Obama en Cuba o La ¿disyuntiva? del antimperialista

Yisell Rodríguez Milán
Diabluras digitales
4 min readMar 17, 2016

¿Se puede ser antimperialista y querer la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos?
Sí. No veo contradicción.
Siempre defendimos que al pueblo norteamericano nos unen lazos culturales que van más allá del diferendo Estados Unidos-Cuba y que nada sería más normal, o menos traumático para la gente de esta Isla ya dolida por las consecuencias del subdesarrollo, que intercambiar con ese país sin que sus gobiernos nos asfixien a través del bloqueo.
Señalo esto porque ayer, leyendo una declaración/alerta de la recién nacida Red de Jóvenes Anticapitalistas, me pareció revivir un deja vú.
Me explico: El 17 de diciembre del 2014 entre los memes que mostraban las palmadas de San Lázaro en el hombro del presidente norteamericano circularon expresiones que considero cuanto menos ingenuas: “ahora Cuba cambiará su discurso”, “ahora Cuba quitará las banderas ubicadas frente a la Tribuna Antimperialista”, y “ahora Cuba ya no usará la vieja trova del enemigo histórico de la Revolución”.
Esas ideas parten de una matriz de opinión compartida por quienes le entablan la guerra simbólica a la Revolución. Por eso ahora, ante la alerta de la Red, no puedo menos que pensar en un concepto que siempre ha sido medular para el consenso nacional: cada cubano revolucionario es (y así podría sentirse) un embajador de Cuba.
No digo que, porque lo publica el MINREX o un Editorial de Granma, asumamos un lenguaje diplomático que, a su vez, está mediado por las consideraciones políticas, económicas, mediáticas y sociales del equipo de asesores del Estado.
Digo, por el contrario, que admitamos el sentimiento popular de que la convivencia entre contrarios es posible, aun cuando hayamos reconocido públicamente que no cederemos en algunos temas: ni Estados Unidos en sus infladas acusaciones sobre Derechos Humanos, ni Cuba en la defensa de nuestro derecho a la soberanía absoluta y a nuestro antimperialismo.
Recibir con hospitalidad a Obama en La Habana es, de hecho, una victoria. ¿Para qué avivar el enfrentamiento que sabemos eterno? Cuba ha plantado bandera en escenarios más complicados y siempre ha dicho sus verdades a veces a nivel de gobierno y a veces a nivel de pueblo.
[Lea los discursos de Cuba ante la ONU]
Lo que sentimos quienes que no dirigimos, quienes que no mandamos, quienes no jefeamos… lo que pensamos cuando googleamos o recibimos por el NTV las noticias sobre Irak o Libia, ya lo han trasmitido desde Raúl Roa hasta Bruno Rodríguez ante el mundo entero.
Pero que no nos provoquen… o pasará como en Panamá.
Ahora, los chicos y chicas de mi edad esperan con ansiedad la primera visita oficial de un presidente norteamericano, la mayoría dice que no irían a recibirlo al aeropuerto porque no es un héroe, me piden que les consiga entradas para el juego de pelota (como si yo tuviera algún poder especial por ser periodista) y se ríen de “la bestia” y su aparataje de seguridad alegando que aquí Obama solo podría temerle a un bache.
El posicionamiento político, las argumentaciones públicas y las denuncias ya están saliendo, pero no por cumplir el patrón de lo que usualmente sucede en América Latina -reclamaciones que compartimos- sino en respaldo al consenso nacional que ahora, como en cuadro apretado, hace más falta.
[Lea las declaraciones de los estudiantes y jóvenes, de las mujeres cubanas, el Consejo de Iglesias, el Gobierno Revolucionario…]
Raúl y Obama, finalmente… dieron un giro de 180 grados a la historia de las relaciones entre ambas naciones y apostaron por el diálogo y la apertura. Pero el giro, ojo, fue de 180 grados. No de 360.
No dejamos, de la noche a la mañana, de ser antimperialistas ni anticapitalistas. No abandonamos a Venezuela en medio de su cruzada contra los intentos desestabilizadores del mismo gabinete del Obama que en unos días pisará suelo cubano desplegando los encantos que su equipo de comunicación ya diseñó.
No pensamos, en resumen, cambiar nuestro rumbo. Y si la mayoría comparte esa opinión, no veo por qué no seguirla.

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