La ‘solución de dos estados’ está muerta: Avancemos hacia un único estado

Javier Villate
Disenso Noticias Palestina
7 min readMar 12, 2019
Unos niños palestinos en el 'lado oriental' del muro de separación israelí, cerca de la aldea de Abu Dis, el 3 de abril de 2014. (Foto: Said Qaq / APA Images)
Unos niños palestinos en el ‘lado oriental’ del muro de separación israelí, cerca de la aldea de Abu Dis, el 3 de abril de 2014. (Foto: Said Qaq / APA Images)

Helena Cobban / Mondoweiss, 6 de marzo de 2019 — En Estados Unidos, el apoyo a la “solución de dos estados” en la Palestina histórica ha sido algo habitual durante muchos años. Pero cualquiera que mire el mapa de los asentamientos que Israel ha establecido en la Cisjordania ocupada — incluyendo Jerusalén Este — tiene que concluir que la eliminación de un número suficiente de ellos para hacer sitio a un estado palestino viable es ahora políticamente imposible.

El huevo demográfico en Cisjordania ha sido revuelto a fondo y no puede ser desenredado. Esto deja a los diplomáticos de todo el mundo con dos opciones. O bien el proyecto de establecer una entidad árabe palestina es recortado aún más, por ejemplo, creando un “collar” de pequeños bantustanes palestinos en algunas partes del Área A de Cisjordania más la Franja de Gaza — una fórmula que, según se dice, está siendo considerada por Jared Kushner — , o bien el establecimiento de un estado democrático único en el que todas las personas con un reclamo legítimo de pertenecer a él gocen de plena igualdad cívica.

Todos los que creen en la igualdad de todas las personas, incluidos los palestinos, seguramente optarán por la segunda de esas opciones.

Dejaré que otros escriban un obituario más completo para la solución de dos estados. Mi objetivo aquí es explorar lo que significaría a nivel de la diplomacia internacional dejar atrás el modelo de “dos estados” y empezar a buscar el modelo de un único estado en su lugar.

El modelo de “dos estados” se remonta no solo a 1967, el año en que el bien equipado ejército israelí ocupó Cisjordania, Gaza, el Golán y una gran parte de Egipto. En realidad, data de 1947, el año en que el gobierno británico, agotado tras la Segunda Guerra Mundial y viendo cómo se desmoronaba su imperio global, arrojó sumariamente la cuestión de Palestina al regazo de las todavía jóvenes Naciones Unidas.

La “partición” de las zonas de conflicto estaba de moda en aquellos años, y fue aplicada en la India y Alemania. Así que sin mucha planificación, las dos potencias que entonces estaban en la cúspide del sistema mundial — Estados Unidos y la Unión Soviética — se unieron en torno a esa fórmula para Palestina. (Curiosamente, los soviéticos esperaban que Israel pudiera ser una espina clavada en el Imperio Británico, que todavía controlaba fuertemente los gobiernos de Egipto, Jordania e Irak… Y durante algunos años eso fue lo que sucedió.)

Dos años antes de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, su Carta proclamaba con firmeza “el respeto al principio de la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos”. Pero en Palestina y en otros países que todavía estaban bajo el yugo del imperio británico o de otros imperios europeos, esos principios se dejaron de lado. En 1947, cuando los países miembros de la ONU votaron la partición de Palestina, por 33 votos a favor, 10 en contra y 10 abstenciones, pasaron por alto las aspiraciones de más de dos tercios de la población del país, que era árabe y que se oponía firmemente a la partición. En cambio, privilegiaron el deseo de menos de un tercio de la población judía de tener un estado propio.

(David Ben Gurión, que se convirtió en el primer primer ministro de Israel, dijo en privado a los miembros de su familia que tener un estado solo para judíos en una parte de Palestina no era más que un paso para tenerlo en todo el país.)

En vísperas de la candidatura palestina para ser reconocida como un estado en la ONU en 2011, una tienda palestina vende tazas de café con el nombre del presidente palestino Mahmud Abás. En una taza se puede leer: "El mundo quiere un estado de Palestina". 15 de septiembre de 2011, Gaza (Foto: Mohamed Asad / APA Images)
En vísperas de la candidatura palestina para ser reconocida como un estado en la ONU en 2011, una tienda palestina vende tazas de café con el nombre del presidente palestino Mahmud Abás. En una taza se puede leer: “El mundo quiere un estado de Palestina”. 15 de septiembre de 2011, Gaza (Foto: Mohamed Asad / APA Images)

El Plan de Partición asignó una cantidad desproporcionada de la tierra al estado judío. Pero ni siquiera eso era suficiente para Ben Gurión y sus compinches. La ONU aprobó el Plan de Partición el 29 de noviembre de 1947. Se suponía que no entraría en vigor hasta el siguiente mes de mayo, pero a partir del 29 de noviembre las milicias judías bien organizadas emprendieron dos tareas. Trabajaron para expandir las áreas de Palestina que controlaban y trabajaron para limpiar étnicamente todas esas áreas de los residentes árabes, que constituían la mayoría de la población de esas áreas.

Estas operaciones de expansión y limpieza étnica continuaron desde finales de noviembre de 1947 hasta principios de 1949, cuando todos los estados árabes fronterizos con Israel firmaron acuerdos de alto el fuego a largo plazo (“armisticio”) con el recién creado estado judío.

Durante los combates de 1947–1949, los árabes palestinos solo disponían de medios de autodefensa débiles y fragmentados. Una década antes, habían lanzado un levantamiento contra el dominio británico en Palestina que los ingleses reprimieron con gran brutalidad. Así que en 1947–1949 los palestinos no tenían milicias capaces de igualar a la Haganah, el Palmach y el Etzel de los judíos.

