El ‘estado profundo’ de EEUU antepone sus intereses a la lucha contra el terrorismo

Desde 2001, destacados miembros del Pentágono y la CIA han sacrificado los intereses estadounidenses en la lucha contra Al Qaeda para buscar sus propios intereses

Javier Villate
Diferencias
7 min readMay 26, 2017

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Unos yemeníes se reúnen alrededor de un coche quemado después de ser atacado por un dron estadounidense, matando a tres supuestos militantes de Al Qaeda el 26 de enero de 2015, en una zona desértica al este de Saná. (Foto: AFP)

Gareth Porter

El columnista del New York Times Tom Friedman indignó a muchos lectores cuando escribió un artículo de opinión el 12 de abril en el que pedía al presidente Trump que “abandone la lucha territorial contra ISIS en Siria”. La razón que dio para esa recomendación no fue que las guerras que está librando EEUU en Oriente Medio estén condenadas a fracasar y sean interminables, sino que reducen la “presión sobre Asad, Irán, Rusia y Hizbolá”.

La sugerencia de que Washington debía abandonar su interés en la lucha contra el terrorismo en Oriente Medio con el fin de conseguir alguna ventaja en la competencia por el poder con sus adversarios fue correctamente criticada como cínica.

Pero lo cierto es que la burocracia de la seguridad nacional de EEUU — lo que muchos han denominado “estado profundo” — ha estado renunciando a sus intereses en la lucha contra el terrorismo con el fin de llevar a cabo varias aventuras en la región desde que George W. Bush declaró la “guerra global contra el terrorismo” a finales de 2001.

Toda la guerra contra el terrorismo ha sido, en realidad, un fraude desde el principio. La idea de que las operaciones militares estadounidenses pudieran hacer, de alguna forma, que EEUU fuera más seguro después de los ataques del 11-S no era más que un cebo. Lo que ha sucedido realmente desde entonces es que destacados miembros del Pentágono y la CIA han estado sacrificando los intereses del pueblo estadounidense en la lucha contra Al Qaeda con el fin de promover sus propios intereses institucionales.

La única opción

Como se sabe, todo comenzó con la invasión de Irak. Los especialistas en antiterrorismo de la administración estadounidense sabían perfectamente que un cambio de régimen en Irak por medio de la fuerza militar daría un fuerte impulso a la organización de Osama Ben Laden y al terrorismo antiestadounidense en general. Rand Beers, entonces director del Consejo de Seguridad Nacional para asuntos antiterroristas, dijo a su predecesor Richard Clarke a finales de 2002: “¿Sabe cuánto se va a fortalecer a Al Qaeda y grupos similares si ocupamos Irak?”.

El director de la CIA Michael Hayden en una sesión de nominación de los comités de inteligencia del Senado en 2006. (Foto: AFP)

Después de que quedara claro que la guerra de EEUU en Irak estaba llevando a muchos jóvenes de todo Oriente Medio a unirse a la yihad contra EEUU en aquel país, al principal arquitecto de la ocupación de Irak, Paul Wolfowitz, se le ocurrió decir que Irak era una trampa para cazar yihadistas.

En enero de 2005, después de un año de investigación, la CIA emitió una importante advertencia: la guerra estaba creando más militantes extremistas de Al Qaeda procedentes de todas las partes de Oriente Medio e, incluso, les estaba proporcionando una experiencia de combate que, eventualmente, podrían aprovechar de vuelta a casa. En un informe de los servicios de inteligencia de 2006, se advertía de que el número de personas que se autoidentificaban como yihadistas estaba creciendo y extendiéndose geográficamente, llegando a predecir crecientes amenazas terroristas de “células radicalizadas” tanto en EEUU como en el extranjero.

Pero los gestores de la guerra siguieron afirmando que sus guerras estaban trayendo más seguridad a Estados Unidos. El director de la CIA Michael Hayden no solo trató de vender el argumento de la trampa para terroristas en Irak, sino que se jactó en el Washington Post en 2008 de que la CIA estaba haciendo grandes progresos contra Al Qaeda, gracias principalmente a su emergente guerra de drones en Pakistán.

Hayden y la CIA tenían un gran interés burocrático en esa guerra. Había presionado a Bush en 2007 para que suavizara las restricciones de los ataques con aviones no tripulados en Pakistán y permitiera que la CIA lanzara ataques letales con la mera sospecha de que un grupo de hombres era de Al Qaeda.

Pronto quedó claro que realmente no estaba debilitando lo más mínimo a Al Qaeda en el noroeste pakistaní. Los mismos operadores de drones empezaron a criticar en privado los ataques, ya que estaban consiguiendo que más jóvenes pakistaníes odiaran a EEUU y se unieran a Al Qaeda. Lo único que Leon Panetta, sucesor de Hayden en la dirección de la CIA, pudo decir en defensa del programa fue que era “la única opción”.

