El ‘acuerdo del siglo’: un plan para humillar a los palestinos
Lo que una vieja parábola hebrea puede decirnos sobre la estrategia de Kushner y el ‘acuerdo del siglo’
Marwán Bishara / Al Yazira, 24 de abril de 2019 — En los últimos dos años, la administración Trump ha lanzado un ataque diplomático total contra los palestinos, mientras prepara una nueva iniciativa para resolver el conflicto de Oriente Medio. Ha afirmado que su plan es diferente de cualquier otro, ha minimizado todo lo que se ha dicho sobre él como simple especulación y ha acusado a los críticos de apresurarse a juzgar antes de que lo hayan visto.
De hecho, los palestinos no han visto el plan real, pero tienen un buen presentimiento sobre lo que implicará. Han observado de cerca cómo la administración Trump ha vomitado una política tras otra con la clara intención de humillarlos y someterlos.
Un regalo tras otro
Durante el último año y medio, la administración del presidente estadounidense Donald Trump ha estado dando al gobierno de Benjamín Netanyahu un “regalo” político tras otro.
En diciembre de 2017, su administración reconoció a Jerusalén como capital de Israel y trasladó la embajada de Estados Unidos a la ciudad santa en mayo de 2018. En enero de ese mismo año, congeló toda la ayuda a la UNRWA, la agencia de la ONU encargada de apoyar a millones de palestinos que viven como refugiados, y en junio renunció al Consejo de Derechos Humanos de la ONU después de acusarlo de tener un prejuicio contra Israel a causa de sus políticas en la Palestina ocupada. En septiembre, la administración Trump cerró la oficina de representación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Washington.
Mientras tanto, Netanyahu tenía libertad para expandir los asentamientos judíos en Cisjordania, a los que el Departamento de Estado dejó de llamar “ocupados” en los documentos oficiales y los designó como “controlados por Israel”.
Luego, justo antes de las elecciones israelíes de este año, el presidente Donald Trump firmó una proclama en la que reconocía la anexión por parte de Israel de los Altos del Golán sirios, que había sido previamente declarada “nula y sin efecto” por la administración Reagan y el Consejo de Seguridad de la ONU.
Quizás lo más alarmante es que su administración empujó a ciertos países árabes hacia la normalización de las relaciones con Israel sin que Israel hiciera ninguna concesión.
Estas políticas estadounidenses han animado a Netanyahu, que ocupará un quinto mandato como primer ministro, a jactarse de mantener para siempre la soberanía israelí sobre una “Jerusalén unida”, como “capital eterna” de Israel, y a prometer que nunca renunciará al control de Israel sobre ningún territorio palestino al oeste del río Jordán. También se ha comprometido a anexionarse todos los asentamientos judíos ilegales en Cisjordania.
Mientras tanto, la dirección palestina y los gobernantes árabes han hecho poco más que emitir declaraciones incongruentes.
Cada vez más fanáticos
Estos y otros cambios en la tradicional política exterior de Estados Unidos en Oriente Medio se han producido por iniciativa de los tres principales asesores de Trump en Oriente Medio: su yerno Jared Kushner y sus dos exabogados neoyorquinos, Jason Greenblatt y David Friedman, que han estado promoviendo activamente políticas proisraelíes durante decenios.
Estos tres orgullosos sionistas radicales han demostrado claramente su entusiasmo por los asentamientos ilegales de Israel en los territorios palestinos y su rechazo de la etiqueta de “ocupados” para Cisjordania y Jerusalén.
Pero el trío trumpista sigue sorprendiendo, y no en el buen sentido. Kushner y compañía son tan extremistas que hacen que Netanyahu parezca moderado.
Forman parte de un grupo de sionistas de línea dura estadounidenses que se opusieron al “proceso de paz de Oslo” en los años 90 e incluso han hecho comparaciones entre los pacifistas israelíes y los colaboradores con los nazis. Han desestimado de plano los derechos nacionales e históricos de los palestinos y han defendido las acciones de Israel como ordenadas por Dios. Al igual que sus socios evangélicos, creen que su jefe Trump podría haber sido ungido por Dios para cuidar de Israel y consideran que su interpretación de la voluntad divina desbanca a la voluntad de la comunidad internacional.
El año pasado, Friedman, que ha sido embajador de Estados Unidos en Israel, tuiteó: «Hace más de 2.000 años, los patriotas judíos (macabeos) capturaron Jerusalén, purificaron el Templo Sagrado y lo volvieron a dedicar como una casa de culto judío. La ONU no puede rechazar los hechos: Jerusalén es la antigua y moderna capital de Israel».
El hecho de que el trío Trump muestre semejante fundamentalismo religioso, al tiempo que insiste falsamente en que se preocupa por los intereses de los palestinos, debería alertar a todos en Oriente Medio y más allá.
Intrigas y tejemanejes
Mientras que Kushner ha permanecido en gran medida callado sobre el nuevo acuerdo, Friedman y Greenblatt han hablado sobre sus méritos e implicaciones para los palestinos.
