¿Por qué acordó Netanyahu un alto el fuego en Gaza?

Para continuar con su política de anexión sigilosa pero segura, el primer ministro israelí necesita tranquilidad, no guerra.

Javier Villate
Disenso Noticias Palestina
8 min readNov 15, 2018

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Un palestino en medio de los escombros de una emisora de televisión dirigida por HAMAS, destruida por un ataque aéreo israelí, en Gaza el 14 de noviembre de 2018. (Foto: AFP)
Un palestino en medio de los escombros de una emisora de televisión dirigida por HAMAS, destruida por un ataque aéreo israelí, en Gaza el 14 de noviembre de 2018. (Foto: AFP)

Meron Rapoport / Middle East Eye, 14 de noviembre de 2018 — “Rendición al terrorismo” y “cobarde”, estos fueron los términos utilizados por Avigdor Lieberman para describir el comportamiento del gobierno israelí y del primer ministro Benjamín Netanyahu, y para justificar su propia dimisión como ministro de defensa.

Es razonable suponer que la dimisión de Lieberman se debe principalmente a consideraciones políticas. Con la proximidad de las elecciones, quiere que se le considere como alguien que no se rindió a HAMAS. Lieberman, una criatura política experimentada, entiende que el hecho de que Netanyahu sea un cobarde puede ser explotado para sus propios fines.

No está solo. En Sederot, el martes, cientos de manifestantes se reunieron en la entrada de la ciudad, quemando neumáticos y gritando: “Bibi lárgate”. Parecían haber aceptado la imagen de Netanyahu como un líder cobarde. El ministro de educación, Naftalí Bennett, también dejó claro que la decisión del gabinete de aceptar un alto el fuego en Gaza no era de su agrado.

Esto no es nuevo. Desde el ataque israelí a gran escala contra Gaza en 2014, Bennett ha estado tratando de presentar a Netanyahu como un primer ministro vacilante que carece del valor para “hacer lo correcto”, es decir, destruir a HAMAS.

¿Un “hombre de paz”?

Pero no ha sido sólo la derecha la que ha retratado a Netanyahu como un líder débil. Yair Lapid de Yesh Atid, Avi Gabbay del Partido Laborista y otros compitieron para criticar la “falta de agallas” de Netanyahu para enfrentarse a HAMAS. “Netanyahu está acabado y ha cedido ante HAMAS bajo el fuego”, dijo el ex primer ministro Ehud Barak en respuesta a la decisión de alto el fuego.

Cada cinco minutos más o menos, alguien publicaba en Facebook el vídeo en el que Netanyahu, como jefe de la oposición en 2009, se comprometía a “destruir el régimen de HAMAS”, presentándolo como una prueba más de la brecha entre las declaraciones belicistas y el carácter vacilante y cobarde del primer ministro.

El columnista Gedeón Levy ha destacado el lado positivo de Netanyahu, describiéndole como un “hombre de paz” en un reciente artículo de Haaretz. Lo escribió unos días antes del comienzo de la actual ronda de violencia, pero supongo que la rápida aprobación del alto el fuego con HAMAS no hizo más que reforzar sus argumentos centrales.

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu asiste a la reunión semanal del gabinete en Jerusalén el 28 de octubre de 2018. (Foto: AFP)
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu asiste a la reunión semanal del gabinete en Jerusalén el 28 de octubre de 2018. (Foto: AFP)

Levy nos recuerda, y con razón, que durante sus 12 años en el cargo — incluyendo su anterior período como primer ministro de 1996 a 1999 — Netanyahu lanzó sólo una guerra, en comparación con las dos guerras que Olmert organizó en los tres años que fue primer ministro. Netanyahu, señala Levy, ha sido “uno de los primeros ministros más pacifistas que hemos tenido nunca”.

Sin embargo, la crítica de la cobardía de Netanyahu, por un lado, y el elogio de su moderación, por otro, no tienen en cuenta el punto principal que explica su comportamiento. Netanyahu es un ideólogo, un ideólogo de la “Tierra de Israel”. Desde que asumió el cargo por primera vez en 1996, y ciertamente desde su regreso al poder en 2009, ha estado decidido a impedir el establecimiento de un estado palestino independiente entre el río Jordán y el mar Mediterráneo.

