La pandemia del coronavirus bajo el apartheid sionista

Mientras el mundo llama a la solidaridad, los palestinos no esperan nada de sus ocupantes

Javier Villate
Disenso Noticias Palestina
7 min readMar 30, 2020

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Trabajadores palestinos se preparan para desinfectar mezquitas e iglesias como medida preventiva contra el coronavirus en Ramala, en la Cisjordania ocupada, el 7 de marzo de 2020. (Foto: AP / Majdi Mohamed)

Osama Tanous / Al Yazira, 24 de marzo de 2020 — A medida que el número de infecciones y muertes por la COVID-19 se multiplica día tras día, han crecido los llamamientos a la ayuda mutua por todo el mundo. Sin embargo, para el gobierno israelí no existe tal cosa como la solidaridad.

Tan pronto como se detectaron las primeras infecciones de coronavirus, las autoridades israelíes demostraron que no tienen intención de aliviar el apartheid y permitir, así, que los palestinos puedan hacer frente a la epidemia en condiciones más decentes.

La represión ha continuado y las fuerzas de ocupación israelíes utilizan la excusa del aumento de la presencia policial para continuar las redadas en algunas comunidades, como el barrio de Isawiya en Jerusalén Este, las demoliciones de viviendas en lugares como la aldea de Kafr Qasim y la destrucción de cultivos en las comunidades beduinas del desierto del Néguev.

A pesar de que cuatro presos palestinos dieron positivo en la prueba de la COVID-19, el gobierno israelí se ha negado hasta ahora a atender las peticiones de liberar a los 5.000 palestinos (incluyendo 180 niños) que actualmente tiene en sus cárceles. Y no ha habido ningún indicio de que el asfixiante bloqueo de la Franja de Gaza, que ha diezmado sus servicios públicos, se vaya a levantar en breve.

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu también está tratando de excluir la Lista Conjunta, de mayoría palestina, de la formación de un gobierno de unidad de emergencia para hacer frente a la epidemia, calificando a sus miembros de “partidarios del terrorismo”.

Al mismo tiempo, las autoridades israelíes se han apresurado a describir a los palestinos como portadores del virus y como una amenaza para la salud pública.

A principios de marzo, cuando el Ministerio de Salud palestino anunció que había confirmado los primeros siete casos del coronavirus (que causa la enfermedad COVID-19) en el territorio palestino ocupado, el ministro de Defensa israelí Naftalí Bennett se apresuró a cerrar la ciudad de Belén, donde se encontraban todos los casos.

Por supuesto, la preocupación no era la salud y la seguridad de los palestinos en la ciudad, sino la amenaza de que infectaran a los israelíes. En claro contraste, el cercano asentamiento judío de Efrat, que también había confirmado infecciones, no fue cerrado en ese momento.

Poco después, el Ministerio de Salud emitió una declaración aconsejando a los israelíes no entrar en los territorios palestinos ocupados.

La semana pasada, Netanyahu pidió a “los ciudadanos de lengua árabe” que siguieran las instrucciones del Ministerio de Salud diciendo que hay un problema de incumplimiento entre los palestinos. No se expresaron tales preocupaciones sobre algunos miembros de la población judía de Israel, que se negaron a cerrar las escuelas religiosas y los negocios.

Esta actitud hacia los palestinos no es nueva, por supuesto. Los escritos de los primeros colonos sionistas europeos están llenos de prejuicios racistas sobre la higiene y las condiciones de vida de los árabes, y la amenaza de enfermedades provenientes de la población palestina fue una temprana justificación del apartheid.

Aparte de décadas de represión y discriminación, durante la reciente epidemia de la COVID-19, los palestinos tendrán que sufrir otra consecuencia de la ocupación y el apartheid: un empobrecido sistema de atención sanitaria.

Las raíces de esta carencia se remontan a la época del mandato, cuando los británicos desalentaron la formación de un sector sanitario dirigido por palestinos. La población palestina — sobre todo las zonas urbanas — recibía los servicios de varios hospitales que los colonialistas británicos establecieron, así como de instalaciones sanitarias creadas por varios misioneros occidentales. Mientras tanto, se permitió a los colonos judíos establecer su propio sistema de atención de la salud, financiado generosamente desde el extranjero y gestionado con independencia del mandato.

Durante la Segunda Guerra Mundial, algunos misioneros se marcharon y cerraron sus clínicas, y en 1948 los británicos se retiraron, dejando atrás una infraestructura sanitaria deficiente. En 1949, Egipto se anexionó la Franja de Gaza. Al año siguiente, Jordania hizo lo mismo con Cisjordania. Durante los siguientes 17 años, El Cairo y Ammán atendieron a la población palestina que vivía bajo sus gobiernos, pero no establecieron realmente un sistema de salud mínimamente adecuado.

La UNRWA (la agencia de la ONU para los refugiados palestinos) tuvo que intensificar sus servicios, proporcionando atención primaria, mientras que los palestinos comenzaron a construir una red de servicios de salud caritativos.

Tras la guerra de 1967 y la ocupación israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza, Israel, como potencia ocupante, era legalmente responsable de la atención sanitaria de los palestinos, pero no es de extrañar que no hiciera nada para fomentar el desarrollo de un sólido sector sanitario. En 1975, por ejemplo, el presupuesto asignado para la asistencia sanitaria en Cisjordania era menor que el de un hospital israelí para todo el año.