Guerras encubiertas

Barack Obama quería una gran guerra en Irak. Pero el comandante del Centcom, el general David Petraeus, y el director del Estado Mayor Conjunto, el general Stanley A. McChrystal, hablaron con Obama sobre la aprobación de una nueva serie de guerras encubiertas utilizando los drones de la CIA e incursiones de comandos de operaciones especiales contra Al Qaeda y otras organizaciones yihadistas en varios países de Oriente Medio, África del Norte y Asia Central. En los primeros lugares de esa lista de guerras encubiertas estaba Yemen, donde se acababa de constituir Al Qaeda de la Península Arábiga (AQAP).

Un mural contra los ataques de drones estadounidenses en Saná, Yemen, diciembre de 2013. (Foto: AFP)

Desde 2009, el Comando Conjunto de Operaciones Especiales y la CIA han lanzado 16 ataques con misiles de crucero y 183 ataques con drones en Yemen. Lamentablemente, carecían de la información de inteligencia necesaria para una campaña de ese tipo y una tercera parte de los ataques mataron a civiles inocentes y notables locales. El ataque con misiles de crucero de diciembre de 2009 mató a 41 civiles; otra operación en diciembre de 2013 atacó a una boda.

Prácticamente todos los observadores independientes estuvieron de acuerdo en que estas masacres han contribuido al odio de los yemeníes contra EEUU y a dar brillo a AQAP como la organización que lucha contra EEUU en el país.

La CIA afirmó, nuevamente, que estaba haciendo un espléndido trabajo contra Al Qaeda, pero lo cierto es que la rama yemení de Al Qaeda seguirá siendo una importante amenaza terrorista mientras dure la guerra encubierta. Entre 2009 y 2012, trató de derribar aviones de transporte en tres ocasiones y en dos de ellas casi lo consigue.

Contradicciones agravadas

A finales de 2011 y comienzos de 2012, las contradicciones entre las pretensiones y los intereses de EEUU en la lucha contra el terrorismo en Oriente Medio se agudizaron todavía más. Fue entonces cuando el gobierno de Obama adoptó una nueva línea dura contra Irán en la región para asegurarse de que los saudíes siguieran comprometidos con la alianza de seguridad. Esa política de línea dura no tenía nada que ver con el acuerdo nuclear con Irán, que llegó un año más tarde.

En un primer momento, tomó la forma de una asistencia logística encubierta para armar a las fuerzas suníes sirias contrarias a Asad. Pero en 2014, el gobierno de Obama comenzó a proporcionar misiles antitanques a los grupos armados sirios. Y cuando el Frente al Nusra [la franquicia de Al Qaeda en Siria, N. del T.] buscó que los grupos que la CIA había apoyado en Idlib se coordinaran con la ofensiva yihadista cuyo objetivo era hacerse con el control de la provincia de Idlib, la administración Obama no puso ninguna objeción.

El equipo de seguridad nacional de Obama quería aprovecharse del considerable poderío militar de la alianza yihadista encabezada por el Frente al Nusra. Pero todo esto se hizo en un abrir y cerrar de ojos para mantener la ficción de que seguía comprometido con derrotar a Al Qaeda en todas partes.

Cuando los saudíes visitaron Washington en marzo de 2015, con el plan de librar una guerra a gran escala en Yemen contra los hutíes y su nuevo aliado, el expresidente Alí Abdulah Saleh, el “estado profundo” ya estaba dispuesto a darles luz verde. Una consecuencia predecible de esa decisión ha sido favorecer el crecimiento de AQAP, que se ha convertido en la principal amenaza de ataque terrorista en EEUU, hasta alcanzar un poderío sin precedentes.

El gran ganador

Como ha documentado el Grupo Internacional de Crisis, AQAP ha sido el gran ganador de la guerra, aprovechando el colapso del estado, una alianza abierta con el gobierno apoyado por los saudíes y una importante aportación de armas, muchas de ellas entregadas indirectamente por los saudíes.

Con una estrategia política consistente en realzar el papel de AQAP como defensor de los intereses sectarios suníes contra aquellos yemeníes calificados erróneamente como chiíes, AQAP ha conseguido controlar una amplia franja de territorio en el sur de Yemen, con el puerto de Mukalla como su cuartel general. A pesar de que la coalición saudí recuperó el control del territorio, mantienen una fuerte presencia política allí.

En efecto, AQAP ha emergido de la desastrosa guerra de Yemen como la fuerza política más poderosa, con un de facto puerto seguro desde el que organizar ataques terroristas contra Estados Unidos. Y pueden estar agradecidos a las burocracias de la guerra de EEUU, que les ayudaron a lograr esa posición ventajosa.

Pero la razón de la traición a los intereses de EEUU contra el terrorismo no es que las autoridades encargadas de estas burocracias de la guerra, este “estado profundo”, quisieran promover a Al Qaeda. Fue, más bien, que antepusieron sus estrechos intereses en mantener las alianzas, las instalaciones y las operaciones de las que dependían sus recursos y su poder a la prioridad de frenar a Al Qaeda.

Gareth Porter es periodista de investigación independiente y ganador del Premio Gellhorn de Periodismo 2012. Es autor del recién publicado libro Manufactured Crisis: The Untold Story of the Iran Nuclear Scare.

Publicado originalmente en: US ‘deep state’ sold out counter-terrorism to keep itself in business, Middle East Eye, 21/04/2017

Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

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