobre la ciudad y se infiltra en las nuevas concepciones de la agenda urbana y, por último, las diferentes formas mediante las cuáles transforma espacial, social, económica y culturalmente las ciudades hoy en día a través de estrategias, planes, programas y proyectos urbanos. La SC actúa así como mecanismo legitimador al proponer una nueva lectura sobre qué es una buena ciudad y una mala ciudad.

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Aunque de perfiles muy difusos y sometida a diferentes interpretaciones e intentos de definición, la idea de smart city parece haber triunfado como término que pretende aglutinar esta relación entre las tecnologías del siglo XXI y su despliegue en la ciudad, habiendo conseguido además sustituir o cooptar otros referentes como la ciudad sostenible, la ciudad innovadora o la ciudad resiliente, términos que hoy resultan prácticamente intercambiables, precisamente por la flexibilidad conceptual de la SC y la vaguedad de sus apelaciones a otros conceptos-modelos en competencia. De la misma forma, la SC ha sido capaz de conectarse, subsumir o incluso fagocitar términos aún más conectados con el pasado reciente de exploración de la tecnología urbana contemporánea. Se trata de una genealogía abundante en términos (cybercities, information cities, intelligent cities, digital cities, virtual cities,… ) desde los ´80 del siglo pasado que finalmente han acabado diluyéndose en torno al término de smart city.

Hoy asistimos a la emergencia de un mundo post-PC tal como lo imaginó Weiser en el que la computación no se aloja en dispositivos personales específicos sino en un continuo que alcanza cualquier esfera de la condición humana y que implica la colonización de la vida diaria por las tecnologías de la información. Esta evolución tiene, además, una plasmación espacial como producción socio-material con una fuerte influencia en la vida cotidiana y prácticamente cualquier hecho urbano está mediatizado por código de software. Sin embargo, al contrario que otras grandes transformaciones urbanas pasadas, en la actualidad nos encontramos con tecnologías capaces de disolverse en la esfera física y material. Por un lado, las infraestructuras que sostienen las redes son absolutamente físicas, ya sea en forma de grandes centros de datos que ocupan hectáreas enteras de pabellones industriales o edificios completos en el centro de las grandes ciudades, ya sea en forma de los cables de conexión global de las redes que forman una enorme red de cables submarinos. Al mismo tiempo, las redes móviles, las conexiones wi-fi, las conexiones vía RFID o NFC son absolutamente inmateriales. El desconocimiento sobre las primeras y la invisibilidad de las segundas hace que hoy nuestras vidas estén mediatizadas por tecnologías que no forman parte de nuestro devenir cotidiano consciente. Así sucede, como apunta Nicholas Carr en Atrapados: Cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas, que la condición invisible (o la búsqueda constante del diseño invisible) hace opacos los sistemas sobre los que se sostiene de forma creciente el funcionamiento de todos los sistemas socio-técnicos humanos y, aunque estos fueran visibles, se han convertido a través del código en terreno vedado para quien no dispone de los conocimientos técnicos para descifrar este nuevo lenguaje. Y, en último término, aunque fuéramos capaces de comprenderlos, los algoritmos a través de los cuales trabajan, la lógica sobre la que se sostienen siguen siendo eminentemente opacos.

En nuestro texto partimos de la idea de los imaginarios sociales como plasmación ideológica de un régimen discursivo en torno a una idea colectiva de la tecnología urbana construida como conjunto de recursos retóricos, simbólicos y materiales que proponen una racionalidad para legitimar la producción e implantación de la ciudad inteligente. Esta idea colectiva es la “smart city” como constructo conceptual de poder simbólico sustentado a través de un relato perfectamente trazable e identificable a partir de sus protagonistas proponentes (quienes han construido el relato) y de su aparato discursivo (los conceptos y recursos sobre los que sustentan dicho relato). Esta retórica es capaz de dotar de significados concretos a una relación permanente en la Historia (la ciudad y la evolución tecnológica) que hoy se actualiza en torno a las tecnologías digitales (utilizadas aquí en un sentido muy amplio como categoría aglutinante de todas las soluciones de cualquier tipo vinculadas al procesamiento de información, la computación ubicua y las tecnologías móviles). Dicho relato es, siguiendo la idea de imaginario social, una construcción particular, es decir, una entre las diferentes posibles narrativas que podríamos hoy establecer sobre la relación ciudad-tecnología, y se sustenta sobre intereses particulares concretos de actores interesados en el mismo, cada uno con su propia agenda. Es así cómo diferentes actores se han sumado a la construcción de este discurso aceptando sus premisas básicas, pero cada uno con su propia agenda de prioridades, beneficios esperados, etc. Así, los gobiernos municipales más activos en este ámbito han apelado a la smart city como un elemento para operativizar discursos de transparencia y de eficacia en el uso de presupuestos públicos, mientras que las empresas y corporaciones tecnológicas suelen apelar a la modernización y al aumento de ventas en el mercado de la smart city.

