¿Es la economía local la solución para el poscapitalismo?
En los entresijos de una economía en crisis y agotada se están desarrollando iniciativas pioneras de una nueva economía local
Hannah L. Onstad
Piensa local. Compra local. Apoya a tu comunidad local. Invierte en tu comunidad.
Todo esto tiene sentido, ¿verdad? Bien. Entonces, ¿por qué tantos programas de desarrollo económico financiados por el gobierno no lo toman en cuenta?
Según Michael Shuman, defensor de las economías comunitarias, el desarrollo económico dominante hoy en día es una estafa. Los estados y los gobiernos locales gastan mucho dinero en atraer a las corporaciones a sus regiones, pero hacen muy poco para estimular la economía local y apoyar a las empresas locales. Y son esas pequeñas empresas — y no las grandes cadenas — las que dan a menudo a la comunidad su propia identidad y hacen que sea deseable vivir en ella.
En su nuevo libro The Local Economy Solution: How Innovative Self-Financing ‘Pollinator’ Enterprises Can Grow Jobs and Properity (Chelsea Green, junio 2015), Shuman desmonta muchos de los mitos que existen en torno al desarrollo económico: que las reducciones de impuestos para las grandes corporaciones son beneficiosas para todos, que solo las grandes empresas crean puestos de trabajo, que los consumidores solo se interesan por el precio y que las empresas sociales no pueden autofinanciarse.
Shuman, que ha sido un líder del movimiento por las economías locales durante más de dos décadas, propone la creación de empresas polinizadoras de bajo coste para estimular la economía local mediante la promoción de pequeñas empresas. Define un “polinizador” como una empresas que se autofinancia con la misión de apoyar a otras empresas locales.
Los polinizadores atraen más inversiones en la comunidad y, a menudo, favorecen un enfoque basado en tres pilares: la gente, el planeta y los beneficios.
A diferencia de las cadenas comerciales impersonales, las empresas polinizadoras locales fomentan una mayor relación entre los consumidores y los minoristas, los productores de alimentos y los clientes, y entre las empresas y sus empleados, desarrollándose de esta forma comunidades más sanas y equitativas, lo cual se traduce en vecindarios más capaces de hacer frente a las fluctuaciones económicas.
Sin un fácil acceso a fondos para el desarrollo económico, las empresas polinizadoras se basan en una ética DIY (“hágalo usted mismo”), en la economía compartida — que incluye ventas cruzadas con otras empresas con planteamientos similares — , en el ahorro de costes mediante la compra en grupo de bienes y servicios y, por último, en la creatividad. El libro ofrece modelos de actividades empresariales polinizadoras autofinanciadas y eficaces, siendo su lectura obligada para cualquiera que esté interesado/a en iniciar un negocio local. Sin embargo, lo que caracteriza a todos estos polinizadores es la creatividad de los emprendedores que los ponen en marcha.
Desde una campaña “Shift the Way You Shop” (cambia tu forma de vender y comprar), inteligente y de bajo coste, que promueve la conciencia de los consumidores sobre el mercado local, pasando por un programa que apoya a los agricultores en Paraguay con microcréditos, donde los préstamos pequeños marcan la diferencia, Shuman sostiene que hay una revolución en marcha. Identifica cinco tipos de empresas polinizadoras que se dedican a cinco tipos de actividades diferentes: planificación, compra (compra colectiva), formación y asesoramiento de las personas, asociación (redes) y financiación, y examina distintos modelos de negocio para cada tipo, desde las redes de comercios minoristas y cooperativas de consumo (y bancos de alimentos) hasta incubadoras y cooperativas de crédito.
Son esas pequeñas empresas — y no las grandes cadenas — las que dan a menudo a la comunidad su propia identidad y hacen que sea deseable vivir en ella
Kimber Lanning, fundadora de Local First Arizona, es solo una de los muchos/as empresarias/os que están cambiando mentes y corazones. Ha sido clave para cambiar la forma en que las oficinas de compras del estado de Arizona contratan con proveedores. Lanning realizó un estudio que mostraba que por cada 100 dólares de artículos de oficina procedentes de la cadena nacional Staples, cinco eran gastados nuevamente dentro del estado. Por el contrario, por cada 100 dólares gastados en los mismos artículos comprados a un vendedor local, 33 eran gastados nuevamente dentro del estado, demostrando de esta forma cómo los beneficios obtenidos por las empresas locales circulan dentro de la región.
