Ecofeminismos y ética del cuidado: aspectos claves para un cambio de actitud en medio de la crisis

Alfonsina Puppo
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7 min readJan 26, 2021

Por Alfonsina Puppo [1] y Patricia Retamal [2]
Doctorantes en Territorio, Espacio y Sociedad (D_TES), Universidad de Chile

Estamos viviendo un momento histórico, que se caracteriza por el hecho de que la economía, la política y las culturas hegemónicas, las mayoritarias, las dominantes, no han querido reconocer que nuestro modelo de vida es insostenible. Sus argumentos colocan énfasis en buscar mecanismos y gestiones que permitan aumentar la calidad de vida, argumentos que no sirven de nada cuando no existe una garantía a vivir de forma digna.

¿Cómo podemos instalar una discusión de lo que notamos es una crisis ecológica y social, que por estos días se encuentra tan visible? Lo vemos desde aquellos datos relacionados al cambio global y en particular, con aquellas violencias que identificamos en múltiples dimensiones, en diversas escalas, como las violencias económicas, institucionales y patriarcales. Nuestro país se encuentra viviendo una situación única, buscando alternativas para repensar la carta fundamental en pleno contexto de crisis pandémica y de revuelta popular latente.

Recuerdo del aniversario de la Revuelta Popular. Performance feminista | Foto: Alfonsina Puppo.

Desde las perspectivas ecofeministas y la ética del cuidado, quisiéramos aportar a este diálogo, para fortalecer estos espacios híbridos de conversación, con el objetivo de instalar en nuestro caso particular, dos preocupantes contradicciones.

La primera es reconocer que los seres humanos somos la única especie que consume recursos que forman parte de los ciclos ecológicos, sin contribuir con nuestra energía a estos procesos. Desde las miradas ecofeministas, el desafío no se instala en la “salvación del planeta”, como sí lo comentarán muchos organismos internacionales a través de frases “cliché”; recordemos que el plantea tiene la capacidad de autogestionarse por ende, se sostiene solo. Las perspectivas ecofeministas instalan la importancia de reconocer que lxs seres humanos nos hemos acostumbrado a un modelo de vida que no retribuye al planeta y que hemos olvidado que aquella naturaleza, con la cual convivimos y de la cual dependemos, tiene límites. Por ende esta perspectiva busca instalar nuevas prácticas y acciones que permitan reconocer el rol de la naturaleza para una convivencia armónica siguiendo patrones locales de gestión y organización que se distancian de forma radical con las lógicas del capitalismo global.

Lo que está en riesgo es la posibilidad de sostener la vida humana en el planeta de forma digna y además preocuparnos por la vida otras especies, las que lamentablemente han tenido cambiar sus lógicas de organización para poder sobrevivir.

La ausencia de subjetividades que reflexionen sobre nuestro comportamiento ha provocado fenómenos incontrolables, crisis socio ecológicas, y prueba de ello es la actual pandemia. Si consideramos este factor como ejemplo del modelo de desarrollo que sostiene la economía capitalista, nos habremos dado cuenta de una tremenda contradicción: aquello que llamamos progreso, desarrollo económico, que se sustenta para dar respuesta a nuestras necesidades ilimitadas, se sostiene con recursos naturales que son limitados.

A nivel económico, sabemos que Chile basa su desarrollo en la extracción de recursos naturales, proceso que hasta hace muy poco, carecía de normativas y que en la actualidad aún no cuenta con un sistema de reglamentación integrada que permita detener los drásticos cambios que están sufriendo los diversos paisajes y ciclos ecológicos. Además, sabemos que somos uno de los países que más tratados de libre comercio ha promovido para defender su economía, aun cuando sabemos que los modelos de desarrollo imperantes, se encuentran desde hace treinta años bajo una profunda crisis.

La economía a nivel mundial se basa en lógica de especulación y acumulación de capitales, incorporando nuevas variables para su funcionamiento: mencionamos en nuestro caso, los commodities, las zonas de sacrificio, la especulación en torno a las pensiones; la privatización de nuestros derechos, en la educación, la salud y la vivienda.

Los ecosistemas y la población han debido pagar los costos y externalidades de aquellas cosas que son elementales para poder desarrollar la existencia. La constitución actual de Chile garantiza el acceso, pero no el derecho a lo más básico. Este modelo funciona como una cortina, que permite reflejarse en el exterior como un país con grandes avances económicos, pero que en su interior, sólo implican el bienestar para un sector minoritario y el más poderoso.

Maristela Svampa (2019) entre muchas otras mujeres académicas que han desarrollado estas problemáticas, menciona que no es casual, que la literatura crítica de América Latina considere que en clave local y territorial estos procesos globales se consolidan; un neoextractivismo desarrollista, de carácter depredador y dependiente. (Svampa, p. 25)

Una segunda contradicción la encontramos en aquel mundo que es invisible para la hegemonía y que tiene relación con aquellas prácticas que hacen posible que se desarrolle la existencia. Hablamos de la (re)producción de la vida, eje fundante para la sobrevivencia colectiva. Prácticas asociadas al cuidado por la vida humana y no humana; la preocupación por un otro, el apoyo mutuo, colectivo, y la generación de redes de apoyo.