Así, podemos entender la SC como un sistema de comunicación básica problemas-soluciones-utopía tal como lo describimos a continuación:

· Definición de una serie de problemas urbanos, situando en el debate público un determinado diagnóstico de la ciudad, priorizando unos problemas frente a otros. De esta manera, siguiendo la misma lógica que dice que quien tiene un martillo sólo ve clavos, los problemas a resolver de una ciudad en la presentación dominante de la ciudad inteligente tienen que ver con la caja de herramientas tecnológicas de las empresas que han perfilado inicialmente este discurso. Esto lleva a que cuestiones como el acceso a la vivienda, la desigualdad, el cambio demográfico o la segregación espacial, por poner sólo algunos ejemplos, quedan fuera de este punto de partida, a pesar de ser, a todas luces, problemas básicos y fundamentales de cualquier entorno urbano. La intervención de empresas privadas en la generación de una demanda para el mercado de las smart cities representa un proceso de creación de redes socio-técnicas de actores en la cúspide del régimen discursivo, iniciado a través de la problematización de la ciudad y la creación de una solución indispensable –la smart city como concepto- para poder afrontar el problema, necesariamente a través de la intervención de los agentes que han problematizado la cuestión. De esta manera, las preguntas iniciales (problemas) a los que se enfrenta la ciudad contemporánea están ya mediatizadas por la construcción del problema que se ha hecho desde las instancias que se han posicionado como proveedoras de las soluciones, imposibilitando el cuestionamiento de los condicionantes previos.

· Asignación de una solución global inmediata: la smart city como estrategia global de intervención. De esta forma, situaciones complejas que requieren de aproximaciones multi-nivel en cuanto a las competencias y enfoques multidisciplinares son entendidas de manera simplificada y dotando a la tecnología de un carácter cuasi-mágico que difícilmente casa con la realidad de las cosas, donde la integración de una nueva solución tecnológica sólo es una aportación a un conjunto de factores interrelacionados.

· Descripción de un escenario ideal, de manera que existe la posibilidad narrativa de ofrecer una relación directa entre los problemas y la solución. El relato se sitúa en un nivel de confianza absoluta en la capacidad de individualizar problemas separándolos de las complejas interrelaciones entre circunstancias urbanas y asignarles soluciones inmediatas y específicas. De esta forma, por ejemplo, las complejas relaciones que están detrás de las dinámicas de insostenibilidad global quedan enmarcadas en un relato en el que la solución a los problemas del cambio climático reside supuestamente en la adquisición e implantación de tecnologías energéticas de última generación, descontextualizadas de consideraciones sistémicas.

La emergencia hegemónica de la SC implica un cambio de marco que busca ofrecer al panorama de la gestión urbana una nueva forma de pensar sobre la ciudad en la que el lenguaje, representado por una nueva formulación del modelo urbano dominante, invita a hablar y pensar de forma diferente la ciudad. Desde su posición hegemónica, el relato ha sido capaz de reproducirse a diferentes niveles: en la creación de una nueva agenda pública que ha situado la inversión en ciudades inteligentes como una prioridad, en la explosión de eventos, publicaciones de relaciones públicas y comerciales, monográficos y especiales en los medios de comunicación social y, también, en la promoción de nuevos negocios e inversiones alrededor de las tecnologías urbanas como sector industrial nunca hasta ahora tratado de manera particular. El imaginario de la smart city se manifiesta con una voluntad de dominio respecto a otros posibles modelos urbanos recientes o en convivencia (ciudad creativa, ciudad sostenible, ciudad digital,…) y con voluntad de convertirse en universal (válido para cualquier ciudad, independientemente de su contexto geográfico, social, cultural, político o económico). A lo largo del texto mantendremos que esta voluntad busca en último término construir una nueva realidad sobre el hecho urbano a través de un discurso particular sobre la inteligencia urbana que se convierta en dominante o al menos mayoritario y, en cualquier caso, auto-justificativo.

