La vida de Mozart a través de sus cartas
La vida de Mozart nos es conocida en buena medida a través de sus cartas. Escritas por el compositor, por su padre y otras personas de su entorno, en ellas no solo se describen sus continuos viajes y sus preocupaciones más íntimas, sino también la génesis de algunas de sus obras. El ciclo Mozart a través de sus cartas, programado de octubre de 2021 a mayo de 2022 en la Fundación Juan March, consta de siete conciertos articulados en torno a siete lugares e hitos destacados de la biografía de Wolfgang Amadeus, y presenta algunas de las creaciones más relevantes de su catálogo camerístico en combinación con la lectura de algunas de sus cartas leídas por los actores María Adánez, Ernesto Arias y Pedro Casablanc.
Se conservan 1600 cartas de la familia Mozart. Cerca de 1200 de esas cartas están fechadas entre 1755 –el año anterior al nacimiento de Wolfgang Amadeus– y 1791 –el año de su muerte–, y están escritas por los miembros de su familia: su padre, Leopold, su madre, Maria Anna, el mismo Mozart y su hermana Nannerl. El segundo bloque, alrededor de 400 cartas, son posteriores a su muerte, y están escritas por su hermana, que vivió hasta 1829, y por su viuda Constanze, que vivió hasta el año 1842. Lo cuenta el musicólogo Luis Gago en la presentación del ciclo:
La familia Mozart viajó muchísimo y esas cartas están íntimamente relacionadas con cada uno de sus viajes. Gracias a las cartas podemos seguir, semana tras semana, el periplo biográfico de Mozart, que le llevó a pasar, de sus treinta y cinco años de vida, 3720 días fuera de casa. Es decir, prácticamente un tercio de su vida. Precisamente por esa circunstancia tenemos tantas cartas, que le escribían o que él escribía a los miembros de su familia. Algunas de ellas complementarán este ciclo de conciertos.
1. Mannheim, 1777. Sonatas para piano
29 y 30 de octubre de 2021. Alba Ventura, piano. Luis Gago, presentación. Carlos Hipólito y María Adánez, narración (voces en off).
Sin duda, los meses que Mozart pasó en Mannheim se encuentran entre los más felices de su vida. El joven Wolfgang llega a la ciudad en octubre de 1777 acompañado de su madre, y allí tiene la ocasión de conocer la vibrante vida musical, de aprehender las novedades orquestales y géneros como el melodrama, e incluso de escuchar por primera vez un clarinete.
En Mannheim, trabará relación con destacadas personalidades de la vida cultural de la corte. Entre ellas, con el compositor Johann Christian Cannabich, para cuya hija Rosa escribirá la Sonata en Do mayor KV 309 que pudo escucharse en el primer concierto de este ciclo y cuyo “Andante” es, según se deduce de las cartas, un “retrato” de la joven, que el compositor describió como “muy hermosa, muy educada, sensata y madura para su edad, seria y callada”.
A esta carta, escrita en noviembre de 1777 por Anna Maria, añadió su hijo la siguiente felicitación, con una breve mención al compositor:
“¿Queridísimo papá!
No puedo escribir poéticamente; no soy un poeta. No puedo distribuir las figuras del lenguaje tan artísticamente como para que creen sombra y luz: no soy un pintor. No puedo incluso expresar mis sentimientos y pensamientos por medio de signos y de pantomima. No soy un bailarín. Pero sí puedo hacer esto con sonidos; soy un músico. Mañana, en casa de Cannabich, tocaré una felicitación completa tanto por vuestra onomástica como por vuestro cumpleaños al teclado. Por hoy ya no puedo hacer nada más, Mon trés cher Pére, que desearos, señor, con todo mi corazón, lo que os deseo todos los días, mañana y tarde: buena salud, una larga vida y un corazón feliz”.
En su reflexión espontánea, Mozart se muestra como un músico nato, que “siente el lenguaje musical, no como un soporte auxiliar para otras artes, sino como un idioma suficiente en sí mismo, que además forma parte natural de su ser” como explica el músico P. A. Balcells en el libro Autorretrato de Mozart (Acantilado, 2000).
