Voluntarios turcos ayudan a los refugiados

Javier Villate
Disenso Noticias Palestina
8 min readMar 14, 2020

Elis Gjevori / TRT World, 12 de marzo de 2020 — Mientras los refugiados que se encuentran atrapados en la frontera greco-turca continúan tambaleándose por las decisiones tomadas en lugares lejanos, su calvario no muestra signos de disminuir.

Las imágenes de los refugiados en la frontera griega encendiendo fuegos para mantenerse calientes por la noche y de familias enteras durmiendo en tiendas de campaña improvisadas en pleno invierno han circulado ampliamente en Turquía y han impulsado a algunos a la acción.

A primeras horas del sábado, Zeynep y Omer Cam, dos jóvenes profesionales de Estambul, partieron hacia la ciudad fronteriza de Edirne para ayudar.

“Queremos hacer lo que podamos para ayudar”, dice Zeynep, que está haciendo este viaje de tres horas con un grupo de amigos en un convoy de cuatro coches y un camión.

Cada coche está lleno de comida, y el camión está lleno de chaquetas, ropa de bebé, zapatos y otros artículos básicos.

Antes de salir de Estambul, el grupo tiene que hacer una parada más.

Un donante tiene 15 cajas de toallitas húmedas esperando en una instalación industrial en las afueras de Estambul. Una vez que se carga la última recogida, el convoy sigue su ruta de 255 kilómetros hasta Ipsala, un pequeño distrito de Edirne.

Zeynep fue movida a actuar por amigos que habían estado en la frontera durante la semana y experimentaron de primera mano la difícil situación de los refugiados. Después de consultar con un grupo de amigos, decidieron que tenían que ayudar.

En el plazo de una semana el grupo recaudó más de 3.000 dólares, además de los artículos que han recogido, para apoyar a los inmigrantes y refugiados.

El voluntario Bilal Sariyasar, que ha estado haciendo el viaje entre la frontera y Estambul durante la semana anterior, explica que la ayuda de los voluntarios turcos es crucial.

“La situación allí se ha vuelto muy mala, la ayuda que estamos proporcionando es importante para la gente de allí”, dice Sariyasar.

“No nos centramos en su decisión de emigrar o en su vida anterior, sólo queremos ayudar ahora que están aquí”, añade este estudiante de ingeniería de la Universidad Técnica de Estambul.

Alimentando a los ‘oprimidos’

Desde que el gobierno turco anunció que ya no impedirá que los refugiados vayan a la Unión Europea, varios miles de personas han intentado irse creyendo que pueden hacer la travesía.

Turquía acoge a casi cuatro millones de refugiados sirios que han huido del régimen de Asad y a cientos de miles de refugiados de otros países, en particular de Afganistán, Pakistán e Irán.

La carrera hacia la frontera de algunos de estos refugiados dejó a muchos de ellos sin acceso a los servicios básicos. Además de la Media Luna Roja, los grupos de la sociedad civil y los voluntarios han sido una ayuda importante para atenderles.

Ibrahim Tuzcu, un distribuidor de sopa de Ashane, se dirigió con su furgoneta desde Estambul a Ipsala, uno de los principales puntos de reunión de los refugiados que intentaban hacer la travesía hacia Grecia. También alberga uno de los principales puestos de control fronterizo.

“Están hechos polvo y algunos de ellos están desnudos”, dice Tuzcu, refiriéndose a los refugiados que fueron despojados de su ropa por las autoridades griegas y luego golpeados y enviados de vuelta a Turquía.

La furgoneta de sopa móvil de Ashane en Edirne. (Foto: Elis Gjevori / TRT World)
La furgoneta de sopa móvil de Ashane en Edirne. (Foto: Elis Gjevori / TRT World)

“Desde el viernes, hemos repartido más de 2.000 tazones de sopa”, dice un Tuzcu visiblemente cansado que ahora se toma un descanso.

Un funcionario de la Media Luna Roja turca, que habló con TRT World a condición de mantener el anonimato, se mostró pesimista sobre la situación, pero también sugirió que en las próximas dos semanas podría haber una reducción de la gente que viene a la frontera.

Una encuesta reciente en Turquía encontró que muchos sirios no desean volver a Siria, donde aunque el régimen de Asad no los arrestara o los torturara, se enfrentarían a unas condiciones de vida devastadoras.

Tampoco la gran mayoría de los sirios quieren seguir adelante desde Turquía, un lugar en el que muchos han establecido un hogar.

La gran mayoría de los refugiados con los que TRT World se reunió en la frontera procedían de Afganistán, Irán, Pakistán, Sri Lanka y varios países africanos. Muchos de ellos, a diferencia de los sirios, no tienen estatus oficial en Turquía.

Miedo y desinformación

La primera parada del convoy de ayuda de Estambul son las oficinas del Mufti de Ipsala, un aula preparada apresuradamente que sirve de almacén para gran parte de la ropa.

Mantas, tiendas, zapatos, ropa y otros artículos esenciales donados en las oficinas del Mufti de Ipsala. (Foto: TRT World)
Mantas, tiendas, zapatos, ropa y otros artículos esenciales donados en las oficinas del Mufti de Ipsala. (Foto: TRT World)

El primer pueblo que el grupo visita es Saricaali, con una población de poco más de 700 habitantes, a unos 2,5 kilómetros de la frontera griega. Un edificio está siendo utilizado por los refugiados como lugar de descanso, esperando la oportunidad adecuada para cruzar la frontera.

La llegada de los voluntarios causa una gran expectación a medida que se corre la voz. Muchas de las personas que se alojan allí han viajado a la frontera con sólo las cosas que podían llevar.

