Su aliento en cada momento y lugar

Por Juliana Chahin

Cuánto nos cuesta hallarnos a nosotros mismos en la vorágine. Nos tapa, nos pone en lo inmediato sin poder trascender.
En este nuevo desafío que Dios puso en mi camino, me encuentro deslumbrada. Cada lugar que Dios me da la oportunidad de conocer, tiene algo de él. Pero ayer se me presentó de otra manera…
Llegué a Humahuaca, sin lugar para hospedarme, incomunicada y el pueblo sin luz. “¿Qué hago acá y así Señor?” Sonaban campanas de fondo como queriendo responder.
Conseguí alojamiento, dejé las cosas y aprovechando la poca luz del día me fui a recorrer. Anonadada con la belleza del lugar, volví a hacerle la misma pregunta, atreviéndome a agregar “¿Qué querés de mí?” Volvieron a sonar las campanas. Me dirigí a la Catedral, muy oscura iluminada con unas pocas velas. La misa estaba por comenzar.
Allí me dispuse, repregunté y me respondió: “Vayan. Yo los envío como a ovejas en medio de lobos”. Dios reforzaba su envío de misión y me mostraba cuán cerca está, cuán atento está a cada una de nuestras inquietudes y cuán dispuesto está siempre en mostrarnos el horizonte. ¿Por qué esperar a encontrarse solo y a oscuras para sentir que nos está marcando el camino? Dios nos empuja todo el tiempo, será cuestión, tal vez, de hallarnos nosotros para hallarnos con él.