En 1994, se creó la Autoridad Palestina (AP) y se hizo cargo de la prestación de servicios en los territorios ocupados en 1967. No hace falta decir que la ocupación y el hecho de que el presupuesto de la AP dependiera de donantes extranjeros y los caprichos del gobierno israelí, así como la corrupción de los funcionarios de la AP, no permitieron la mejora necesaria del sector sanitario palestino.

Como resultado, si hoy en día entras en un hospital palestino en Cisjordania, te sorprenderá el hacinamiento de pacientes, la escasez de suministros, el equipo inadecuado y la infraestructura y el saneamiento deficientes. Los profesionales médicos han protestado repetidamente por las malas condiciones de trabajo en sus hospitales, la última vez en febrero de este año, pero sin éxito.

Con sólo 1,23 camas por cada 1.000 personas, 2.550 médicos en activo, menos de 20 especialistas en cuidados intensivos y menos de 120 ventiladores en todos los hospitales públicos, Cisjordania se verá sumida en un desastre de salud pública si las autoridades no contienen la propagación de la COVID-19.

La situación en Cisjordania puede parecer sombría, pero la de la Franja de Gaza es simplemente catastrófica. La ONU anunció que la franja sería inhabitable en 2020. Ya estamos en el año 2020 y los residentes de la Franja de Gaza — aparte de las condiciones de vida inhumanas — ahora también se enfrentan a la epidemia de la COVID-19, ya que los primeros casos fueron confirmados el 21 de marzo.

El bloqueo de Gaza impuesto por Israel, Egipto y la Autoridad Palestina ha llevado su sistema de salud al borde del colapso. Esto se ha visto agravado por la reiterada destrucción de las instalaciones sanitarias y por la lentitud de los esfuerzos de reconstrucción tras las repetidas ofensivas militares a gran escala del ejército israelí.

La población de Gaza ya se enfrenta a condiciones calamitosas: el desempleo es del 44% (61% para los jóvenes); el 80% de la población depende de alguna forma de asistencia extranjera; el 97% del agua no es potable; y el 10% de los niños tienen un retraso en el crecimiento debido a la malnutrición.

La prestación de servicios de atención de la salud está en constante disminución. Según la ONG Ayuda Médica para los Palestinos, desde el año 2000 “se ha producido un descenso en el número de camas de hospital (1,8 a 1,58), médicos (1,68 a 1,42) y enfermeras (2,09 a 1,98) por cada 1.000 personas, lo que ha dado lugar al hacinamiento y a la reducción de la calidad de los servicios”. La prohibición de Israel de importar tecnología con posible “doble uso” ha restringido la compra de equipamientos, como escáneres de rayos X y radioscopios médicos.

Los cortes regulares de electricidad amenazan la vida de miles de pacientes que dependen de aparatos médicos, incluidos los bebés que están en incubadoras. Los hospitales carecen de alrededor del 40 por ciento de los medicamentos esenciales, y hay cantidades inadecuadas de suministros médicos básicos, como jeringas y gasas. La decisión de 2018 de la administración Trump de interrumpir la financiación de EEUU para la UNRWA también afectó a la capacidad de este organismo para proporcionar asistencia sanitaria y traer médicos para realizar cirugías complejas en Gaza.

Los límites del sistema de salud de Gaza se pusieron a prueba en 2018 durante la Marcha del Retorno, cuando los soldados israelíes abrieron fuego masivo contra los palestinos desarmados que protestaban cerca de la valla que separaba la franja del territorio israelí. En esos días, los hospitales se vieron desbordados por los heridos y muertos, y durante meses estuvieron luchando para proporcionar una atención adecuada a los miles de heridos por munición real, muchos de los cuales quedaron permanentemente discapacitados.

La Franja de Gaza es una de las zonas más densamente pobladas del mundo, que también experimenta graves problemas de infraestructura de agua y saneamiento. Está claro que detener la propagación de la COVID-19 será casi imposible. También está claro que la población, que ya está agotada por la malnutrición, una mayor tasa de discapacidad — debido a todos los ataques israelíes — y la angustia psicológica debida a la guerra y las dificultades, será mucho más vulnerable al virus. Muchos morirán y es probable que el sistema de salud se derrumbe.

Así que mientras Cisjordania y Gaza se enfrentan a posibles catástrofes sanitarias en medio de una epidemia de la COVID-19, la pregunta es, ¿qué hará Israel? ¿Dará acceso a su sistema de salud a los palestinos? ¿Dejará al menos de bloquear la ayuda médica extranjera?

Un reciente vídeo que se hizo viral en las redes sociales palestinas puede darnos la respuesta. En él, se ve a un trabajador palestino luchando por respirar al lado de una carretera en un puesto de control israelí cerca de la aldea de Beit Sira. Su empleador israelí había llamado a la policía israelí tras verlo gravemente enfermo y sospechar que tenía el virus. Acto seguido, lo detuvieron y lo abandonaron en el puesto de control.

Décadas de ocupación colonial, ocupación militar y repetidos asaltos mortales han enseñado a los palestinos a no esperar ninguna “solidaridad” del estado de apartheid israelí. En esto, como en crisis anteriores, saldrán adelante con su proverbial sumud (perseverancia).

Osama Tanous es un pediatra de Haifa y tiene un máster sobre salud pública.

Este artículo ha sido publicado por Al Yazira y ha sido traducido por Javier Villate.

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