Lo que Estados Unidos hizo en Indonesia

Documentos estadounidenses desclasificados muestran la participación de EEUU en el exterminio de los comunistas indonesios de 1965

Javier Villate
Diferencias
7 min readNov 1, 2017

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VINCENT BEVINS

El general Suharto (segundo por la izquierda), el 6 de octubre de 1965. Muchos de los militares, políticos y religiosos implicados en las masacres forman parte de la élite político indonesia. (Foto: AP)

Un grupo de cables diplomáticos recientemente desclasificados en EEUU ha dejado al descubierto un sorprendente grado de participación estadounidense en una brutal purga anticomunista en Indonesia hace medio siglo.

En octubre de 1965, Suharto, un poderoso líder militar indonesio, acusó al Partido Comunista de Indonesia (PCI) de organizar un violento golpe de estado, tras el secuestro y asesinato de seis altos oficiales del ejército. Durante los meses que siguieron, Suharto supervisó el exterminio sistemático de hasta un millón de indonesios por pertenencia al PKI o, simplemente, por ser acusados de albergar simpatías izquierdistas. Luego, tomó el poder y gobernó como un dictador, con el apoyo de EEUU, hasta 1998.

Esta semana, el Archivo de Seguridad Nacional y el Centro Nacional de Desclasificación de EEUU han publicado una serie de cables diplomáticos de aquel oscuro periodo. Además de ilustrar el horror de los asesinatos en masa en 1965 en Indonesia, los documentos desclasificados también confirman que las autoridades estadounidenses apoyaron la purga de Suharto. Pero tal vez sea aún más sorprendente que las autoridades norteamericanas sabían que la mayoría de las víctimas eran completamente inocentes. Los miembros de la embajada de EEUU recibían informaciones actualizadas sobre las ejecuciones y ofrecieron ayuda para suprimir las informaciones de los medios de comunicación. Aunque todavía faltan documentos cruciales que podrían proporcionar información sobre las actividades de EEUU e Indonesia en aquellos años, los esbozos de las atrocidades y el papel de EEUU están ahí para toda aquella persona que quiera consultarlos.

Sin embargo, lo que a menudo falta es una apreciación de la importancia de los acontecimientos o de cómo la violencia fue capaz de lograr los objetivos de EEUU en ese momento. En comparación con la guerra de Vietnam o una serie posterior de golpes de estado de derechas en América Latina, la Indonesia de 1965 es prácticamente desconocida. Pero considerando los objetivos de la política exterior de Washington en aquel tiempo (frenar la expansión del comunismo y traer a países de todo el mundo a su esfera de influencia), la sangrienta purga de Suharto fue una gran victoria. El exterminio de los comunistas indonesios y el ascenso de Suharto al poder constituyeron un importante punto de inflexión en la Guerra Fría.

John Roosa es un profesor asociado de historia de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver, y autor de un seminal libro sobre la Indonesia de 1965. Tras revisar los nuevos documentos desclasificados y su cobertura mediática esta semana, Roosa me dijo que gran parte del “establishment de la política exterior de EEUU consideraba una gran victoria el hecho de que fueran capaces de ‘darle la vuelta’ a la situación de Indonesia muy rápidamente”. Indonesia es el cuarto país más grande del mundo por el tamaño de su población y su Partido Comunista fue el tercero más grande del mundo, después del chino y el de la Unión Soviética.

Roosa añadió que un problema importante para enmarcar los acontecimientos de 1965 es que se suele decir que EEUU simplemente “se mantuvo al margen” mientras se llevó a cabo el baño de sangre, lo cual es incorrecto. “Es fácil que los comentaristas estadounidenses caigan en ese enfoque, pero EEUU fue parte de la operación, planificó estrategias con el ejército indonesio y le animó a perseguir a los comunistas”.

Algunos elementos del gobierno de EEUU trataron de socavar o derrocar a Sukarno, el líder independentista anticolonial y primer presidente indonesio, mucho antes de 1965. En 1958, la CIA apoyó rebeliones regionales armadas contra el gobierno central y solo suspendió las operaciones después de que el piloto norteamericano Allen Pope fuera capturado cuando realizaba bombardeos que mataron a soldados y civiles indonesios. Agentes de la CIA llegaron a producir una película pornográfica protagonizada por un hombre que llevaba una máscara que representaba a Sukarno, esperando con ello desacreditar al carismático líder. Nunca fue difundida. Posteriormente, durante años, EEUU entrenó y reforzó al ejército indonesio. Después de que la muerte de John F. Kennedy desbaratara una planeada visita presidencial a Yakarta y las relaciones empeoraran con la administración Johnson, Sukarno pasó a fortalecer las alianzas con los países comunistas y a emplear una retórica antiestadounidense en 1964.

En 1965, cuando el general Suharto culpó de la muerte de los militares a un complot golpista del Partido Comunista, la CIA suministró equipo de comunicaciones para ayudarle a difundir sus falsos informes antes de tomar el poder y supervisar las masacres a gran escala, como lo muestran los documentos desclasificados. Varios de estos documentos indican que la embajada de EEUU tenía información fiable que echaba la culpa a miembros de base del PCI, información que era totalmente inexacta, pero que sirvió para animar al ejército a explotar esta narrativa.

