Encuesta: El apoyo a la solución de un estado está creciendo en Estados Unidos

Javier Villate
Disenso Noticias Palestina
6 min readDec 15, 2018

Mitchell Plitnick / The New Arab, 15 de diciembre de 2018 — Una encuesta realizada en septiembre y octubre muestra una creciente aceptación por parte del público estadounidense de un estado único y democrático para todos los israelíes y palestinos.

Esta posición se considera un anatema en gran parte de Estados Unidos y ciertamente en la Casa Blanca.

Sin embargo, de acuerdo con la última encuesta de temas críticos de la Universidad de Maryland, el 35 por ciento de los estadounidenses apoya un estado democrático único con derechos iguales para todos, en comparación con el 36 por ciento que aún apoya la “solución de dos estados”.

Esta tendencia discurre en paralelo a la disminución del apoyo israelí y palestino a la “solución de dos estados”. Una encuesta conjunta palestino-israelí publicada en agosto mostró que solo el 43 por ciento de cada lado aún apoyaba la “solución de dos estados”.

Estos resultados demuestran claramente que la idea de un solo estado democrático en Israel, Cisjordania y Gaza ha progresado en la opinión general de Estados Unidos.

Sin embargo, cuando la congresista electa palestina Rashida Tlaib expresó su opinión de que “tiene que haber un estado, otra solución no funciona”, en agosto pasado, fue rápidamente condenada. Un grupo que se autodenomina Sionistas Progresistas del Partido Demócrata de California dijo que estaba “profundamente decepcionado” con las declaraciones de Tlaib.

“Son incompatibles con la plataforma del Partido Demócrata, que se opone claramente al BDS y apoya una paz justa, una solución de dos estados y la seguridad, dignidad y soberanía de israelíes y palestinos”, dijo el grupo. “Esperamos que la congresista Tlaib esté dispuesta a trabajar con personas dentro y fuera de su distrito, así como con otros representantes en la Cámara que están preocupados por sus opiniones extremas”.

Sin embargo, hay tantos estadounidenses que apoyan la opinión de Tlaib sobre la solución de un estado como los que apoyan una solución de dos estados. Por consiguiente, no es “extremo”, a pesar de lo que dicen los “sionistas progresistas” del Partido Demócrata de California.

Un estado en la realidad

En Estados Unidos se ignora en gran medida el hecho de que Cisjordania, Gaza e Israel son funcionalmente un único estado en este momento. Hay una autoridad gobernante, Israel, que posee todo el poder de la fuerza y las finanzas, así como las autorizaciones de todo tipo y la ley en Cisjordania.

Con la colaboración de Egipto, mantiene a Gaza bajo un bloqueo que pone los medios de supervivencia diaria de los palestinos en manos de Israel. Ni la Autoridad Palestina ni HAMAS controlan sus propias fronteras, aguas, espacio aéreo o economía y finanzas. Ninguno de los dos son, en realidad, gobiernos.

De esta realidad indiscutible se desprende que todo estado que quiera definirse como una democracia liberal debe otorgar derechos totalmente iguales a todas las personas que se encuentran bajo su jurisdicción. Claramente, Israel no hace eso con los palestinos.

Todo estado que quiera definirse como una democracia liberal debe otorgar derechos iguales a todas las personas

Tlaib ha argumentado que los palestinos que viven bajo el gobierno israelí merecen los mismos derechos que disfrutan los judíos israelíes. Caracterizar esta opinión como “extrema” dice mucho más sobre los llamados “sionistas progresistas” que sobre Tlaib.

Una solución de dos estados no es técnicamente imposible. Sin embargo, a medida que se construyen más asentamientos, a medida que la división del liderazgo palestino se afianza, a medida que se vuelve más difícil que una opción política favorable a la paz gane unas elecciones en Israel, el coste de tal solución aumenta.

Si se creara un estado palestino mañana, costaría mucho más dinero, sería mucho más difícil políticamente y supondría una presión mucho mayor para ambos pueblos que hace 10 años, cuando era mucho más viable que ahora.

Es justo argumentar que el precio de dos estados ya es demasiado alto. Ciertamente, se ha vuelto tan difícil y complicado que sugerir, como hace Tlaib, un estado democrático y único con derechos iguales para todos no es una idea radical o extrema.

La solución de dos estados siempre tendrá algún mérito porque aborda el problema de las fuertes identidades nacionales de israelíes y palestinos, algo que ha provocado que otros estados multinacionales se hundan en una terrible violencia. También ofrece tanto a israelíes como a palestinos la mayor oportunidad para la autodeterminación nacional.