Política de anexión

Netanyahu ve esto como una misión histórica, transmitida por su padre, quien a su vez la recibió del difunto líder sionista Zeev Jabotinsky. En la Tierra de Israel, la soberanía judía es la única soberanía posible, con exclusión de cualquier otra. Impedir el dominio soberano extranjero en la Tierra de Israel es crucial para la existencia del pueblo judío e, indirectamente, para toda la civilización occidental. La ley del estado-nación es una manifestación de este proceso ideológico.

Pero Netanyahu no es un fanático. Reconoce la realidad. Entiende que la comunidad internacional no aceptará una anulación de los Acuerdos de Oslo junto con el desmantelamiento de la Autoridad Palestina (AP) y la anexión de Cisjordania por Israel. Incluso con Donald Trump, que ha hecho más por fomentar este proyecto que cualquier otro presidente anterior de EEUU, el reconocimiento internacional de un proceso que conduce a la destrucción de la soberanía palestina es casi imposible.

Por lo tanto, lo que Netanyahu debe hacer es ganar tiempo, por una parte, para desarrollar un proceso político que cree una congelación profunda [del “proceso de paz”] y, por otra, para continuar con la expansión de los asentamientos y la creación de hechos sobre el terreno en Cisjordania y Jerusalén Este, con la esperanza de que en otros 10, 20 o 30 años no haya más opción que un estado de Israel con un gobierno único y exclusivo sobre la histórica Tierra de Israel.

Para continuar con esta anexión sigilosa pero segura, Netanyahu necesita tranquilidad. La anexión hace ruido, por lo que se opone a ella, incluso a costa de los venenosos ataques de Bennett y de los líderes del propio Likud. Una guerra hace ruido, así que trabaja para disminuir la guerra, incluso si eso significa que un sargento en la reserva, como Lieberman, lo retrate como un cobarde.

La brecha entre Fatah y HAMAS

La actitud de Netanyahu hacia HAMAS debe considerarse en ese contexto. Netanyahu casi siempre se retira de una guerra total de aniquilación contra el gobierno de HAMAS en Gaza, pero no porque se estremezca ante la perspectiva de la violencia o de una demostración de poder. Por el contrario, en su opinión, una demostración de poder es más importante que los principios.

“Otras naciones respetan los principios hasta cierto punto, pero respetan mucho más el poder”, dijo hace sólo unos días en una reunión del Likud. Pero Netanyahu no quiere ruido. Los soldados que mueren en Gaza son ruido; miles de civiles palestinos que mueren son ruido; la ocupación de la Franja de Gaza es un terremoto que llamaría la atención de todo el mundo sobre la situación palestina, sobre la ocupación, sobre el hecho de que las negociaciones estén congeladas. Eso es lo último que quiere Netanyahu.

Pero hay otro asunto aquí, algo más profundo. Netanyahu “heredó” la ruptura entre HAMAS y Fatah, entre Cisjordania y Gaza, cuando retomó el cargo de primer ministro en 2009. En su opinión, esta fisura es un importante activo político.

Manifestantes palestinos cantan eslóganes y queman imágenes del ministro de defensa israelí Avigdor Lieberman en Gaza el 14 de noviembre de 2018. (Foto: AFP)
Manifestantes palestinos cantan eslóganes y queman imágenes del ministro de defensa israelí Avigdor Lieberman en Gaza el 14 de noviembre de 2018. (Foto: AFP)

Desde principios de la década de 1990, Israel ha aspirado a aislar a Gaza de Cisjordania mediante la retención de los permisos de salida y la imposición de cierres, y luego mediante el bloqueo de la Franja de Gaza. La idea era que si las dos partes del cuerpo político palestino están separadas entre sí, la capacidad de la Organización para la Liberación de Palestina, y de los palestinos en general, para exigir un estado disminuye.

El hecho de que hoy haya dos gobiernos separados operando en Gaza y Cisjordania es una mina de oro política para cualquiera que desee descarrilar cualquier proceso que conduzca a un estado palestino independiente. Y ese es, como hemos visto, el objetivo de Netanyahu.

