El surrealismo en los paisajes españoles
Por Ignacio Gómez de Liaño
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La primera palabra que se me ocurre es: erudición. Si algo demuestra Juan Manuel Bonet en su conferencia es su exhaustivo conocimiento de cómo importantes artistas surrealistas españoles –sobre todo Salvador Dalí, Benjamín Palencia, Alberto Sánchez y Óscar Domínguez– vieron los paisajes de España: en particular, los de Cadaqués, los de Vallecas y los de Tenerife. Es la suya una erudición que le viene de familia –basta con echar una mirada a los libros de historia del arte de su padre, Antonio Bonet Correa, y a las investigaciones de su hermano Pedro sobre polifonía– y que le viene de lejos. Lo comprobé cuando nos vimos por primera vez, en el año 1971. Él quería saber de mi actividad dentro de la poesía experimental, pues iba a ocuparme de ese tema en los Encuentros de Pamplona de 1972. La primera sorpresa fue que la persona que tenía delante en el café Comercial era un joven de solo dieciocho años, y la segunda, que ese joven era ya todo un erudito de las vanguardias. A partir de 1973 nos vimos, sobre todo en la galería Buades, que él dirigía y a la que yo iba con frecuencia, pues en ella expusieron muchos artistas amigos míos y del propio Juan Manuel, quien ya había recorrido un itinerario vanguardista de artista en el Equipo Múltiple, que derivará más tarde en poesía e investigación. Todo eso explica que llegase a ser director del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), del Reina Sofía y del Instituto Cervantes. Sin dejar, por ello, de ser poeta y vanguardista.
Su conferencia me ha traído a la memoria mi amistad con Salvador Dalí y con Antonio Pitxot, al que también hace referencia Juan Manuel. Desde la casa de Antonio en Es Sortell, se domina toda la bahía de Cadaqués, con la iglesia al fondo como un faro transformado en templo. Cadaqués está ciertamente muy lejos de Vallecas, cuyos secos y pétreos paisajes representan y recrean metamórficamente Benjamín Palencia y Alberto Sánchez, y también del Tenerife que se discierne en los paisajes pintados por el no menos surrealista y bohemio Óscar Domínguez. Sin embargo, el Cadaqués de Dalí, la Vallecas de Palencia y Alberto, y el Tenerife de Domínguez son parte de una misma familia. La surrealista, que recibió su bautismo de sangre y psicoanálisis en el París donde, años después, vería la luz Juan Manuel Bonet. Juan Manuel pone en relación a Cadaqués, Vallecas y Tenerife desde un revelador punto de vista histórico-estético, pero sobre todo se sirve de esos lugares para redescubrir paisajes significativos de la geografía española a través de ojos surrealistas no menos visionarios que perspicaces.
¿Cómo llamar a los paisajes elegidos por Bonet? ¿Paisajes de la realidad y la extrañeza? Eso no está mal. ¿Paisajes de los complejos del alma y de la tierra? Tampoco eso está mal. Pero yo prefiero verlos como paisajes de una realidad física que se hubiera metamorfoseado en esas visiones anagógicas que a veces nos sobrevienen mientras soñamos.
Ignacio Gómez de Liaño (Madrid, 1946), profesor de Estética y poeta experimental, ha residido durante largos periodos en China, India y Japón. De sus libros publicados, destacan El camino de Dalí (Diario personal, 1978-1989) (Siruela, 2004), algunos libros de poesía, varias novelas, como Extravíos (Siruela, 2007), y numerosos volúmenes de filosofía, entre los que cabe destacar: El círculo de la Sabiduría, Filósofos griegos, videntes judíos, Iluminaciones filosóficas, Sobre el fundamento y Breviario de filosofía práctica.