El coronavirus en Gaza: una perspectiva aterradora

Imagina que vives en un lugar del que no puedes salir con la enfermedad y la amenaza de muerte a tu alrededor. Tal vez ahora lo entiendas.

Javier Villate
Disenso Noticias Palestina
6 min readMar 13, 2020

--

¿Cómo podrían los hospitales de Gaza hacer frente a la epidemia del coronavirus cuando, en algunos casos, ni siquiera se dispone de agua potable en el hospital Al Shifa, el mayor de Gaza? (Foto: UNRWA)

Ramzy Barud / Common Dreams, 4 de marzo de 2020 — ¿Y si el coronavirus llega a la asediada Franja de Gaza? Aunque la pregunta es muy urgente para todos los palestinos que viven bajo la ocupación militar de Israel, la situación de Gaza es particularmente compleja y extremadamente preocupante.

Casi 50 países ya han informado de casos de la enfermedad COVID-19, una de las varias epidemias causadas por el coronavirus. Si los países desarrollados, como Italia y Corea del Sur, están luchando para contener el mortal virus, ¿qué podrían hacer los empobrecidos palestinos bajo la ocupación militar israelí si la pandemia llegara sus ciudades y pueblos?

De hecho, según los informes oficiales palestinos, el coronavirus ya ha llegado a Palestina tras la visita de una delegación surcoreana en el período comprendido entre el 8 y el 15 de febrero, que incluyó una gira por las principales ciudades palestinas de Jerusalén, Naplusa, Jericó, Hebrón y Belén.

La Autoridad Palestina se esforzó por contener las repercusiones de la noticia, que causó un pánico palpable entre una población que, para empezar, tiene poca fe en su liderazgo. El primer ministro de la Autoridad Palestina, Mohamed Shtayeh, “esperaba” que los “propietarios de las instalaciones desconocidas” ejercieran su responsabilidad personal y cerraran sus negocios y otros establecimientos abiertos al público.

El Ministerio de Salud de la Autoridad Palestina (AP) siguió con la declaración del “estado de emergencia” en todos los hospitales bajo la jurisdicción de la AP en Cisjordania, designando un centro de cuarentena cerca de Jericó para los que lleguen de China y otras áreas que estén duramente afectadas por el coronavirus.

Sin embargo, para los palestinos, luchar contra un brote del coronavirus no es un asunto sencillo, aunque las instalaciones disfuncionales de la AP sigan al pie de la letra las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los palestinos están separados por una maquinaria israelí de control que ha atrapado a muchas comunidades detrás de grandes muros de cemento y puestos militares de control, además de verse obligados a moverse a través de una intrincada red de ordenanzas del ejército que están intrínsecamente diseñadas para debilitar a la comunidad palestina y facilitar la misión del gobierno israelí de controlar a los palestinos y colonizar su tierra.

¿Qué puede hacer la AP para ayudar a decenas de miles de palestinos en la llamada “Área C” de la Cisjordania ocupada? Esta región está enteramente bajo el control del ejército israelí, que tiene poco interés en el bienestar de los habitantes palestinos allí.

Esas cuestiones tendrían que considerarse en el contexto de lo que la OMS denomina “desigualdades en materia de salud” entre los palestinos, por un lado, y entre los palestinos y los colonos judíos ilegales privilegiados, por otro.

Muchas comunidades palestinas ya han sido puestas “en cuarentena” por Israel, pero por razones políticas, no de salud pública. Un brote del coronavirus en algunas de estas comunidades, especialmente las que están aisladas de una atención sanitaria adecuada y de instalaciones médicas bien equipadas, sería desastroso.

La Autoridad Palestina declara el estado de emergencia en Palestina tras confirmar siete casos de coronavirus en Cisjordania.

Sin embargo, el peor de los destinos espera a Gaza, si el virus mortal y de rápida propagación encuentra su camino desde todas las direcciones a través del hermético bloqueo que acorrala a esta minúscula pero densamente poblada región.

Gaza, que está soportando su 12º año de bloqueo israelí y sigue sufriendo las consecuencias de la destrucción masiva de varias guerras israelíes, ya ha sido declarada “inhabitable” por la ONU.