Con una desfachatez inigualable, ambos abogados han estado acosando a los líderes palestinos y avergonzándolos por no preocuparse por el pueblo palestino. También han atacado injustamente a los palestinos por “alabar” el terror y dar refugio a terroristas y, al mismo tiempo, han defendido con ardor a Israel ante las críticas por su violencia y represión, incluso a las formuladas desde los medios de comunicación estadounidenses.
El trío ha confiado en la infame guía mediática del “Proyecto Israel” dirigida a los «líderes que están en primera línea de la guerra mediática en pro de Israel», con el fin de avergonzar a la Autoridad Palestina liderada por Abás y animar al gobierno de Netanyahu. Usan a menudo trucos retóricos del tipo «estamos preparados para ayudar a los palestinos, pero ¿lo están los líderes palestinos?».
Todo esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué deberían los palestinos considerar el plan de Estados Unidos cuando Kushner y compañía abogan por la expropiación de sus tierras, su capital y sus recursos, todo en nombre del realismo y la paz? ¿Por qué pensar de otra manera cuando dos destacados expertos proisraelíes y antiguos asesores de la Casa Blanca consideran que el plan no es más que “economía y más economía”, es decir, “destinado al fracaso”?
El trío trumpista insiste en que está trabajando en algo completamente diferente a las iniciativas anteriores de EEUU, como dijo Kushner en la Time 100 Summit esta semana — algo basado en la realidad y no en la fantasía — , y cuanto antes lo acepten los palestinos, antes mejorarán sus vidas. Pero si las iniciativas del pasado fracasaron porque estaban inclinadas a favor de Israel, ¿cómo puede conducir a la paz un plan aún más favorable a Israel? Ni que decir tiene que ninguna nación ocupada o colonizada ha aceptado o aceptará jamás un consejo que, como este, se base exclusivamente en la lógica del poder canalla.
Y si la administración estadounidense quiere que los palestinos se adhieran al plan, ¿por qué sigue humillando a los palestinos en público y en privado? Después de todo, cualquier nuevo acuerdo, como cualquier acuerdo anterior, tendría que implicar la aceptación de dividir y/o compartir la tierra.
Aquí está en juego un viejo proverbio hebreo.
“El arte de la humillación”
En un intento de ofrecer su propia versión del viejo proverbio “no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos”, Kushner escribió en un correo electrónico en enero de 2018: «Nuestra meta no puede ser mantener las cosas estables y tal como están, ¡nuestra meta tiene que ser hacer las cosas mucho MEJORES! A veces hay que arriesgarse estratégicamente a romper algunas cosas para poder llegar allí».
¿Pero romper qué exactamente?
Parece que el objetivo principal de Kushner es romper el espíritu de los palestinos y su esperanza de un estado soberano en todos los territorios ocupados en 1967, con el fin de obligarlos a conformarse con la autonomía en partes de esos territorios, con la opción de un seudoestado “Gaza primero”, condicionada al buen comportamiento.
Todo esto me recuerda una vieja historia que Kushner seguramente conoce: una parábola hebrea sobre un pobre hombre que se quejaba a su rabino de que vivía con su gran familia en una pequeña casa. El rabino le dijo que llevara todos sus animales a la casa. Aunque asombrado, el hombre hizo lo que se le dijo. Al día siguiente se apresuró a volver a ver al rabino y se quejó de que la situación había empeorado mucho. El rabino le sugirió al hombre que sacara los pollos. Sintiendo un ligero alivio, pero aún frustrado con sus soluciones, el hombre se dirigió de nuevo al rabino, quien le aconsejó que sacara otro animal. Este ir de aquí para allá se repitió hasta que el hombre sacó a todos los animales. Al día siguiente volvió adonde el rabino con una gran sonrisa. «Oh rabino — dijo — , ahora tenemos una vida realmente buena. La casa está muy tranquila y tenemos espacio de sobra».
La moraleja de la historia es que cuando cambias la forma en que ves las cosas, las cosas que ves cambian. En este sentido, el trío trumpista está tratando de convencer a los palestinos de que, en realidad, su situación no es tan mala en comparación con lo mal que podría llegar a ser.
Pero lo cierto es que cambiar tu perspectiva no cambia tu realidad. De hecho, cada vez que los palestinos cambiaron la forma en que veían las cosas, por insistencia de Estados Unidos durante el último cuarto de siglo, su situación no ha hecho más que empeorar. Se mire como se mire, Israel se ha expandido a expensas de Palestina durante décadas.
Ya es hora de que una nueva generación de líderes palestinos remodelen fundamentalmente la realidad sobre el terreno revirtiendo o superando las políticas pasadas y presentes de Estados Unidos e Israel.
Marwán Bishara es analista político en Al Yazira.
Este artículo ha sido publicado por Al Yazira y ha sido traducido por Javier Villate.