De cuando me creo Ben Brooks

Jimena G.
Crónicas de Tetuán
4 min readMay 20, 2020

Me he venido la regla cuatro días antes de lo que esperaba. La regla solo se adelanta cuando no follas. Y se me ha adelantado cuatro días. ¿Cómo voy a follar si llevo tres meses encerrada en casa?

Me acabo de leer a Ben Brooks y me ha entrado un ataque de negativismo agudo. Más bien narracionismo. Esa manía de contar tu vida en cuarta persona, como si tuvieras que dejar escrito que estabas respirando. Pero me gusta, siempre me ha gustado narrar, contar cosas, escribir.

Stacey dice que mi descripción de Tinder debería ser “I write things”. Pero puse “haciendo I+D” y ligué más. En realidad estaba haciendo un artículo para una revista milenial sobre los perfiles de hombre en Tinder. Es bastante más divertido que intentar ligar. Al menos más productivo. El 90% me abría conversacion preguntando por qué hacía I+D. La originalidad abunda en Tinder.

Ahora me lo he desinstalado. Total, Covid. Antes hablé con un par de chavales que me escribían siempre que intentaba ver una serie, leer un libro o escribir algo medianamente interesante. “Hola, ¿qué tal tu día?”, “Empezaba a mejorar hasta que me has escrito, gracias”. Pero, por amabilidad, les contaba mi vida. Es lo que tiene ser extrovertida, soy capaz de hablar durante una hora con alguien y luego no escribirle nunca más. El único tío que me interesó es el que no me escribía. Seguro que tenía issues con la ex. Pero ahora bien que se mira mis stories. ¡Háblame Javier, háblame!

Me gustaría ser constante por una vez en mi vida, escribir un libro de cuatrocientas páginas y al acabarlo decir “ya está, miren lo que hice”, pero no lo soy. Empiezo veinte proyectos y no acabo ninguno. Cada vez que me abro un blog mi hermano me dice “¿Otra vez?”, ya ni me molesto en jurarle que esta vez será diferente. Lo único consistente es mi inconsistencia.

Durante un tiempo llevé un blog que era interesante. Pero también llevaba una vida interesante. Y se podía follar y todo eso. Ahora se me adelanta la regla y ni siquiera me alegro. Solo me pongo de mala leche y escribo.

¿Sabéis por qué hay menos mujeres escritoras? Porque nos da miedo que nos juzguen por zorras y lo más interesante que puedes contar es todos los tíos a los que te has tirado. Se llama Slut-shaming. Nos avergonzamos de ser un poco putas. Pensamos que si mantenemos nuestro aura de semi-virginidad somos más apetecibles.

Y porque nos gusta tanto gustar, que nos da miedo que diciendo lo que pensamos nos rechacen.

Papá me dijo ayer muy serio que “ahora que te vas de casa entiendo que te buscarás una pareja estable y no algo para pasar el rato”. Quizás el slut-shaming viene de la unión paterno-filial entre hijas y padres. Amo a mi padre, no le quiero hacer daño, no quiero que sepa que no soy virgen. Pero me ha dejado secuelas muy graves como mis daddy-issues que no entiende. Dudo que encuentre esa pareja de ensueño que me recomienda buscar. Lo dijo hasta el cura de la iglesia “el día que tú te cases… eso sí que será un matrimonio fuera de lo común”.

El otro día hablé con Thomas. Me dijo que se ha desinstalado Tinder: seis citas para encontrar a alguien. “Yo también me he desinstalado Tinder, pero sigo soltera, ¿qué he hecho mal?”, “Ser educada bajo parámetros estrictamente católicos”, me dijo con retintín. “Qué cabrón eres”. Cuando insultas a un amigo es que tiene razón.

Quiero abrir un blog y publicar. Quiero publicar. Quiero hacerme famosa por publicar mi vida. Eso quiero. Y ganar mucho dinero, o el suficiente para comprarme una casa en la calle esa que me gusta de Madrid. Y luego montaré allí una comunidad de mujeres no tan vírgenes y solteras, que vivan en amor y compañía, porque vivir sola es muy aburrido. Y allí escribiré mi siguiente libro, uno que será un bombazo comercial y pasará a los anales de la historia. Y luego me compraré una casa en Mallorca y abriré un sitio lugar de retiro espiritual para artistas. Será como someterte al Covid voluntariamente, pero solo las semanas que necesites para volver a ser creativo. Pondré clases de yoga por las mañanas y contrataré a mi amigo Nino, que está buscando trabajo de cocinero. Y como no tendré hijos, adoptaré un montón de niñas y las llamaré como a las actrices de los años 20: tendré a una Marlene, a una Greta, una Joane, una Bete, pero mis favoritas serán siempre las Tallulahs, las más caraduras y deslenguadas. Esas serán mis niñas mimadas. También podré contratar a mi amiga Tess para que cuide de todas las niñas, total, yo no tengo ni idea de seres humanos pequeños, y Tess tampoco se va a casar.

Lo sentiré mucho por mi padre, pero creo que si me ve feliz en una comunidad de mujeres artistas empoderadas, y con un montón de niñas adoptadas, lo mismo me dice “bueno, yo es que soy un carca y no entiendo de estas cosas, pero si eres feliz…” En el fondo es su culpa todo, me debería haber enseñado a hacer punto y pasteles, en vez de idiomas y matemáticas. Lo siento papá.

--

--