La moralidad de Europa está muriendo en la frontera griega

La UE se negó a prepararse para una previsible reavivación de la crisis migratoria y ahora está respondiendo con una fuerza mortal

Javier Villate
Disenso Noticias Palestina
8 min readMar 5, 2020

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La policía antidisturbios griega se enfrenta a los inmigrantes en el exterior de un campo de refugiados en Diavata, un suburbio occidental de Salónica, el 4 de abril de 2019. (Sakis Mitrolidis / AFP vía Getty Images)
La policía antidisturbios griega se enfrenta a los inmigrantes en el exterior de un campo de refugiados en Diavata, un suburbio occidental de Salónica, el 4 de abril de 2019. (Sakis Mitrolidis / AFP vía Getty Images)

Paul Hockenos / Foreign Policy, 5 de marzo de 2020 — Esta semana, la frontera norte de Grecia con Turquía y las áreas fronterizas búlgaro-turcas también han sido testigos de escenas brutales y violentas que recuerdan a las zonas de guerra. Miles de migrantes desesperados que huyen de las zonas de guerra — incluidas madres con bebés en brazos — están asaltando vallas de alambre de púas para entrar en el territorio de la Unión Europea y solicitar asilo político, mientras que las fuerzas de seguridad griegas, con equipo antidisturbios, les golpean y les disparan balas de goma y nubes de gas lacrimógeno.

En las islas griegas más orientales, como Lesbos, la guardia costera y la marina griegas han estado rechazando los botes de refugiados/as medio congelados y asustados. Más de 32.000 inmigrantes han sido arrestados en la frontera terrestre griega.

Grecia ha suspendido las solicitudes de asilo durante un mes y está deportando a todos los migrantes que intentan entrar en el país “ilegalmente”, a pesar de que la agencia de la ONU para los refugiados ha dicho que no hay base legal para suspender las decisiones de asilo.

Se ha informado de que hasta ahora han muerto dos personas, una de ellas un niño en una balsa volcada. El primer ministro griego Kyriakos Mitsotakis no se ha disculpado por ese trato: “Frenamos la avalancha y protegemos nuestras fronteras, que también son las fronteras de la UE”, dijo un portavoz del gobierno el 1 de marzo. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que visitó Grecia ayer para mostrar su solidaridad con el gobierno de Atenas, elogió el papel de Grecia como “escudo de Europa” y prometió al gobierno heleno 700 millones de euros adicionales para reforzar la seguridad fronteriza. “Los acontecimientos de 2015 no deben repetirse”, dijo David McAllister, jefe de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo, refiriéndose a la afluencia de 1,3 millones de solicitantes de asilo en la UE aquel año.

La UE tiene razones para pensar que el legado de los acontecimientos de 2015 está en juego en la frontera griega. En la crisis anterior, el continente logró, no sin dificultades, ganarse una reputación de humanitarismo a los ojos del mundo, al tiempo que ganaba tiempo para abordar las causas fundamentales de la migración masiva desde el Oriente Medio y prepararse mejor para sus consecuencias. Europa no hizo ninguna de las dos cosas.

Ciertamente no hay excusa para los brutales intentos del presidente turco Recep Tayip Erdogan de chantajear a la UE. Ha cumplido su cínica amenaza de abrir las fronteras de Turquía a los refugiados que huyen hacia Europa si el país otomano no recibe apoyo militar de la OTAN para las operaciones de su ejército en Siria. También exigió más dinero para los campos de refugiados que Turquía aceptó acoger como parte del acuerdo alcanzado con Europa en 2016 para detener los flujos migratorios de Oriente Medio.

La OTAN es comprensiblemente reacia a doblegarse a los intentos de Erdogan de coerción geopolítica. Sin embargo, es desconcertante que la UE, por su parte, no estuviera tan preparada para una nueva crisis de los migrantes y ahora se encuentra recurriendo a la violencia policial en sus fronteras. Desde el inicio del acuerdo de 2016 con Turquía, era obvio que no era una solución a largo plazo sino una maniobra para ganar tiempo y diseñar una política común de la UE en materia de refugiados y refugiadas.

El acuerdo de 2016, elaborado en gran medida por el gobierno alemán de la canciller Angela Merkel, prometió a Turquía 6.000 millones de euros en ayuda para la acogida de refugiados y aceleró las negociaciones sobre la adhesión de Turquía a la UE, la exención de visado para los turcos a la UE — previo cumplimiento de varias condiciones — y el avance en la unión aduanera entre la UE y Turquía. En cuanto a Grecia, devolvería a Turquía a los refugiados que intentaran cruzar el Egeo y hacer una entrada “ilegal”; por cada “migrante irregular” de ese tipo que fuera devuelto a Turquía, la UE a su vez reasentaría a un refugiado de los campamentos turcos. Esas personas se distribuirían por toda Europa con arreglo a un sistema de cuotas.

El acuerdo, firmado en marzo de 2016, logró reducir al mínimo el número de refugiados que solicitaban asilo en la UE. Más de un millón de refugiadas/os llegaron a Europa en 2015, pero en 2017 el total se redujo a unos 200.000, y a otros 150.000 en 2018. En la primera mitad de 2019, se registraron unas 40.000 llegadas, sólo el 37 por ciento de las que se produjeron durante el mismo período en 2018. El número de personas que cruzaron y murieron en el Mar Egeo disminuyó drásticamente, de un máximo de 10.000 llegadas diarias en 2015 a menos de 100. (Desde 2019, el número de inmigrantes que entraron a Grecia desde Turquía había ido aumentando.)