Fue también en Mannheim donde, para horror de su padre, Mozart trabó amistad con la familia Weber. Enamorado de Aloysia Weber, Wolfgang soñará con llevar a la joven soprano de gira a Italia. Ella canta sus arias como nadie lo había hecho antes, lo que sumado a su dolor solidario con una familia desgraciada y a su pasión por la ópera, el canto y la escena, acaban trastornando su percepción de las circunstancias, hasta el punto de que, en una carta a su padre fechada el 4 de febrero de 1778, el compositor afirma: “Quiero tanto a esta desgraciada familia, que no desearía otra cosa que poder hacer su felicidad; y quizá pueda conseguirlo”. Leopold, que acaba de endeudarse para costear el viaje de su hijo a París, le responde el 12 de febrero:
“Mi querido hijo, he recibido tu carta del día 4 de ese mismo mes de febrero con asombro y con espanto. […] Tu idea –apenas puedo escribir con solo pensar en ello–, tu idea de viajar por ahí con el Señor Weber y nota bene dos hijas casi me hace perder la cabeza. Queridísimo hijo, ¿cómo puedes haberte dejado engañar siquiera una hora cuando te han propuesto una idea tan abominable? Tu carta no está escrita más que como una novela y ¿podrías realmente decidir ir por ahí a recorrer el mundo con unos extraños? ¿Dejar a un lado tu reputación, a tus ancianos padres, a tu querida hermana? ¿Abandonarme a la burla y a las risas del príncipe y de toda la ciudad que te ama? [Y eso lo subraya] Sí, a la burla y a ti al ridículo, porque he tenido que decir a todos, contestando a sus constantes preguntas, que te irías a París, ¿y ahora, al final, quieres largarte por ahí al albur con unos extraños? No, en cuanto te pares a reflexionar un momento se te irá esa idea de la cabeza”.
Es una carta fundamental, en la que Leopold expresa sus temores: a su hijo no le había hecho falta llegar a París para sucumbir ante las dos especies contra las que se había esforzado tanto en prevenirle: los músicos y las mujeres. El mes siguiente, Wolfgang le escribirá desde Mannheim: “Después de Dios viene inmediatamente papá. Ese fue de niño mi lema o mi axioma, y a él sigo ateniéndome”. Una cita que demuestra cómo, para el joven Wolfgang, su padre era la materialización del absoluto. Una actitud que, ante el asfixiante temperamento de Leopold, que quiere pasar a la historia como el padre sin el cual no habría tenido lugar el genio, acabará derivando en una imperiosa necesidad de librarse de su dominio. Pero por ahora, desde Salzburgo, un impaciente Leopold no dejará de presionarlo hasta que se marche a París, adonde viajará en marzo de 1778:
“¡Vete ya a París y vete pronto!; ponte cerca de los más grandes: aut Caesar aut nihil [o César, o nada]”.
Para cuando Wolfgang vuelva a Mannheim, a finales de ese año, la ciudad habrá cambiado radicalmente: la corte se habrá trasladado a Múnich, y con ella la mayoría de los músicos y amigos.
19 y 20 de noviembre de 2021. Cuarteto Artis de Viena. Miguel Ángel Marín, presentación. María Adánez, Pedro Casablanc y Ernesto Arias, narración (voces en off).
Semanas antes de morir, el 5 de diciembre de 1791, Mozart estuvo trabajando hasta la extenuación en una obra que no lograría culminar: el Requiem. La historia de esta última obra es tan oscura como extraña. En junio el compositor había recibido una carta sin firma con la pregunta de si estaría dispuesto a escribir una Misa de Réquiem. ¿Cuál sería el precio y cuánto tiempo tardaría en terminarla?
Era en realidad un encargo el conde Walsegg-Stuppach, quien quería honrar con esta misa la memoria de su joven esposa, recientemente fallecida. Pero Mozart, a pesar de haber recibido una buena cantidad, fue aplazando sucesivamente su escritura, dando prioridad a otros proyectos: La flauta mágica, La clemenza di Tito… Hasta que, víctima de los avances de su enfermedad final, que venían a multiplicar los presentimientos de su propia muerte, fallecería dejándola inacabada.
Esas circunstancias misteriosas no hicieron sino aumentar el mito en torno a la obra de Mozart. “El hecho de que la obra hubiera quedado inconclusa desató en las décadas siguientes una agria polémica sobre su verdadera autoría. Sin embargo, esto no impidió (más bien al contrario) que su misa de difuntos se difundiera con gran rapidez por todos los rincones de Europa y América y alcanzara una popularidad que desde entonces no ha cesado de crecer”, explica Miguel Ángel Marín en las notas al programa.
Años antes, el 29 de septiembre de 1770, un joven Mozart de catorce años escribía a su hermana Nannerl desde Bolonia en referencia a la incurable enfermedad de la hija de un amigo de Leopold, Marta Hagenauer:
“Siento de todo corazón la larga enfermedad que la pobre Srta. Marta debe sufrir y soportar con paciencia. Espero que con la ayuda de Dios se pondrá bien muy pronto, si no, uno no debe afligirse demasiado, porque la voluntad de Dios es siempre la mejor, y Dios ya sabrá si es mejor estar en este mundo o en el otro. Pero ella debe consolarse, porque ahora puede pasar de la lluvia al buen tiempo”.