Todos los enfoques de este conflicto desconcertante tendrá sus ventajas e inconvenientes. Pero es absurdo trazar límites arbitrarios sobre lo que es un discurso aceptable, excluyendo unas soluciones simplemente porque uno u otro lado no está de acuerdo con ellas.

No olvidemos que lo que hoy se considera una posición tan “moderada” como la solución de dos estados también fue considerada, tiempo atrás, como anatema en el discurso estadounidense.

En mayo de 1998, Hillary Clinton desató una gran controversia al decir: “Bueno, creo que a Oriente Próximo le interesará que Palestina sea un estado, que sea un estado responsable del bienestar de sus ciudadanos, un estado que tenga la responsabilidad de brindar educación, atención médica y oportunidades económicas a sus ciudadanos”. La Casa Blanca se distanció de estos comentarios casi antes de que ella terminara de hacerlos.

Habían transcurrido cinco años desde el proceso de Oslo y Hillary Clinton fue condenada por esos comentarios. Hoy, nadie se sorprendería por eso. Las cosas cambian.

Pero que una ciudadana estadounidense defienda la igualdad de derechos no es algo que necesite justificarse.

El apoyo de Tlaib a los derechos de los palestinos ni siquiera debería ser controvertido. Se puede estar en desacuerdo con eso, pero decir que no se puede discutir o que defender la igualdad de derechos es un veneno político, no es ético y es contrario a todo valor que los estadounidenses dicen profesar.

Derechos sobre todo

Hace dos semanas, el ex portavoz militar israelí Peter Lerner dijo que quienes se oponen a la ocupación deben ser pacientes. “Hay mucho trabajo que hacer tanto con los israelíes como con los palestinos. No hay soluciones inmediatas al alcance de la mano, y los eslóganes fáciles y santurrones no ayudarán”.

No puedo imaginar cómo debe sentirse un palestino al leer esas palabras. La ocupación está en su quincuagésimo segundo año y no ha hecho más que afianzarse. Son casi 52 años que Israel subyuga a millones de palestinos sin derechos. Para muchos en Cisjordania y Gaza han sido tres generaciones.

El apoyo de Tlaib a los derechos de los palestinos ni siquiera debería ser controvertido

Hay mucho “trabajo por hacer” porque las políticas que rodean el fin de la ocupación se basan, ante todo, en las preocupaciones de seguridad declaradas de Israel.

Esas preocupaciones siempre han triunfado sobre los derechos de los palestinos, porque Estados Unidos decidió que deberían hacerlo. Eso es lo que objetan Tlaib y millones de palestinos y sus verdaderos defensores.

Lo que las encuestas muestran, fundamentalmente, es que hay cada vez más demócratas y, en particular, más judíos estadounidenses, que se apartan de las posiciones de Israel. Son ciudadanos que priorizan los derechos humanos y civiles en sus ideologías políticas.

El sondeo de la Universidad de Maryland mostró que cuando se les pedía elegir entre la identidad judía de Israel y su carácter democrático, los demócratas se fueron con la democracia por un margen de 78 por ciento a 12 por ciento. En particular, los independientes favorecieron la democracia (un 64% a favor y un 26% en contra) e incluso los republicanos se inclinaron por la democracia (un 48% frente a un 42%).

Sin embargo, Estados Unidos ha permitido que los palestinos languidezcan durante más de medio siglo bajo el dominio israelí sin derechos, al tiempo que ha basado el proceso diplomático en preservar el carácter judío de Israel incluso a expensas de su democracia. Las encuestas muestran que esto no es lo que quieren los estadounidenses, y ciertamente no lo que quieren los demócratas.

Durante décadas he dicho que realmente no me importa cuál es la solución, siempre y cuando se logre una paz justa para los israelíes y los palestinos. Si la gente piensa que un solo estado terminará mal, y podría hacerlo, que lo argumente, pero que no intente silenciar a quienes prevén un resultado diferente.

Un debate limitado a ‘dos estados o la ocupación perpetua y el apartheid’ ha generado la sombría realidad de 2018. El único límite en el que insistir, uno que nunca se ha erigido, es el pleno respeto de los derechos inalienables de palestinos e israelíes por igual.

Mitchell Plitnick es analista político y escritor. Ha sido vicepresidente de la Fundación para la Paz del Medio Oriente y director de la Oficina de B’Tselem en Estados Unidos. Puedes seguirle en Twitter: @MJPlitnick

Publicado originalmente en inglés en The New Arab y traducido por Javier Villate

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