Otro ejemplo de un polinizador es Impact Hub. Con más de 68 ubicaciones en 49 países, este espacio de trabajo e incubadora de empresas está impulsando el desarrollo de proyectos sociales a través de startups (empresas de nueva creación), donde los empresarios tienen acceso al espacio de trabajo, asesores y financiamiento.
“Somos un polinizador híbrido”, dice Kristin Hull, cofundadora de Impact HUB Oakland. “Contratamos a personas de Oakland y también ayudamos a empresas recién creadas de Oakland ofreciéndoles recursos, formación y relaciones, así como un espacio de trabajo de apoyo y creativo”.
Impact HUB Oakland fue uno de los primeros ocupantes de un proyecto de renovación de edificios históricos llamado Hive (Colmena), que ofrece una mezcla de comercios minoristas, viviendas y oficinas, y cuenta con una colmena con la palabra “Hive” pintada en la fachada.
Algunos de los primeros ejemplos de polinizadores se centraron en los cupones, como Chinook Book, una guía impresa llena de descuentos en los comercios locales y que ahora se vende en cinco diferentes mercados de EEUU. Los comerciantes venden el libro en sus establecimientos y cada libro proporciona descuentos por un valor total superior a su precio de compra, lo cual hace que sea fácil venderlo a los consumidores, que pueden recuperar rápidamente el dinero gastado en la compra del libro gracias a los descuentos. Los valores empresariales de Chinook dictan que solo incluye a compañías que “traten bien a sus empleados y proveedores, minimicen su impacto ambiental y apoyen a la comunidad que les apoya”.
Entre los polinizadores más creativos financieramente figura Bernal Bucks, creado por Arno Hesse y Guillaume Lebleu, que comenzaron lanzando esa moneda alternativa para el barrio Bernal Heights de San Francisco y evolucionó hacia lo que se cree que es la primera tarjeta de débito de su clase, que puede ser utilizada en cualquier sitio que acepten tarjetas de débito, pero con incentivos para usarla localmente. Los titulares de la tarjeta recuperan el 5 por ciento de sus compras pagadas con Bernal Bucks cuando frecuentan uno de los negocios locales inscritos; ganan también el equivalente a 10 dólares en Bernal Bucks por cada 200 dólares gastados y pagados con la tarjeta (un Bernal Buck es igual a un dólar).
Aunque algunas sugerencias son fáciles de seguir, como es el caso de mover tus ahorros a un banco o una entidad de crédito local, otras requieren más esfuerzos iniciales, como cuando se crea un fondo de inversión local o se difunde IRAs autodirigidos. Sin embargo, Shuman se centra en lo que es posible.
Las empresas polinizadoras locales fomentan una mayor relación entre los consumidores y los minoristas, los productores de alimentos y los clientes, y entre las empresas y sus empleados
Una vez que empiezas a entender cómo funcionan los polinizadores, puedes comenzar a ver ejemplos en tu propio vecindario. Tomemos el libro This is Oakland: A Guide to The City’s Most Interesting Places, de Melissa Davis y Kristen Loken. Espléndidas fotografías de tiendas locales y codiciados restaurantes acompañan a breves perfiles, todos organizados por barrios, hacen de este libro algo extremadamente útil para los visitantes y los residentes de Oakland. Es fácil ver cómo la promoción de estos destinos gastronómicos, tiendas de artesanía de vanguardia y coloristas comercios minoristas sirve para ayudar a conocer Oakland como un lugar deseable para vivir y trabajar, además de atraer nuevas inversiones a la ciudad. Muchos minoristas venden el libro, de forma que este tiene una red de distribución incorporada.
Muchas personas que han sido gravemente afectadas por la crisis y no consiguen recuperar los puestos de trabajo perdidos durante la recesión, harían bien en buscar soluciones locales, iniciando un nuevo negocio o trabajando en uno ya existente.
Ernesto Siroli, un asesor comercial que tiene un TEDtalk que es mencionado en el libro, ve que hay más mujeres, trabajadores despedidos y jóvenes que inician nuevos proyectos empresariales.