Marta Hagenauer moría el mismo día que Wolfgang escribía estas líneas. Pero, en su nostalgia por un futuro propicio de “buen tiempo”, Wolfgang muestra la excepcionalidad de su genio, en el que “su perdurable infantilismo se identifica extrañamente en el fondo con la más completa madurez” en palabras de P.A. Balcells.
3. Viena, 1781–1783. El triunfo del contrapunto.
14 y 15 de enero de 2022. Kristian Bezuidenhout, fortepiano. Cristina Bordas, presentación. Carlos Hipólito y Pedro Casablanc, narración (voces en off).
Una mañana de domingo de 1782, Mozart se dirige a la residencia del barón Gottfried van Swieten, prefecto de la Biblioteca Imperial y responsable de varias reformas culturales y educativas impulsadas por el emperador José II. Lleva consigo algunos manuscritos: varias fugas de Bach y Händel desconocidas en la Viena del momento, y a las que accede gracias al barón. Es abril de 1782, y Mozart, ya establecido en Viena, y tan solo unas semanas antes de contraer matrimonio con su adorada Constanze, escribe estas líneas a su padre y a su hermana:
“Todos los domingos a las 12 voy a casa del barón Van Swieten y allí no se toca más que a Handel y a Bach”.
Siguiendo la forma fugada de los maestros, Mozart envía a su hermana el Preludio (Fantasía) y Fuga a 3 voces en Do Mayor KV 394, y añade en su carta: “otra vez te mandaré algo mejor para piano”. La emulación de los modelos barrocos aflorará en obras como la Suite en Do mayor KV 399, que reproduce el estilo y la técnica de la suite barroca, y en los monumentales Preludio y fuga en Do mayor KV 394 que suenan en el tercer concierto del ciclo.
4. Viena, 1785. Diálogos con Haydn.
11 y 12 de febrero de 2022. Cuarteto Calder. Cibrán Sierra, presentación. Carlos Hipólito, Ernesto Arias y Pedro Casablanc, narración (voces en off).
Mozart y Haydn se habían conocido hacia 1783 y, a pesar de su diferencia de edad (Haydn era 24 años mayor que Mozart), surgió entre ellos una buena amistad, que les llevó incluso a tocar juntos formando un cuarteto con otros músicos como Vanhal o Dittersdorf. “Pocas imágenes pueden excitar tanto la imaginación de cualquier músico o melómano como la de una velada de música de cámara protagonizada por un cuarteto de cuerda en cuyos atriles, al segundo violín y la viola, estén sentados, respectivamente, Franz Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart, es decir, el compositor más famoso, influyente e internacional de su tiempo y el genio más deslumbrante, probablemente, de la cultura musical europea” escribe Cibrán Sierra en las notas al cuarto concierto del ciclo.
La admiración de Mozart por su colega le llevó a componer una colección de seis cuartetos de cuerda (los Cuartetos “Haydn”) en los que, tras estudiar en profundidad el recién publicado Op. 33 de Haydn, exploró nuevos caminos durante tres años. Leopold Mozart asistió a la primera interpretación de los tres últimos cuartetos de la serie, y anotó las palabras que Haydn le había dirigido:
“Haydn me dijo, después de que se interpretaran los cuartetos que Mozart dedicó a Haydn en 1785: «le aseguro ante Dios, a fe de hombre honesto, que vuestro hijo es el más grande compositor que yo he conocido en persona o de nombre: tiene gusto y, lo que es más, la mayor ciencia de la composición»”.
5. París, 1778. Mozart desolado
18 y 19 de marzo de 2022. Alina Ibragimova, violín. Cédric Tiberghien, piano. Andrés Ibáñez, presentación. María Adánez, Pedro Casablanc y Carlos Hipólito, narración (voces en off).