Los ejércitos nominalmente árabes de los vecinos Egipto y Jordania aún estaban bajo un estricto control británico. Permanecieron fuera de Palestina hasta después del 15 de mayo de 1948 e incluso después de esa fecha tuvieron cuidado de no provocar a los combatientes judíos/israelíes. El rey de Jordania mostró su desprecio por el autogobierno palestino cuando se anexionó Cisjordania en 1949. El rey de Egipto se contentó con poner a Gaza bajo “ocupación militar”.

Es importante entender esta historia, porque si queremos apoyar la idea de un solo estado democrático en toda Palestina, necesitamos conocer lo que se necesita para lograrlo; y no será fácil. Implicará poner fin al privilegio institucionalizado para el pueblo judío en Palestina (la gran mayoría de ellos colonos de asentamiento) que el estado de Israel ha encarnado desde 1947. Y a nivel internacional implicará persuadir a suficientes estados de la ONU de que la partición de Palestina, que la propia ONU inició en 1947, tiene que terminar.

Hay algunos destellos de esperanza. Una de las otras particiones clave de finales de la década de 1940 ya se ha derrumbado: Alemania Oriental y Alemania Occidental se reunieron pacíficamente en 1990. Y la semana pasada, la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) dictaminó que una medida que Gran Bretaña tomó en 1965 para separar el archipiélago de Chagos de Mauricio, unos años antes de que Gran Bretaña “concediera la independencia” a la así truncada República de Mauricio, fue ilegal. Gran Bretaña, según el fallo de la CIJ, debería poner fin a la partición ilegal de Mauricio y devolver las Islas Chagos a este país.

Es cierto que el fallo es solo una “opinión consultiva” y, al igual que la opinión anterior de la CIJ sobre el Muro de Israel en Cisjordania, no es vinculante. Aún así, el fallo de la CIJ sobre las Islas Chagos ofrece interesantes argumentos para aquellas personas que buscan desafiar la legalidad de la partición de Palestina por parte de la ONU.

A finales de 1991, los gobernantes de Israel tuvieron una oportunidad increíble de hacer las paces con todos sus vecinos, incluidos los palestinos. Ese año, todos esos vecinos se reunieron con Israel en la Conferencia de Paz de Madrid con el objetivo común de conseguir una paz definitiva basada en el principio de “Tierra por Paz” (tierra a cambio de paz). Habría sido una paz de “dos estados”. Jordania renunció a su reivindicación de Cisjordania en 1988, Egipto nunca había reivindicado Gaza como egipcia y la OLP representaba claramente los intereses palestinos.

Desde 1991, sin embargo, los sucesivos gobernantes de Israel de los dos partidos hegemónicos optaron por la expansión colonial en lugar de la paz. Y ahora, debido al éxito de su proyecto de construcción de asentamientos, la oportunidad de una solución de dos estados ha desaparecido.

Hay un aspecto en el que poner en práctica una solución de un solo estado debería ser más fácil que seguir buscando una paz de dos estados. En el contexto de cualquier negociación basada en dos estados, la cuestión de esa gran parte del pueblo palestino que fue limpiado étnicamente de sus tierras en 1947–1949 siempre fue extremadamente difícil de abordar.

Según el derecho internacional, estos refugiados y sus descendientes todavía tienen derecho a regresar a sus hogares originales si están dispuestos a vivir allí en paz con sus vecinos. Ningún gobierno israelí desde 1948 ha estado dispuesto a permitir que eso ocurra.

Mientras continuaron las negociaciones centradas en “dos estados”, se convocaron numerosas conferencias con el objetivo de buscar otras opciones para los refugiados. Pero si buscamos una solución de un solo estado, entonces quien apoye la idea de que los palestinos son plenamente humanos y que sus derechos significan realmente algo, seguramente estará apoyando en voz alta el pleno derecho de retorno de los refugiados palestinos. Estas familias palestinas crónicamente vulnerables han estado viviendo en la miseria de los campos de refugiados durante más de 70 años. La mayoría de ellas son apátridas. Todas han sufrido mucho a causa de las crisis políticas en Jordania, Líbano, Siria, Gaza o Cisjordania. Y nunca han tenido un aparato estatal propio capaz de proteger sus intereses o incluso sus vidas.

Si, en el contexto de una solución igualitaria de un solo estado, a los colonos judíos israelíes que viven en asentamientos por todo el país se les permite quedarse y vivir en paz e igualdad con sus vecinos, los refugiados palestinos que ahora sobreviven a duras penas en el Líbano, Siria, Gaza o en cualquier otro lugar, ¿se les debería permitir, por fin, implementar su derecho al retorno sancionado por la ONU? Un resultado de un solo estado podría permitir que eso ocurriera.

Helena Cobban es presidenta de Just World Educational (JWE), una organización sin fines de lucro, y directora ejecutiva de Just World Books. Ha tenido una larga carrera como periodista, escritora e investigadora en asuntos internacionales, incluyendo 17 años como columnista sobre temas globales para The Christian Science Monitor. De los siete libros que ha publicado sobre asuntos internacionales, cuatro han sido sobre temas de Oriente Medio. Esta nueva serie de comentarios que está escribiendo, “Story/Backstory”, tendrá un componente de audio ampliado publicado en la serie de podcasts de JWE. Representan sus propias opiniones y juicios, no los de ninguna organización.

Este artículo fue publicado por Mondoweiss y ha sido traducido por Javier Villate.

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