Hay indicios de que esta tendencia está desarrollándose a nivel internacional. Paul Mason, del GUARDIAN, escribe:
Casi desapercibidos, en los nichos y huecos del sistema de mercado, sectores enteros de la vida económica están empezando a moverse a un ritmo diferente. Monedas paralelas, bancos de tiempo, cooperativas y espacios autogestionados han proliferado, apenas percibidos por los economistas, y a menudo como una consecuencia directa del colapso de las viejas estructuras de la crisis que estalló en 2008.
Podríamos decir que Shuman vio venir esta tendencia. Como fundador de BALLE (Business Alliance for Local Living Economies — Alianza Empresarial para Economías Locales Vivas), Shuman ha trabajado para arrojar luz acerca de cómo se pueden forjar conexiones a nivel local entre inversores y empresarios, empresas y comunidades, consumidores y agricultores, que sean beneficiosas para todos.
Con toda esta actividad, parecería que las oficinas de desarrollo económico estatales y locales estarían deseosas de apoyar la tendencia y atraer a ella a pequeños negocios de ámbito local. Pero hasta ahora eso no ha estado sucediendo, lo que ha obligado a las empresas locales a buscarse la vida por su cuenta.
Entonces, ¿cómo gastan los organismos estatales y locales esos aparentemente escasos dólares para el desarrollo económico?
Según Shuman, muchos se centran en planes que incentivan a las grandes compañías para que se trasladen a sus áreas con la esperanza de que creen puestos de trabajos locales. Estos incentivos son pagados con el dinero de los contribuyentes y, a menudo, implican agasajar con cenas a los representantes de las corporaciones y competir con otros estados para conseguir sus inversiones con grandes privilegios, incluyendo incentivos fiscales, regalos de promoción inmobiliaria e incentivos en efectivo para la creación de puestos de trabajo.
Monedas paralelas, bancos de tiempo, cooperativas y espacios autogestionados han proliferado, apenas percibidos por los economistas, y a menudo como una consecuencia directa del colapso de las viejas estructuras de la crisis que estalló en 2008
Shuman cita un ejemplo de despilfarro en el condado de Sarasota, Florida, donde las autoridades estaban dispuestas a entregar 137 millones de dólares en incentivos en un intento de cortejar a una compañía farmacéutica danesa para que se ubicara en la región, a pesar de que con ello solo se crearían 191 puestos de trabajo para los locales. Al final, la región perdió ante un estado vecino rival que ofreció un mejor trato.
Shuman cree que a pesar de que una empresa acepte incentivos y se establezca en la región, es raro que la comunidad se beneficie. Eso se debe a que los incentivos ofrecen una gran rentabilidad para la empresa, a veces con decenas de miles de dólares de los contribuyentes gastados para crear empleo. Otras veces, los puestos de trabajo no se generan tal y como se ha prometido o se emplean a los trabajadores de la compañía procedentes de otros lugares. O, lo que es peor todavía, los ingresos obtenidos por la empresa a menudo no se invierten en el área, sino que van a parar a las oficinas centrales de la compañía o a sus ejecutivos, apenas revirtiendo en la economía local. Después de un tiempo, la compañía, que no tiene verdaderos lazos con la región, se recobra y se va cuando los incentivos disminuyen.
A veces, la nueva empresa desplaza a los negocios locales existentes, porque estos últimos, sin ayudas de ningún tipo, tienen dificultades para competir con las empresas no locales subvencionadas. Los incentivos económicos trabajan, en realidad, contra las empresas locales, que son las que deberían ser apoyadas.
El objetivo de The Local Economy Solution no es tanto cambiar el modelo tradicional de desarrollo económico como fomentar la innovación. El objetivo, según Shuman, debería ser “minimizar los subsidios públicos y encontrar las formas más económicas de activar y difundir las empresas del sector privado”.
Con una economía en crisis, es de esperar que más gente vea el valor de apoyar a sus cafés, restaurantes y tiendas locales favoritas a expensas de las grandes cadenas, y se dé cuenta de que retener más dinero en la comunidad ayuda a sus amigos y vecinos.
El libro de Shuman ofrece una visión de los cambios en la planificación y el comportamiento de los consumidores necesarios para hacer que nuestras ciudades y pueblos sean más resistentes, más seguros y saludables, así como modelos económicos reales en los que invertir o iniciar un negocio local exitoso. No hay mejor incentivo para ser un polinizador.
Hannah L. Onstad es un escritor independiente especializado en temas de medios de comunicación, tecnología y cultura.
Publicado originalmente en AlterNet
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)