En contra de su voluntad, y en compañía de su madre, Mozart se dirige a París. A su llegada no consigue el puesto en la corte que su padre ansía para él, pero sí logra que el público admire su Sinfonía nº 31, que se estrena en el Concert Spirituel. En París tendrá lugar la inesperada muerte de su madre Anna María. “No es casual que Mozart retrasase la información y fuera preparando a su padre y a su hermana para un fatal desenlace cuando, en realidad, este ya se había producido”, explica Andrés Ibáñez en las notas al programa. Así da Mozart la noticia a Leopold y a su hermana Nannerl:
“Monsieur mon très cher père:
Confío en que estará preparado para oír con firmeza una de las noticias más tristes y dolorosas. Por mi última del 3 se habrá puesto en disposición de no oír nada bueno. Ese mismo día 3, a las 10 horas y 21 minutos, mi madre se durmió bienaventurada mente en el Señor. Sin embargo, mientras describía, ella se encontraba ya disfrutando de la paz celestial. Todo había terminado. Le escribí durante la noche. Confío en que usted y mi querida hermana me perdonarán ese pequeño engaño y muy necesario, porque cuando deducía por mi dolor y pesar cuáles serían los suyos, me resultaba imposible tener ánimo para sorprenderlos inmediatamente con esa horrible noticia”
Después dedica varias páginas a contar todo lo que ha hecho en París en los últimos días, como si la carta no hubiera empezado con esta noticia tan terrible de la muerte de Anna María, de la que, por supuesto, Leopold responsabilizará a su hijo por no haberla cuidado lo suficiente. Al final, siguiendo una fórmula que era tradicional en la familia, termina escribiendo: “Adiós. Les beso cien mil veces la mano a usted y a mi hermana de todo corazón y permanezco su obedientísimo hijo Wolfgang Amade”. Escribe obedientísimo, pero no lo está siendo. De hecho, Mozart sale de Salzburgo siendo un niño, pero regresará como un adulto, capaz de sobreponerse a duros trances y de enfrentarse a la voluntad paterna.
Como añade Ibáñez: “Cuando Mozart, a instancias de su padre, se traslada a París en marzo de 1778, ya no es el niño prodigio que tanta admiración había causado en los salones. […] Mozart es invitado a varios salones y recibe algunos encargos, pero no parece que nadie le tome, en el fondo, muy en serio […]. El balance final: un puñado de obras maestras, entre ellas la Sinfonía “París” y la célebre Marcha turca”.
6. Viena, 1786–88. Tríos con piano.
1 y 2 de abril de 2022. Wiener Mozart-Trio. María del Ser, presentación. Carlos Hipólito y Pedro Casablanc, narración (voces en off).
En 1781 Mozart se instala en Viena y un año más tarde contrae matrimonio con Constanze Weber. Se abre entonces un tiempo de intenso trabajo, pero también de inmensa felicidad para los recién casados. La actividad de Mozart en esos años se traduce en una ingente producción musical. El tesón del compositor comienza a dar sus frutos, y a mediados de esa década ya goza de fama y dinero, a costa de un frenético ritmo de vida que él mismo detalla a su hermana Nannerl en una carta fechada el 13 de febrero de 1782:
“Estoy siempre peinado a las 6 de la mañana. A las 7, completamente vestido. Entonces compongo hasta las 9. Hasta la una doy mis lecciones. Luego almuerzo, si no estoy invitado en alguna parte, en cuyo caso almuerzo a las 2 e incluso a las 3, como hoy y mañana por la condesa Zichy y la condesa Thun. Antes de las 5 o de las 6 de la tarde no puedo trabajar, y con frecuencia me lo impide algún concierto; si no, escribo hasta las 9. Luego voy a ver a mi querida Konstanz, pero allí el placer de vernos mutuamente se ve amargado casi siempre por la agria conversación de su madre y esa es la causa de mi deseo de rescatar y liberar a Konstanz lo más pronto posible. A las 10 y media o las 11 llego a casa; depende de cómo he aguantado el fuego de la madre de ella y de mi fortaleza para resistirlo. Como no puedo confiar en componer por las tardes, a causa de los conciertos que surgen y también de la incertidumbre sobre si pueden llamarme para ir a un sitio o a otro, tengo la costumbre, especialmente si llego a casa temprano, de componer algo antes de irme a la cama. Entonces me dejo llevar con frecuencia y compongo hasta la una. Y luego serán otra vez las 6”.
El programa de este sexto concierto incluye el Trío en Sol mayor KV 496, de julio de 1786, y que manifiesta de forma pionera el diálogo entre instrumentos y la oposición entre distintos grupos instrumentales. También el Trío en Si bemol mayor KV 502, completado el 18 de noviembre de ese mismo año, y en el que el violonchelo avanza con paso firme hacia su total autonomía; y, por último, el Trío en Sol mayor KV 564, culminado en octubre de 1788, el último de los compuestos por Mozart y que destaca por su exquisitez en el trabajo tímbrico. Un programa que, para María del Ser, “simboliza un sentimiento de festividad colectiva compartida en el que subyace el aprendizaje desde la panorámica que ofrece el conocimiento y la invitación a la reflexión como una excelente muestra para fortalecer los vínculos más íntimos del ser humano”, como escribe en las notas de este cuarto concierto.