Un gran salón, que en un día diferente podría haber celebrado una ceremonia de matrimonio, se ha convertido en un refugio improvisado. Diferentes grupos de personas se han reunido en sus rincones, intentando crear una sensación de privacidad.

“Mi padre está desaparecido en Sri Lanka. Llegué aquí ayer por la noche, estoy tratando de llegar a Grecia”, dice Nilaxsan, de 27 años, que antes vivía en Estambul tras haber escapado de Sri Lanka. Es miembro de la comunidad tamil que abandonó el estado isleño temiendo por su vida.

Él y sus amigos están agradecidos por haber recibido un par de calcetines y chaquetas térmicas de los voluntarios. TRT World contó siete personas que dijeron ser miembros de la comunidad tamil y todas con una historia similar a la de Nilaxsan.

Los voluntarios reparten ayuda humanitaria en Saricaali. (Foto: Elis Gjevori / TRT World)
Los voluntarios reparten ayuda humanitaria en Saricaali. (Foto: Elis Gjevori / TRT World)

El gobierno griego cree que los relatos sobre la brutalidad policial en la frontera pueden actuar como un disuasivo para los inmigrantes que piensan cruzar al país heleno.

Muchos de los inmigrantes que creían que era posible entrar en Grecia, ahora se sienten obligados a saltar un obstáculo más.

En Saricaali hay más de 100 inmigrantes y refugiados, entre los cuales también hay varias familias, incluyendo niños. La gran mayoría son hombres solteros de Afganistán y de países de África Occidental.

Oficiales de la policía armada turca patrullaron la zona.

A los inmigrantes que se encontraban en el edificio les fue mucho mejor que a los que dormían a la intemperie.

Los inmigrantes que intentan cruzar a Grecia están repartidos en grandes áreas de los 200 kilómetros de frontera.

Vivir a la intemperie esperando una posibilidad

Son casi las 9 de la noche y el inusual clima cálido lentamente da paso a una tarde más fresca. El grupo se dirige hacia el norte, a las afueras del pueblo de Kuplu, a sólo 300 metros de la frontera. Allí encuentran un grupo de 25 sirios que viven en un campo abierto y son atendidos por dos trabajadores de la Media Luna Roja.

Las luces de la ciudad turca más cercana parpadean en la distancia, delante de ellos hay una amenazante frontera griega de color negro.

La única luz del campo son las brasas del fuego de madera. Muchos de los inmigrantes han puesto mantas en el suelo y sólo hay una tienda de tamaño medio que no puede acomodar a todos.

Refugiados sirios se reúnen en torno a un fuego en el pueblo de Kuplu. (Foto: Ali Kut / TRT World)
Refugiados sirios se reúnen en torno a un fuego en el pueblo de Kuplu. (Foto: Ali Kut / TRT World)

“Ven con nosotros para tomar un té”, dice Mohamed en un inglés entrecortado mientras aviva el fuego.

Todas las personas en este pequeño grupo son sirios que anteriormente vivieron en Estambul durante varios años.

“Queremos ir a Alemania, todos tenemos algún miembro de nuestras familias allí. En Siria no nos queda nada”, dice Mohamed. “Llevamos aquí una semana y queremos intentar cruzar”.

Cuando le preguntamos a Mohamed si es consciente de lo que le puede pasar a él y a las mujeres y niños con los que está si cruzan a Grecia, exclama: “La policía griega no tiene honor”. Sin embargo, parece estar dispuesto a correr el riesgo.

Los voluntarios y la Media Luna Roja son más activos durante la noche, cuando es más probable que los inmigrantes crucen la frontera, y por la mañana temprano, cuando es más probable que los inmigrantes sean rechazados por Grecia.

Cuando el equipo de voluntarios se dirige a Kadidondurma, una aldea al norte de Kuplu, se encuentran con Ibrahim Kibar, que actualmente está cursando un máster en derecho internacional de los derechos humanos en Suecia.

Lleva trabajando como voluntario desde el 28 de febrero, el día después de que el gobierno decidiera que ya no impediría que se marcharan los que quisieran irse, y ha venido de Fatih, Estambul.

Kibar fue testigo de primera mano de los testimonios de refugiados que fueron golpeados por las autoridades griegas, una política que Atenas puso en práctica para dar una lección a los migrantes.

“Cuando me encontré con estos hombres, sólo tenían su ropa interior, fueron empujados al río por los soldados y la policía griegos. Les dimos mantas, ropa, ropa interior, calcetines y comida”, dice Kibar.

“Casi todos los refugiados que han sido rechazados por Grecia me han dicho que fueron golpeados. Fueron mantenidos en un lugar secreto durante dos días sin comida ni agua antes de ser despojados de sus pertenencias”, añade Kibar.

En Kadidondurma, donde Kibar tiene su base, había tres casas abandonadas que fueron adaptadas para alojar a los inmigrantes.

Una lonja abandonada en Kadidondurma sirve para dar cobijo a los refugiados. (Foto: Elis Gjevori / TRT World)
Una lonja abandonada en Kadidondurma sirve para dar cobijo a los refugiados. (Foto: Elis Gjevori / TRT World)

Una de las lonjas más pequeñas se dividió en una sección para mujeres y niños y otra para hombres. Los refugiados encendieron fogatas para calentarse y cocinar pero el humo dificultaba la respiración.

Por la mañana, algunas/os inmigrantes intentarán cruzar el río y entrar en Grecia.

Kibar y los otros voluntarios se repartirán a lo largo de los 100 kilómetros de frontera pasada la medianoche, listos para prestar ayuda al amanecer.

Algunos de los que intentarán cruzar, sin duda, volverán.

Este artículo fue publicado en TRT World y ha sido traducido por Javier Villate.

--

--