Pero Europa nunca estuvo cerca de cumplir su parte del trato. En varios aspectos, Merkel debería haber sabido que estaba prometiendo demasiado. La UE nunca flexibilizó la normativa sobre visados para los turcos; Grecia, como resultado de una administración pública caótica, envió a menos de 2.000 inmigrantes de vuelta a Turquía, dejando en su territorio a la mayoría de ellos, recluidos durante meses e incluso años en campos de concentración en islas como Lesbos. Mientras tanto, el volumen de la ayuda financiera para los campamentos de refugiados siempre fue objeto de controversia: la Unión Europea afirmaba que había transferido las dos cuotas de 3.000 millones de euros a Turquía, pero Ankara insistía en que solo había recibido aproximadamente la mitad de esa cantidad. (Los campamentos establecidos por Turquía no cumplían con las normas internacionales, aunque la UE se dedicó a mirar a otro lado.)

Sin embargo, el fracaso más grave de la UE fue que nunca aceptó un número significativo de refugiados procedentes de Turquía. En total, desde 2016, la UE ha acogido a unos 26.500 sirios y sirias que se encontraban en el país otomano, casi todos ellos reubicados en Alemania, Países Bajos, Francia y Finlandia. Sin embargo, esta cifra es muy inferior a la de 72.000 mencionada en el acuerdo, una cifra insignificante en comparación con la enorme carga que soporta Turquía.

Además, en los años transcurridos desde la firma del acuerdo, la UE ha fracasado por completo en el diseño de una política común de migración para que el bloque gestione el esperado aumento a largo plazo de la migración, o incluso planes de emergencia en caso de que se produzca una repentina afluencia de refugiados/as como la que estamos viendo ahora.

Lo que está claro es que el Plan A está ahora en el cubo de la basura y no existe un Plan B. Los líderes de la UE pueden culpar de este fracaso a los centroeuropeos, que de hecho se han opuesto a un plan de distribución de cuotas, pero no fueron los únicos que conspiraron contra él. Mientras tanto, los propios defensores del plan de cuotas se niegan ahora a admitir el número de solicitantes de asilo que dicen haber estado dispuestos a aceptar bajo una estrategia común. En Alemania, los conservadores del partido de la Unión Demócrata Cristiana de Merkel no han dejado de agitar desde 2017 por un tope de 200.000 refugiados al año. ¿Pero cuántos aceptó Alemania en realidad? En 2018, el país tramitó 185.853 solicitudes, de las cuales algo más del 50 por ciento recibió “estatus protegido”, es decir, asilo político o estatus de refugiado temporal. El año pasado, sólo 146.619 solicitaron protección política.

“La UE está pagando ahora el precio de no tener una política europea de migración que funcione, después de años de negociaciones”, afirmó el semanario alemán Der Spiegel. “Los países de la UE dejaron a Grecia sola con las refugiadas y refugiados que llegaron. Un aumento moderado en su número fue suficiente para llevar el sistema de recepción griego al borde del colapso en julio [de 2019]”. Lo que estamos experimentando ahora es el colapso largamente predicho.

Amnistía Internacional, las iglesias de Alemania y los partidos de izquierda germanos, incluidos los socialdemócratas que forman parte de la coalición de gobierno, han condenado enérgicamente la suspensión por parte de las autoridades griegas del derecho de los refugiados a solicitar asilo en todas las fronteras de la UE. Pero es hora de tomar medidas mucho más decisivas: los países no fronterizos de la UE deben finalmente intervenir para ayudar a Grecia, así como a España, Italia y Bulgaria, ayudando a procesar a los refugiados, en lugar de rechazarlos en unas fronteras fortificadas. En Alemania, los Verdes de la oposición han hecho un sensato llamamiento para que Alemania acoja inmediatamente a 5.000 mujeres, niños y ancianos varados en las islas griegas. Eso parece lo menos que se puede hacer.

Se debería formar una coalición más amplia de estados europeos dispuestos a aliviar la crisis actual. Hay evidencias de que buena parte de la población alemana está preparada para aceptar un nuevo flujo de refugiados, incluso si su propio gobierno nacional está indeciso. La organización alemana Seebrücke, que trabaja para proteger a los refugiados, dice que ha estado en contacto con 140 ayuntamientos y ciudades que están dispuestas a acoger en conjunto entre 10.000 y 20.000 refugiados/as. Según Liza Pflaum, de Seebrücke, la organización lleva un año y medio luchando en los tribunales alemanes para que estas ciudades reciban refugiados, a pesar de que el ministerio federal del interior, dirigido por el conservador Horst Seehofer, se niega a dar luz verde. (El proceso de asilo político es una prerrogativa del gobierno federal.) Merkel no ha presionado a Seehofer para que dé su brazo a torcer. “Tenemos camas vacías que fueron usadas en 2015 y 2016 cuando las comunidades alemanas encontraron voluntariamente lugares para refugiados”, dijo Pflaum.

La UE ha prevaricado y avergonzado sobre la migración, y ahora ha llegado a sus costas una crisis que era previsible en todos los sentidos. La única respuesta de Merkel ha sido ofrecer a Erdogan más dinero, con la esperanza de ganar más tiempo para un final incierto. Uno podría simpatizar con sus intentos de rescatar lo que queda de su legado sobre la migración, pero la UE tiene la responsabilidad de abordar la crisis de lleno. La cuestión ahora es si Europa quiere ganarse su reputación de humanitarismo, o perderla por completo.

Paul Hockenos es periodista y reside en Berlín. Su libro más reciente es Berlin Calling: A Story of Anarchy, Music, the Wall and the Birth of the New Berlin (The New Press).

Este artículo fue publicado en Foreign Policy y ha sido traducido por Javier Villate.

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