Sin embargo, la miseria de Gaza nunca deja de agravarse. Ni un solo informe de la ONU sobre las destartaladas instalaciones médicas de Gaza o su capacidad en los últimos diez años ha utilizado un lenguaje positivo o incluso esperanzador.

El pasado mes de marzo, el Coordinador Humanitario de la ONU para el territorio palestino ocupado, Sr. Jamie McGoldrick, se lamentó de los “apagones crónicos de energía, las deficiencias en los servicios críticos, incluidos los de salud mental y apoyo psicosocial, y la escasez de medicamentos y suministros esenciales” de Gaza.

En enero, el grupo de derechos israelí B’Tselem habló de una crisis sanitaria sin precedentes en la asediada Gaza, una crisis que no está alimentada por el coronavirus ni por ninguna otra epidemia de este tipo, sino por el hecho de que los hospitales de Gaza, que apenas funcionan, están tratando desesperadamente de atender a los miles de heridos de la Gran Marcha del Retorno causados por los francotiradores israelíes apostados en la valla de separación.

B’Tselem ya ha informado sobre “la política ilegal de fuego indiscriminado que Israel está utilizando contra estas manifestaciones, que permite a los soldados disparar con fuego real a manifestantes desarmados que no ponen en peligro a nadie, ha tenido consecuencias horribles”.

B’Tselem estima con moderación que, para finales de 2019, los médicos de Gaza tuvieron que realizar amputaciones de extremidades a 155 manifestantes, entre ellos 30 niños. A esto hay que sumarle las decenas de manifestantes que han quedado permanentemente paralizados debido a lesiones en la columna vertebral.

Y solo hemos arañado una pequeña parte de una crisis mucho más multifacética. El sarampión y otras enfermedades infecciosas altamente contagiosas, así como las enfermedades transmitidas por el agua, se están propagando a un ritmo alarmante en la Franja de Gaza.

El 97 por ciento de toda el agua de Gaza no es apta para el consumo humano, según la OMS ¿Cómo podrían los hospitales de Gaza hacer frente a la epidemia del coronavirus cuando, en algunos casos, ni siquiera se dispone de agua potable en el hospital Al Shifa, el mayor de Gaza?

“Incluso cuando está disponible, los médicos y enfermeras no pueden esterilizar sus manos debido a la calidad del agua”, según la Corporación RAND.

El director de la OMS en Palestina, Gerald Rockenschaub, habló sobre su reunión con el ministro de Salud de la Autoridad Palestina, Mai al Kaila, en Ramala el 25 de febrero, donde conversaron sobre la necesidad de más “medidas de prevención” y “acciones prioritarias adicionales” en Cisjordania y Gaza.

La OMS también dijo que está “coordinando con las autoridades locales de Gaza” las medidas para preparar a la franja ante la posible irrupción del COVID-19.

Sin embargo, ese lenguaje tranquilizador oculta una fea realidad, que la OMS y la ONU no han logrado afrontar en los diez últimos años.

Todos los informes anteriores de la OMS sobre Gaza, si bien detallaban con precisión el problema, no aportaron mucho para diagnosticar sus causas o para encontrar una solución permanente al mismo. De hecho, los hospitales de Gaza siguen siendo tan disfuncionales como siempre, el agua de Gaza está tan contaminada como siempre y, a pesar de las repetidas advertencias, la franja sigue siendo inhabitable gracias al brutal bloqueo y asedio israelí y al silencio cómplice de la comunidad internacional.

La verdad es que todas las medidas de prevención disponibles en Gaza — en realidad, en cualquier lugar de la Palestina ocupada — serían incapaces de detener la propagación del coronavirus. Lo que se necesita es un cambio fundamental y estructural que emancipe al sistema sanitario palestino del horrible impacto de la ocupación sionista y de las políticas del gobierno israelí de asedio perpetuo y de “cuarentenas” políticamente impuestas, también conocidas como apartheid.

Ramzy Baroud es escritor y editor de PalestineChronicle.com. Sus trabajos han sido publicados en muchos periódicos, revistas y antologías de todo el mundo. Es autor de The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle (Pluto Press, Londres). Su último libro es My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, Londres).

Este artículo fue publicado en Common Dreams y ha sido traducido por Javier Villate.

--

--