La fantástica aventura del bulto: Interludio

Parte 10: Interludio

naoxink
Diario de naoxink
4 min readApr 8, 2017

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[Parte 9: Noche gratis en suite de lujo con todo incluido]

Préstamo del latín medieval interludium, formado por inter ‘entre’ y ludus ‘juego’, ‘representación’.

Todos los días se convertían en lo mismo, estar sentado en el sofá viendo alguna película o serie. Puede parecer entretenido y puede incluso que parezca que está bien, habrá a gente que le guste entre las cuales me incluyo, pero no todo el día. Llegaba el momento que tenía la espalda destrozada, ya no sabía cómo sentarme sin mover ni estirar un solo milímetro la piel del cuello. Tenía medio cuello tapado con un apósito y debajo de ella unos puntos como pegatinas llamados stire-strip. También tenía un par de cruces con este mismo adhesivo en la barbilla porque al parecer estiran la piel que me abren y la “enganchan” en la barbilla para que se quede levantada, muy agradable.

El primer día en casa podemos decir que más o menos pasó bien y rápido pero después venía la noche y yo no podía tumbarme más, me dolía la espalda de tal manera que no tenía músculos, tenía alfileres, no podía estar más de veinte segundos tumbado sin que me empezasen a dar punzadas en la espalda. Esa noche no pude dormir nada, estaba desesperado, no sabía qué hacer. Me fui a la salita a ver si en el sofá podía acoplarme de alguna manera que no me doliese la espalda pero no hubo forma. Al fin llegó el nuevo día y me levanté de mi suplicio para dirigirme a mi nuevo trono donde me sentaría todo el día mientras veía mi larga cola de películas recomendadas.

Aquella tarde mi madre vino a hacerme la cura de la herida, trajo todo lo necesario: gasas, apósitos, etc. Estaba mentalmente casi preparado pero cuando me di cuenta que el apósito que tenía estaba pegado justo encima de los puntos los ojos se me pusieron como platos, tenía que despegar aquello sin llevarme los puntos de debajo lo cual me parecía misión imposible porque aquello pegaba más que cualquier adhesivo que jamás haya visto la humanidad. NERVIOSO perdido me puse frente al espejo e intenté ir despegando todo lo despacio y cuidadosamente que pude los bordes de aquel engendro pegajoso. Poco a poco, con mucha paciencia y moviendo la pierna derecha para expresar de alguna manera mi nerviosismo pude despegarla completamente sin llevarme ningún punto con ella. Después era simple, echar cristalmina que por suerte se echa modo colonia, secar con cuidado con una gasa y hala, el siguiente día a repetir lo mismo sólo que esta vez sería sin pasar por el mal trago del engendro pegajoso.

Esa noche tampoco pude dormir nada, literalmente, era imposible quedarse dormido con tales punzadas en la espalda y claro, sólo podía estar boca arriba por temor a que pasase algo con mi nueva apertura, quería que se cerrase no que se abriese. Dormir de lado estaba totalmente descartado.

Al tercer día, podemos decir que resucité, esa noche pude dormir del tirón y sin molestias. Aquella noche conocí a lo que sería mi nuevo amigo al menos durante los siguientes pocos días: el señor diazepam. No soy una persona que le guste medicarse pero a tales extremos puedo decir que no me vino nada mal, al día siguiente estaba descansado, notaba que mi cuerpo estaba mucho menos tenso, incluso podría arriesgarme a decir que estaba a gusto. Eso sí, al parecer cuando se toma eso uno se despierta como más lento, cuesta más empezar a moverse y la boca despierta más tarde porque parece que se le olvida generar saliva y está más seca que el desierto de Almería.

Los siguientes días fueron incómodamente similares a estos, poco a poco iba mejorando mi movilidad cervical y mi energía se iba recuperando poco a poco. Las curas cada día se hacían más triviales y al par de semanas salí por primera vez a la calle lo cual me vino bastante bien.

Después llegó el día de la cita, el día que todo el mundo ignoraba y no le daba la importancia que se merecía, el día que estarían los resultados del análisis de mi bulto, el día que me dirían qué era mi bulto, el día qu-, eso, el día.

Llegamos a consulta cerca de la hora que indicaba el papel, algo más temprano porque nunca se sabe, hay que ir siempre con algo de tiempo por lo que se le pueda antojar a nuestro amigo el caos. Pasó la hora de nuestra cita con creces, digamos media hora, pero al fin gritan mi nombre y gracias a eso podemos pasar a la consulta. Pasamos y vuelvo a encontrar dos escritorios aunque esta vez en el de la izquierda había un enfermero con otro ordenador y ordenando una serie de papeles, en el de la derecha se encontraba mi cirujano, el cual nos indicó con una mano y una cara amable y sonriente que nos sentásemos. Todo parecía correcto. El señor cirujano comentó que ya se había analizado lo que me habían extraído y que tenía allí mismo los resultados, ahí cambió la cara.

[Parte 11: Diagnóstico]

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Escribo un blog de vez en cuando, nada profesional claro.