La debacle de Elon Musk en Twitter muestra el problema de los multimillonarios

Una sola persona no debería controlar los recursos de un país

Javier Villate
Diferencias
5 min readNov 27, 2022

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(Foto: Davide Bonaldo / SIPA USA a través de AP Images)

Ryan Cooper / The American Prospect, 21 de noviembre de 2022 — La compra de Twitter por parte de Elon Musk no parece ir bien. Apenas tres semanas después de comprar la compañía, Musk ha despedido a todos los altos ejecutivos y a la mitad de la plantilla, así como a decenas de empleados/as por no ser suficientemente serviles. Más recientemente, parece que ha ahuyentado al 40 por ciento de los empleados/as que quedaban con una abrupta exigencia de someterse a un nuevo contrato sin conocimiento previo de los detalles relevantes.

Aunque Twitter sigue funcionando en el momento de escribir este artículo, según mi experiencia, se ha vuelto notablemente más problemático y está plagado de bots. Los observadores informados predicen que, a falta de un cambio de rumbo importante, la inestabilidad técnica grave, los fallos de seguridad importantes o incluso el colapso total son solo cuestión de tiempo. Conozco seis sistemas críticos — como los niveles de “servir tuits” — que ya no tienen ingenieros”, dijo un exempleado a The Washington Post. “Ya no hay ni siquiera un equipo esquelético que maneje el sistema”.

Podemos concluir una cosa de este lío: la oligarquía tiene demasiado dinero.

Según cualquier concepción razonable de cómo se supone que funcionan los mercados y el capitalismo, lo que hizo Musk no debería haber sido posible. En primer lugar, ofreció comprar Twitter a 54,20 dólares por acción en un capricho impulsivo (tal vez la primera adquisición corporativa importante de la historia cuyo precio fue determinado por una broma de marihuana rancia), por un total de 44.000 millones de dólares. Esto suponía un 20 por ciento más que el valor de las acciones de la empresa en ese momento. Además, el precio de mercado de Twitter entonces era claramente demasiado alto, dados los problemas que se estaban acumulando en el sector tecnológico en general y la falta de rentabilidad crónica del sitio de redes sociales en particular.

Pocos meses después de cerrar el acuerdo, es evidente que Musk pagó al menos dos veces más que su precio real. Probablemente por eso intentó echarse atrás en repetidas ocasiones. Pero después de que el Tribunal de la Cancillería de Delaware le impidiera romper el contrato, siguió adelante, financiando unos 13.000 millones de dólares con préstamos de terceros, lo que cargó a Twitter con un pago de intereses aproximadamente igual a todos sus ingresos netos en los años buenos.

Después, Musk destruyó rápidamente el modelo de negocio de la empresa. Echó al jefe de ventas de publicidad, alarmando a las empresas que representan las nueve décimas partes de los ingresos de Twitter. Implementó un nuevo sistema de verificación en el que cualquiera puede pagar por un cheque azul, lo que lógicamente llevó a miles de personas a hacerse pasar por celebridades, políticos y grandes empresas. Eli Lilly y Lockheed Martin perdieron miles de millones de dólares de capitalización bursátil porque dos bromistas gastaron ocho dólares. Los anunciantes, temiendo que Twitter se convirtiera en un pozo negro de abusos, insultos racistas y porno infantil, y preocupados por el comportamiento errático de Musk, empezaron a rehuir la empresa.

Antes de comprar Twitter, Musk había gastado 4.000 millones de dólares en comprar sus acciones, y tuvo que gastar otros 20.000 millones de dólares de su bolsillo para completar la compra. Desde entonces, ha vendido otros 4.000 millones de dólares en acciones de Tesla para cubrir gastos, lo que supone un total de unos 28.000 millones de dólares gastados de su bolsillo. Esto equivale aproximadamente al PIB de Jamaica, pero en aquel momento era solo una pequeña parte de la fortuna de Musk, que alcanzó un máximo de 340.000 millones de dólares en noviembre del año pasado, superando posiblemente a John D. Rockefeller en el récord de la historia moderna. En el momento en que ofreció la compra, el patrimonio neto de Musk rondaba los 300.000 millones de dólares, es decir, aproximadamente el PIB de Finlandia.

En sentido estricto, el patrimonio neto de un individuo no es lo mismo que el PIB nacional; uno es un stock y el otro un flujo. Pero lo que es interesante subrayar es que Elon Musk y sus compañeros ultraoligarcas disponen de recursos comparables a los producidos por un pequeño país rico durante todo un año. Los economistas asumen que cosas extravagantes como “pagar enormemente de más por una empresa e inmediatamente morir en la cuneta” no sucederán, porque todos los incentivos monetarios están en contra. Pero aunque Musk ha perdido casi la mitad de su patrimonio neto desde su punto álgido, y probablemente perderá mucho más cuando todo esto termine, es casi seguro que al final seguirá siendo multimillonario. Tipos como él pueden perder en menos de un mes más dinero del que ha perdido cualquier persona en la historia y seguir teniendo lo suficiente para vivir 10.000 vidas en un lujo resplandeciente.

Las probabilidades de que algo así ocurra aumentan si se tienen en cuenta los efectos sociales de la riqueza extrema. Ser tan rico tiende a convencer a la gente de que son genios heroicos que están muy por encima de las capacidades del común de los mortales, quedando al margen de cualquier interacción social o crítica normal. Es excepcionalmente fácil atraer a una camarilla de personas que digan “sí” y de aduladores que consentirán todos tus caprichos y malos hábitos. Son frecuentes los problemas de abuso de sustancias y los delirios de grandeza. ¿Le resulta familiar?

Las personas no ricas también pueden ser bichos raros erráticos, y las empresas ordinarias sin directores generales oligarcas megalómanos se han autodestruido en el pasado. Pero permitir que la riqueza se concentre hasta tal punto aumenta en gran medida la posibilidad de que se produzca el tipo de desastre completamente inútil que ha ocurrido en Twitter.

Durante el New Deal, se redujo la oligarquía con impuestos confiscatorios sobre la renta de los más ricos, que alcanzaron un máximo del 94 por ciento para el tramo superior. Podríamos ir más allá añadiendo un impuesto sobre el patrimonio a las mayores fortunas, como sugieren los economistas Thomas Piketty y Gabriel Zucman, y quizás destinando lo recaudado a un fondo de riqueza social al estilo de Alaska en beneficio de todos.

Las soluciones son fáciles de encontrar. La cuestión más importante es esta: la existencia de las grandes empresas no debería depender del comportamiento de chiflados envenenados por Reddit.

Ryan Cooper es editor jefe de The American Prospect y autor de How Are You Going to Pay for That? Smart Answers to the Dumbest Question in Politics. Anteriormente fue corresponsal nacional de The Week.

Fuente: Elon Musk’s Twitter Debacle Shows the Problem With Billionaires
Traducción: Javier Villate, tiene cuentas en Twitter, Mastodon y Telegram.

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