Una de las muchas masacres cometidas en Indonesia en 1965.
Una de las muchas masacres cometidas en Indonesia en 1965.

Se sabe desde hace mucho tiempo que EEUU apoyó activamente a Suharto: en 1990, un miembro del personal de la embajada estadounidense admitió que entregó una lista de comunistas a los militares indonesios cuando el terror estaba en marcha. “Realmente, fue de gran ayuda para el ejército”, dijo Robert J. Martens, exmiembro de la sección política de la embajada, al THE WASHINGTON POST. “Probablemente mataron a muchas personas y probablemente tengo mucha sangre en mis manos, pero eso no es tan malo”.

Gran parte de la prensa estadounidense de ese momento no tenía una visión radicalmente diferente. En una columna del THE NEW YORK TIMES de junio de 1966, titulada “A Gleam of Light in Asia” (Un destello de luz en Asia), James Reston escribió que “la salvaje transformación de Indonesia, desde su postura prochina con Sukarno a una desafiante postura anticomunista con el general Suharto, es el más importante de estos [esperanzadores] acontecimientos. Washington no ha reclamado ningún crédito […] pero esto no significa que no haya tenido nada que ver con ello”.

No debería sorprender que Washington haya permitido las muertes de tantos civiles para avanzar sus objetivos de Guerra Fría. En Vietnam, los militares estadounidenses podrían haber matado a dos millones de civiles. Pero Indonesia era diferente: el PCI era un partido legal y desarmado que operaba abiertamente en el sistema político del país. Había adquirido influencia gracias a las elecciones y a su implantación en las comunidades, pero era tratado como un grupo insurgente.

A comienzos de este mes, en Java Central, en el Sekretariat Bersama 1965, una de las principales organizaciones indonesias que existen para recordar estos acontecimientos, conocí a un superviviente de la masacre de 1965. “Yo creía en el presidente Sukarno y en nuestra revolución — me dijo — . En ese momento, nuestro país tenía la ideología oficial NASAKOM (NAS por nacionalistas, A por agama o religión, y KOM por comunistas), una supuesta alianza de nacionalistas, musulmanes y comunistas para construir conjuntamente el país. Sí, yo estaba en la izquierda, en la parte KOM de la alianza, y no había nada de malo en eso”.

Aunque trabajaba como maestro de escuela y no era un miembro real del PCI, fue arrestado y torturado durante días, antes de ver cómo eran arrastrados uno por uno sus compañeros de celda, para no volverlos a ver nunca más. Se salvó por razones que nunca entendió y pasó más de una década en prisión. Pero no solo los comunistas y los izquierdistas fueron masacrados. Un número incalculable de personas fueron torturadas, violadas y asesinadas por haber sido acusadas de ser comunistas o por pertenecer a una minoría étnica, o simplemente por ser enemigas de algún miembro de los escuadrones de la muerte apoyados por el gobierno.

Otro problema común en el análisis de los acontecimientos de Indonesia de 1965 es que la violencia de masas es frecuentemente presentada como una mera coincidencia con el ascenso de Suharto al poder, en lugar de ser vista como una parte de esto último. Los historiadores están ampliamente de acuerdo en que los anticomunistas del ejército no podrían haber tomado el poder sin aplastar antes al PCI.

“Suharto no podría haber llegado al poder sin el exterminio del PCI”, dijo Brad Simpson, historiador de la Universidad de Connecticut que trabajó en el Archivo de Seguridad Nacional para digitalizar y publicar los documentos de la embajada de EEUU esta semana. Está de acuerdo con Roosa en que la la idea de que EEUU fue un mero espectador de los acontecimientos es realmente problemática.

Es probable que aparezcan más documentos que muestren lo que ocurrió en Indonesia en 1965, me dijo Simpson. Pero es poco probable que ofrezcan una imagen completa de lo que los dos gobiernos estaban haciendo en ese momento. Por ejemplo, no incluirán informaciones de la CIA y del ejército de EEUU. El gobierno indonesio no ha ofrecido prácticamente ninguna información. “Literalmente, no hay archivos oficiales indonesios que sean públicamente accesibles en ningún sitio, por lo que dependemos de los archivos occidentales”, añadió Simpson.

Esto se debe a que gran parte de la élite política indonesia depende todavía de la narrativa oficial, y falsa, de Suharto para su propia legitimidad. Los poderosos líderes militares del país impiden cualquier investigación que pueda inculparles. El gobierno de Suharto produjo una cruda película de propaganda, exageradamente imprecisa, que presentaba a los comunistas torturando y matando a oficiales militares mientras unas mujeres comunistas ejecutaban una danza salvaje.

Los métodos que Suharto utilizó pueden haber inspirado otros golpes de estado derechistas respaldados por Washington a lo largo y ancho del mundo. Según varios relatos de Santiago de Chile, en los días anteriores al golpe de estado que derrocó a Salvador Allende, con apoyo de EEUU, aparecieron unas extrañas pintadas en las paredes de la ciudad: “ya viene Yakarta”.

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