Foto: Yaimí Ravelo/Granma

¿Qué busca Cuba con una ofensiva en el Caribe?

Sergio Alejandro Gómez
Diario del Deshielo
5 min readMar 9, 2017

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Desde las oficinas de la cancillería cubana, con vista al Malecón, se dirige una ofensiva diplomática hacia el Caribe. Si bien la mayor de las Antillas está unida al territorio continental por la historia, el idioma y la cultura — como les ocurre a otras naciones insulares que fueron colonias españolas — , el mar que la rodea resulta su espacio geopolítico natural y tiene una importancia estratégica.

La incertidumbre sobre la postura que asumirá el nuevo gobierno norteamericano respecto al deshielo con Cuba y los recientes descalabros de gobiernos progresistas en Suramérica, son razones suficientes para mirar al vecindario con más atención.

Durante el último año y aprovechando su presidencia protémpore, la diplomacia cubana se ha empeñado en relanzar la Asociación de Estados del Caribe (AEC), un mecanismo fundado en 1994 gracias, en gran medida, al impulso que le dio La Habana en medio de la crisis económica posterior a la caída del campo socialista.

La idea era contar con un espacio de concertación política al margen de los Estados Unidos que incluyera a las 25 naciones que conforman el Gran Caribe, desde México hasta Trinidad y Tobago. En muchos sentidos se puede considerar un prototipo de lo que después se convertiría, de manera mucho más ambiciosa, en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Sin embargo, la AEC fue perdiendo impulso durante la última década y no fueron pocos los que apostaron por su disolución.

La VII Cumbre celebrada en junio del pasado año en la capital cubana y el cambio en su presidencia, fueron señales claras del interés de Cuba por apuntalar la AEC de cara a las dificultades actuales en la Celac, la joya de la corona de la integración latinoamericana y caribeña.

Tras el golpe de Estado parlamentario en Brasil y las últimas derrotas de la izquierda en las urnas, se ha ido perdiendo poco a poco el balance de fuerzas que permitió la creación de la Celac hace menos de una década.

Por lo que el fortalecimiento de la AEC, desde la perspectiva cubana, además de cumplir su papel de concertación, podría ayudar a consolidar el grupo de 33 naciones. La superioridad numérica de los caribeños serviría de balance ante el peso específico de los gigantes sudamericanos que han pasado a manos de la derecha y que muestran poco interés en preservar lo que ayudaron a construir sus predecesores.

En ese escenario, las posiciones radicales asumidas por el gobierno de Donald Trump y la preocupación que generan al interior de los países de la región — cuando Estados Unidos estornuda, América Latina se resfría — , son un elemento aglutinador tanto para el Caribe como la Celac, más allá del impacto puntual que podría tener para Cuba una vuelta a la Guerra Fría con Washington.

Además de las políticas, Cuba tiene otras razones para buscar el fortalecimiento de sus relaciones con el Caribe, donde están algunos de sus socios más importantes, como Venezuela, México y Panamá. El comercio con la región asciende a unos 2 500 millones de dólares, representa el 20 % del volumen de sus intercambios de mercancías con el resto del mundo y el 70 % con América Latina en específico.

Aunque inferiores en cuanto a peso económico, los nexos con los estados insulares del Caribe son de larga data. Barbados, Guya­na, Jamaica y Trinidad y Tobago en 1972, prácticamente recién independizados, establecieron relaciones con La Habana pese a las presiones de Estados Unidos y la OEA.

Durante décadas, la solidaridad y la cooperación, desde la construcción de un aeropuerto en Granada hasta la Operación Milagro, han sido los mejores embajadores de La Habana. Más de 31 mil colaboradores, en especial médicos, están diseminados por el Caribe y cerca de 3 000 jóvenes del área estudian en aulas cubanas, según cifras oficiales.

Sin embargo, el protagonismo que tuvo la Venezuela de Hugo Chávez a través de iniciativas como Petrocaribe y el financiamiento de cientos de miles de cirugías oculares, pende de un hilo por la inestabilidad en la nación suramericana y la caída en el precio del barril de petróleo.

El gobierno de Obama no dejó pasar la oportunidad e incluso organizó una Cumbre energética el año pasado, donde el entonces Secretario de Estado, John Kerry, prometió ayuda para “superar la dependencia” del petróleo venezolano.

Para Cuba, el Caribe también representa oportunidades comerciales, con un mercado de 300 millones de habitantes, importantes flujos de inversión y un arribo anual de más de 40 millones de turistas, de los cuales la mayor de las Antillas apenas recibe el 10 por ciento.

La preocupación en algunas naciones caribeñas, de hecho, es el impacto de un posible fin de las restricciones del bloqueo que desate el potencial cubano, que cuenta con ventajas comparativas como una fuerza de trabajo calificada y altos niveles de seguridad en una región marcada por la violencia.

El contacto cara a cara en espacios como el que celebra la AEC esta semana, en la XXII Reunión del Consejo de Ministros, ayuda también a concertar estrategias comunes y cimentar la idea de que el crecimiento de la economía cubana, más que pérdidas, podría traer beneficios para los países vecinos.

Un buen ejemplo es la Zona Especial de Desarrollo Mariel, que ya cuenta con 24 usuarios y una inversión aprobada de cerca de mil millones de dólares, cuyo impacto en la región podría ser considerable si se materializan las intenciones de convertir el puerto en un importante “hub” industrial y comercial.

En cualquier caso, el “pivote” hacia su entorno cercano le daría a Cuba una posición estratégica para consolidar sus relaciones con el Caribe y, de paso, ayudar a mantener la ecuación política latinoamericana, pese a los retrocesos de la izquierda y los nubarrones que se avizoran en el norte.

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Sergio Alejandro Gómez
Diario del Deshielo

Periodista cubano dedicado al análisis de temas internacionales