Esta labor al no ser colaborativa recaerá casi exclusivamente en el género femenino, y mantendrá a este grupo humano relegado a un determinado rol asociado al espacio privado. Estas tareas tendrán directa relación con la mantención de un modelo capitalista: el que no solo acumula con el plusvalor del trabajo asalariado ejercido por trabajadores varones, sino también, con el trabajo soterrado, solapado y silencioso: de “el trabajo de los cuidados” como dirá Yayo Herrero (2010): son aquellas tareas asociadas a la reproducción humana, la crianza, la resolución de las necesidades básicas, la promoción de la salud, el apoyo emocional, la facilitación de la participación social, entre otras prácticas.

Este rol se ha institucionalizado a través de contratos culturales y estatales como el parentesco, los intercambios, el matrimonio e incluso la perversa compra y venta de cuerpos femeninos. La sexualidad y el deseo se convierten en instrumentos que funcionan en base a los intereses del Estado y el Capital, sometiendo a los cuerpos, los que son controlados y maltratados, en similares condiciones que cualquier guerra mundial.

Este elemento es gravitante para comprender que la división sexo-género es la jerarquía primaria de dominación humana. Sin embargo, el creciente despertar del movimiento de mujeres y disidencias instaló el desafío de la ruptura de los binarios: masculino/femenino, público/privado, naturaleza/cultura, y la división sexual del trabajo, evidenciando la crisis de los cuidados, en cada cuerpo, en cada región, develando no solo la opresión, sino la violencia que reproduce el modelo capitalista y patriarcal.

De esta manera las mujeres promueven un cambio de paradigma a partir de la ética del cuidado, que se construye a partir de las prácticas de mujeres, bajo la convicción de la ruptura de las concepciones dualistas que refuerzan la idea del cuidado confinado a los cuerpos femeninos y al espacio doméstico, estableciendo una apertura a nuevas formas de relacionarnos en la esfera pública y política.

Las mujeres bajo la estructura cultural del patriarcado han experimentado en carne propia cómo sobrevivir en resistencia; vivencias que se transforman en conocimientos relacionados con la ética, los afectos, la cohesión y la defensa del medio natural.

La ética del cuidado y el ecofeminismo permiten considerar otras realidades posibles (Svampa, 2019) y nos conectan hacia nuevas alternativas de cambio para un futuro, en la medida de que nuestro comportamiento sufra un cambio radical, a partir de una nueva ética radical (Sagols, 2014).

Nos invitan a hablar a partir de “nuestra propia voz”, desafiando la hegemonía y reconociendo que las problemáticas que nos afectan se encuentran interconectadas y son posibles de cambiar, pues nosotras, las personas y comunidades no estamos dispuestas a ser sacrificadas para que la economía crezca y el sistema siga permaneciendo bajo los mismos códigos y con la misma ética.

La clave será reconocernos y construir alternativas, desde los vínculos de solidaridad y cooperativismo. Disputando el sentido común de una vida digna, de construir las bases para comprender nuestra existencia bajo un marco de respeto hacia la diferencia, comprendiendo que el cuidado es una responsabilidad universal, involucrándonos todas, todes y todos, en procesos que permitan la reconstrucción social y política.

Es por ello que hoy, bajo el crudo escenario de la pandemia que nos afecta y que ha mostrado la peor cara del sistema neoliberal, debemos valorar aquellos espacios formativos que emergieron con la revuelta popular. Comprender que ese tejido social que está creciendo en nuestros barrios, en nuestras asambleas y cabildos, han permitido ejercer nuestra praxis política. Debemos fortalecer aquellos espacios de organización para mantener viva la idea que el modelo que nos domina pueda cambiar, presentando alternativas y propuestas.

Ante el miedo de una verdadera revolución, el Gobierno presenta alternativas para pensar en un nuevo proceso constituyente, y nosotras nos preguntamos ¿Lograremos un cambio de paradigma a partir de una nueva constitución? ¿podríamos a través del proceso constituyente plantear alternativas viables para abordar la crisis ecológica y social existente?

Solo la historia y el posicionamiento nos permitirá resolver estas preguntas. Por mientras, desde este escrito proponemos que la próxima carta magna incorpore el cuidado como una garantía “para todas las niñas y niños, jóvenes, adultos y ancianas/os que residen en Chile, para alcanzar la plena capacidad corporal, social e intelectual y ser protegidos contra el abandono corporal o moral, en un diálogo respetuoso con los derechos humanos y los derechos del entorno”.

Si tenemos que pensar en este proceso, proponemos poner nuestra voz en el centro, nuestra propia historia, y con ello la ética del cuidado, como base fundante de todo proceso cooperativo por la sobrevivencia.

[1] Alfonsina Puppo, socióloga y Magíster en Planificación Territorial y Gestión Ambiental.

[2] Patricia Retamal, profesora historia y geografía, y Magíster en Género y Cultura mención Ciencias Sociales.

Ambas son estudiantes del programa de Doctorado en Territorio, Espacio y Sociedad y activistas en diversos canales de trabajo autogestionado sobre feminismos y ecología urbana.

Referencias

Sagols, L. (2014). El ecofeminismo y su expresión en la filosofía de Karen Warren. Una perspectiva ética. Debate Feminista (49): 116–124. DOI: 10.1016/S0188–9478(16)30006–8

Svampa, M. (2019). El Antropoceno como diagnóstico y paradigma. Lecturas globales desde el Sur: Anthropocene as Diagnosis and Paradigm. Global Readings from the South. Utopía y Praxis Latinoamericana, 24(84), 33–55.

Rodríguez, M. P., & López, Y. H. (2010). Ecofeminismo, una propuesta para repensar el presente y construir el futuro. CIP-Ecosocial. Boletín ECOS, 10, 1–3.

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