En la última carta que conservamos, del 8/9 de octubre de 1791, menos de dos meses antes de la muerte de Wolfgang, este añade una cita del segundo acto de La Flauta Mágica que cantan Sarastro y Tamino, en una referencia directa a lo que le estaba componiendo en este momento. Y luego añade una nota doméstica:
“Probablemente habrás enviado a lavar los dos pares de pantalones de invierno amarillos, porque Joseph y yo los estamos buscando en vano. Adieu”.
7. Londres, 1764. Junto al Bach inglés
20 y 21 de mayo de 2022. Dúo Pleyel. Jesús Cruz Valenciano, presentación. Pedro Casablanc, Carlos Hipólito y María Adánez, narración (voces en off).
Londres no entraba en los planes de Leopold Mozart para su hijo y, sin embargo, bien porque los resultados del viaje que debía culminar en París no fueron los esperados, o bien debido a los numerosos comentarios que Leopold había escuchado sobre la capital británica, decide embarcar a su familia rumbo a esta ciudad.
“Ir al teatro o a la ópera, asistir a un concierto musical, frecuentar cafés y restaurantes, o pasar las vacaciones en un balneario de moda donde disfrutar de deportes, juegos y bailes, son actividades a las que empezaron a tener acceso primero las clases medias y con el paso del tiempo incluso segmentos de las clases trabajadoras” explica Jesús Cruz Valenciano en las notas al programa, hablando del surgimiento de la cultura del ocio en Europa.
En Londres los Mozart se ganarán el aprecio del rey Jorge III y la reina Carlota. Como escribe Leopold el 28 de mayo de 1764 a su amigo Lorenz Hagenauer:
“…La gracia con que nos recibieron el Rey y la Reina es indescriptible. En pocas palabras: la amabilidad de ambos y su carácter amistoso hicieron que nos olvidáramos de que eran el Rey y la Reina de Inglaterra; en todas las cortes hemos sido recibidos hasta ahora de una forma excepcional, pero lo que hemos experimentado aquí sobrepasa a todas las demás”.
En la capital británica también se ganarán el corazón de Johann Christian Bach. El undécimo hijo de Johann Sebastian expresará una profunda admiración por el pequeño de ocho años, al que sostendrá en sus rodillas para interpretar juntos una sonata. A su vez, el llamado “Bach inglés” marcará una huella profunda en la música de Mozart, quien solo llegaría a verlo una vez más. Tras su muerte, el compositor austríaco escribirá con pesar: “¡qué gran muerte para el mundo de la música!”
La última carta que se conserva de Mozart, escrita en St. Germain el 27 de agosto de 1778, está partida en dos. Una se conserva en Glasgow, la otra en Salzburgo, pero entre ambas se adivina exactamente por donde se pegó el corte:
“Mon très cher Pére!
Le escribo a toda prisa — ya ve que no estoy en París. El Sr. Bach de Londres ha estado aquí una quincena y va a escribir una opera francesa, sólo ha venido para oír a los cantantes, luego se irá a Londres, la escribirá y la pondrá in scena; puede imaginar su alegría y mi alegría al volver a encontrarnos — quizá la suya no sea tan auténtica — pero hay que reconocer que es un hombre honrado y trata muy bien a la gente; yo lo quiero /como sin duda sabe/ de todo corazón y le tengo el mayor respeto, y él — eso es indudable — se ha portado conmigo y con otros no exageradamente como hacen algunos, sino sinceramente. Tenducci está aquí también, es amigo íntimo de Bach y ha mostrado la mayor alegría al volver a verme”.
Para saber más…
- Sobre Mozart a través de sus cartas, la página del ciclo, así como los audios de los dos primeros conciertos, (I): Mannheim, 1777 y (II): Viena, 1791.
- Sobre la música de Mozart y la apasionante correspondencia que intercambiaron durante décadas los miembros de la familia Mozart, estas notas al programa escritas y coordinadas por el musicólogo Alberto Hernández Mateos.
- Sobre Mozart, el libro Autorretrato de Mozart de P.A. Balcells (Acantilado, 2000), que realiza un insólito retrato del compositor a través de sus cartas.
- Sobre el Réquiem de Mozart, este ensayo de José Luis Téllez que desenreda la historia de la leyenda.
Traducciones de las cartas: Miguel Sáenz y P. A. Balcells