These billboards tell the stories of London’s housing crisis

De manera general, la forma en la que se presenta la narrativa de la smart city a través de sus soluciones arquetípicas suele apelar a la inmediatez de su respuesta, la sencillez de su despliegue y la falta de controversia sobre su desarrollo. Este tipo de soluciones se presentan de manera no problemática (apuntando sus virtudes y, en el mejor de los casos, señalando algunas barreras cuya solución depende de otros agentes), soslayando la realidad concreta en la que tienen que ser desplegadas (procedimientos de contratación, mecanismos de financiación, aceptación social, capacidades técnicas dentro de los ayuntamientos, complejidad técnica en comparación con las tecnologías existentes instaladas en los municipios, etc.).

Como consecuencia de lo anterior, el catálogo de soluciones vinculadas a la smart city suele presentarse de manera genérica como un posible que cualquier ciudad puede integrar en sus infraestructuras, sin importar sus propias circunstancias o realidad social, técnica, política, demográfica, cultural, etc. La expresión inglesa, “one size fits all” para definir este tipo de soluciones sirve perfectamente para explicar este mecanismo discursivo. Smart grids, sensores, soluciones de analítica de big data o cualquier otro producto pueden ser explicados en Mumbai, Tel Aviv, Amsterdam, Valladolid, Casablanca, Detroit o Santiago de Chile y su despliegue narrativo y sus especificaciones técnicas serán las mismas.

Las características descritas tratan de definir el poder simbólico del imaginario tecnológico de la smart city, más allá de sus contenidos conceptuales que, como ya hemos indicado, son difusos y hasta contradictorios. Son, por tanto, a nuestro entender, la carga ideológica latente del imaginario tal como lo enmarcamos en el presente texto. El discurso dominante cumple así tres funciones: propone un diagnóstico oficial o manifestación de conocimiento establecido que es reconocido socialmente y que determina cómo se entiende un determinado objeto (la ciudad, en nuestro caso), prescribe un conjunto de directivas, órdenes, procedimientos y recetas con los que actuar sobre dicho objeto y, en tercer lugar, reconoce qué prácticas y actores están funcionado de acuerdo a su esquema. El poder simbólico de este discurso se torna con ello capaz de construir realidad en forma de prescripción y legitimación que alinea a actores diversos alrededor de un discurso hegemónico. Dicho de otra forma, este imaginario, en cuanto representación simbólica, propone un conjunto pretendidamente coherente de creencias que aspiran a ser compartidas socialmente como dominantes construidas a través de sentimientos, imágenes e ideas y, en nuestro caso, manifestadas materialmente a través de diferentes arreglos tecnológicos.

Este breve esquema nos permite sostener unos primeros cuestionamientos para contrastar el alcance del régimen discursivo de la SC. Una de las características de los regímenes discursivos es su voluntad de presentarse como visiones totalizadoras y auto-explicativas, es decir, con capacidad de sostener respuestas lógicas y evidentes.

El relato de la SC funciona como marco conceptual no sólo para proponer un programa de acción sofisticadora y modernizadora de la ciudad, sino también para interpretar la realidad. La smart city se presenta no sólo como una operativa de transformación material de la ciudad, sino también como una evaluación del estado actual de los problemas de la ciudad. Esta interpretación es, en último término, la que trata de legitimar una serie de respuestas que son las que configuran el abanico disponible de soluciones inteligentes para los problemas urbanos. Aprovechándose además de un marco cultural más ancho como es el del imaginario de la Red o Internet en sentido amplio, la smart city se alinea con un relato generalizado socialmente. En la extensión de este imaginario ha funcionado el mecanismo de reproducción mecánica de las ideas tan contemporáneo y ligado a la industria tecnológica. Desde los departamentos de marketing de las corporaciones del sector smart, y a través de sus notas de prensa y demás productos de relaciones públicas plagados de la retorica y la imaginería de la ciudad inteligente, se ha ido infiltrando a través de blogs y medios sociales un imaginario que, por su naturaleza visual, futurista, solucionista y simplificadora, es candidato perfecto a ser reproducido de manera acrítica.

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Manu Fernández
Descifrar las smart cities

Researcher + Consultant + Speaker. Sustainability, smart cities, adaptive urbanism, public spaces, networked society @humanscalecity