La “rehabilitación” de Gaza

Por lo tanto, desde el punto de vista de Netanyahu, preservar el dominio de HAMAS en Gaza es un activo estratégico de primer orden. En su opinión, cualquier proceso que pueda llevar al establecimiento de un estado independiente en Gaza, separado de Cisjordania, es una bendición. Si Gaza se convirtiera en un “emirato”, como le gusta decir a la derecha, sería un golpe mortal a las pretensiones de Mahmud Abás, o de cualquiera que aspire a representar al pueblo palestino en las negociaciones para poner fin a la ocupación y establecer un estado independiente.

Este pensamiento explica la repentina preocupación de Netanyahu por la “rehabilitación” de Gaza y también esclarece los motivos por los que accedió a la entrada, con luz y taquígrafos, de maletas llenas con 15 millones de dólares enviados por Catar para pagar a los empleados de HAMAS en Gaza.

Y también explica por qué Netanyahu no quiere reocupar Gaza. Si una acción militar de este tipo tuviera éxito sin costar la vida de cientos de israelíes y miles o quizás decenas de miles de palestinos — y sin convertirse en una catástrofe para los medios de comunicación internacionales — , Israel se encontraría en última instancia entregando Gaza a Abás y a la Autoridad Palestina, reforzando así su posición política en el mundo. Esto es precisamente lo que Netanyahu está tratando de evitar.

Con ello no queremos decir que HAMAS sea una criatura de Netanyahu o de Israel, como suele afirmar la gente de Fatah en todas las conversaciones privadas, y ocasionalmente públicas. HAMAS es una espina clavada en el costado de Israel. En la última ronda de violencia, HAMAS ha demostrado, una vez más, que puede paralizar fácilmente la vida cotidiana en amplias zonas de Israel. La impresión que se tiene es que sus capacidades militares están mejorando y que en el futuro serán aún más peligrosas, quizás no tanto como las de Hezbolá, pero no muy lejos de ese nivel.

El dilema de Netanyahu

Netanyahu, sin embargo, está en un aprieto. Por una parte, debido a las razones mencionadas, es muy importante para él mantener a HAMAS en el poder en Gaza. Por otro lado, mientras HAMAS gobierne Gaza, Netanyahu no podrá transmitir una sensación de seguridad a cientos de miles de israelíes en el sur del país. Además, como se opone en principio a cualquier negociación política con los palestinos, Netanyahu no tiene forma de llegar a un acuerdo a largo plazo que calme la situación. No tiene más remedio que aceptar las condiciones de la organización islamista.

HAMAS entiende bien el dilema de Netanyahu. Sabe que Netanyahu no intentará eliminarlos. Así, HAMAS puede lanzar cientos de cohetes contra Israel en las circunstancias actuales, sabiendo que, al final, Netanyahu aceptará un alto el fuego tan pronto como, a través de la mediación egipcia, se le ofrezca uno. HAMAS ha aprovechado esta situación para lograr una clara victoria política en la última ronda de violencia y, al hacerlo, ha puesto de manifiesto la debilidad de Netanyahu.

Niños palestinos en un edificio dañado por un ataque aéreo israelí en Gaza el 14 de noviembre de 2018. (Foto: AFP)
Niños palestinos en un edificio dañado por un ataque aéreo israelí en Gaza el 14 de noviembre de 2018. (Foto: AFP)

Tal vez Netanyahu sea consciente de esta situación, pero dado lo que considera su misión histórica de impedir el establecimiento de un estado palestino independiente, está dispuesto a pagar el precio político de lo que el público puede ver como falta de valor o cobardía. El precio político esta vez ha sido particularmente alto.

Es razonable asumir que la renuncia de Lieberman provocará nuevas elecciones y el fin del cuarto gobierno de Netanyahu, que hasta no hace mucho tiempo parecía tan estable. Sin duda, sería irónico que fuera HAMAS, a quien Netanyahu se ha esforzado tanto por mantener con vida y protegerle de las amenazas de Abás, el que finalmente condujera al fin del reinado de Netanyahu.

Meron Rapoport es un periodista y escritor israelí, ganador del Premio Internacional Nápoles de Periodismo por una investigación sobre el robo de olivos a sus propietarios palestinos. Fue jefe del departamento de noticias de Haaretz, y ahora es periodista independiente.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés por Middle East Eye y ha sido traducido por Javier Villate.

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