7. El futuro nunca llega demasiado pronto

Manu Fernández
Descifrar las smart cities
3 min readDec 23, 2016

Las promesas de la smart city son construidas a partir de una sistemática preferencia por los tiempos verbales en futuro. Esta cuestión la plantearon inicialmente Genevieve Bell y Paul Dourish en un acertado artículo (Yesterday’s tomorrows: notes on ubiquitous computing’s dominant visión) sobre la utilización del tiempo futuro como recurso discursivo en la tecnología (y, específicamente, en el área de la computación ubicua), y que la ciudad inteligente está repitiendo de forma mimética. De esta manera, echando la vista atrás a una década de investigación en el campo de la computación ubicua, los autores identifican como patrón el uso del futuro próximo (proximate future) como referencia temporal en la que las promesas se convertirían en realidad. De nuevo, no estamos ante una cuestión meramente estilística, sino que denota un posicionamiento previo sobre las condiciones en las que los desarrollos tecnológicos se desplegarán en la ciudad, quién será su responsable y cómo se repartirán los costes y los beneficios. Así, situando el potencial de realización de los beneficios de las smart cities en el futuro, implícitamente se sustrae la agencia de quienes no están incluidos en la propuesta de un determinado producto smart pensado en futuro. La responsabilidad de su desarrollo queda en manos de su proponente, mientras que los demás (de manera implícita también, la ciudadanía) queda al margen y no le queda más que esperar a ver cómo se concreta el proyecto. De la misma forma, detrás de este uso del tiempo futuro se esconde una estrategia de financiación del proyecto: invertir hoy para disponer de beneficios en el futuro (retornos económicos, ahorros o beneficios sociales), consiguiendo con ello sustraer el debate sobre la oportunidad de la inversión hoy (en la mayor parte de los casos muy importante dada la actual escasez de recursos económicos y también generalmente escondida entre difusos mecanismos de colaboración público-privada) porque, en cualquier caso, los beneficios futuros (por tanto, únicamente esperados y no reales) serán mayores.

Miniature City Scenes: 21 of Slinkachu’s Tiny Art Installation

Este mecanismo narrativo en tiempo futuro supone una consecuencia aún más crítica: las soluciones, dispositivos, interacciones o recursos susceptibles de ser catalogados como inteligentes son aquellos que veremos en ese futuro cercano, sustrayendo de la mirada aquellos ya existentes. Esta cuestión opera, a su vez, en dos niveles. Por un lado, sitúa la cuestión de la ciudad inteligente como una utopía más o menos cercana pero, en cualquier caso, por llegar. Es, por decirlo de alguna manera, el recurso a la insatisfacción del cliente (“aún no dispones de este producto que te hará ser feliz”), creando la actual abundancia de interés por comprar e implementar proyectos de smart city. Pero, por otro lado, funciona negando cualquier reconocimiento a proyectos, iniciativas o mecanismos ya existentes que perfectamente pudieran estar integrando hoy ya, de una manera mucho más natural desde la perspectiva del día a día de la vida en la ciudad, ese nuevo mix entre ciudad-tecnología que, en cualquier caso, ha sido siempre una constante en la historia de la ciudad a través de diferentes evoluciones tecnológicas. La negación de lo que acontece hoy, del uso actual de la tecnología digital es uno de los puntos de choque con las narrativas contra-hegemónicas, ya que oscurece de la descripción de la ciudad inteligente prácticas, agentes y usos cotidianos de tecnologías ya apropiadas por la ciudadanía.

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Manu Fernández
Descifrar las smart cities

Researcher + Consultant + Speaker. Sustainability, smart cities, adaptive urbanism, public spaces, networked society @humanscalecity