Paco González, ilusionista: “La magia es como el dedo que apunta hacia la luna”

El mago aboga por recuperar el vínculo con la naturaleza y el conocimiento y las prácticas ancestrales a través de una magia más profunda, subjetiva, comprometida y personal.

Fundación Juan March
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Camila Fernández Gutiérrez

En mayo de 2024, el ilusionista zamorano Paco González ofreció una charla enmarcada en el formato de La Biblioteca invita de la Fundación Juan March, en la que abordó la historia de los “gabinetes de curiosidades”. Estos espacios fueron el origen de los actuales museos de ciencias naturales. Surgieron a partir del siglo XVI para fomentar el conocimiento del mundo natural a través de colecciones de objetos extraños y dispares, como huesos de rinoceronte, de ballena, monedas, mapas o fetiches, estimulando la imaginación de quienes buscaban respuestas sobre lo desconocido.

Movido por la curiosidad hacia los grandes enigmas de la naturaleza y el comportamiento humano, Paco González recoge la cosmovisión y las prácticas rituales de los pueblos tradicionales, su vínculo con la naturaleza y sus conocimientos ancestrales, inspirándole una forma completamente alternativa de entender el arte de la magia que no deja a nadie indiferente y que el propio mago denomina como Ilusionismo Ritual. Otro de sus objetivos es generar espacios de encuentro a través de la magia en lugares empobrecidos, en países como Guinea Ecuatorial, Argelia, Honduras o Bolivia, realidades que da a conocer en España a través de documentales que recaudan fondos con fines humanitarios. Antes de su charla, en la que el mago mostró algunas de las cerca de 300 piezas que atesora, hablamos con él sobre sus viajes, las “estancias del asombro” y algunos de estos objetos misteriosos.

Esta tarde hablas en La Biblioteca Invita de la Fundación Juan March sobre los gabinetes de curiosidades. ¿Qué te interesa de esos espacios y sus colecciones?

Paco González (PG). Los gabinetes de curiosidades son espacios que se crean en el Renacimiento y el Barroco para exponer una serie de piezas extrañas, curiosas, que de alguna forma ampliaban los horizontes de la sociedad europea con todos los nuevos descubrimientos que se dieron en ese momento, fundamentalmente con el descubrimiento de América y con el contacto con las culturas africanas. Todas esas piezas que yo relacionaba muchas veces con las mitologías o con esos animales fantásticos que habían descubierto en los libros de Plinio el Viejo o de otros navegantes fueron enriqueciendo un universo absolutamente maravilloso que favoreció el humanismo. Muchos de estos objetos relacionados con el misterio, pero también con la ciencia, con la tecnología, con los elementos de historia natural, enriquecieron esa cultura de la que luego se nutrieron las ciencias y las tecnologías actuales.

¿Qué objetos extraños podemos encontrar en ellos?

PG. En los gabinetes de curiosidades podíamos encontrar los objetos más dispares, desde viales con sangre de dragón, cuernos de unicornio… En algunas de las reliquias que se conservaban primero en las iglesias y que luego pasaron a formar parte de las colecciones privadas había cosas insólitas, como por ejemplo el estornudo del Espíritu Santo; también podíamos encontrar autómatas, extrañas máquinas de movimiento perpetuo, cuadros, obras de arte y, sobre todo, objetos extraños que venían de lugares desconocidos y que de alguna manera conectaban a las altas clases europeas con un mundo de posibilidades que se abría a su paso y que enriquecía la fantasía y la imaginación, descentralizando esa mirada religiosa que hubo hasta el siglo XV.

Paco González en “Las estancias del asombro” / Foto: Claudia Pérez / Archivo: Fundación Juan March

¿Qué objetos has traído hoy aquí?

PG. A lo largo de mis viajes por el mundo he ido atesorando una colección de unos 300 objetos que nos hablan del pensamiento mágico, la tradición, los ritos y la cosmovisión de esos lugares que tengo la suerte de visitar. Aquí tenemos, por ejemplo, una escultura en madera ritual de unos 150 años de antigüedad, de los sherpas de la zona del Dolpo. Según sus costumbres, sirve para ponerse en contacto con el mundo de los espíritus y facilitar la curación en una zona aislada y remota, donde cualquier pequeña enfermedad puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Este otro es Maximón, una de las últimas figuras que he conseguido para mi gabinete de curiosidades. El rito de San Simón surge con la llegada de los españoles a Guatemala y es la transculturación de Maximón, una deidad muy antigua prehispánica a la que los primeros españoles dieron rasgos de colono español. Poco tiempo duró esta estrategia, porque los mayas quiché seguían rindiendo culto a su dios prehispánico, y decidieron prohibirlo. Pero muchos mayas en la zona de Atitlán siguen rindiendo culto a Maximón, al abuelo, al Maam. Le piden cosas de distinta naturaleza. Lo utilizan para pedir salud para sus familiares, o para salir de su situación de pobreza, pero también para rendir un cierto culto satánico. Por eso es una figura tan controvertida, que la Iglesia no acepta y que tampoco está en sintonía con la cultura maya quiché actual.

Algunos de los objetos del gabinete de curiosidades de Paco González

Este bifaz tiene unos 35 o 40.000 años de antigüedad, justo el momento en el que algo cambió en la mente del Homo sapiens, cuando miraron a lo desconocido, se sobrecogieron ante aquello que no podían entender y tuvieron la necesidad imperiosa de adentrarse en el interior de las cavernas para plasmar una nueva visión del mundo a través del pensamiento mágico. Y lo hicieron recorriendo ese viaje peligroso al interior de la cueva, un viaje físico, pero también metafórico, para acceder al interior de sí mismos, para explorar sus emociones y su mundo psicológico. Es en ese momento cuando se hacen herramientas de piedra como esta, muy curiosa porque nunca estuvo afilada. ¿Qué razón de ser tiene un objeto que no sirve para aquello que ha sido creado? Seguramente porque era un elemento ritual, que se dejaba en lo profundo de la cueva para servir de ofrenda a dioses que no podían ver físicamente, pero que percibían a través de los sueños y de su propia sensibilidad. Un objeto que nos habla acerca de quiénes somos, de los orígenes y de la creación de los primeros dioses.

Por último, me gustaría hablar de la Linterna Mágica. En esta biblioteca maravillosa de la Fundación Juan March se pueden encontrar algunos libros sobre los espectáculos de fantasmagoría del siglo XVIII. Cuando la Ilustración llega a Europa, los espectáculos de magia se prohíben, porque al régimen le parece que atentan contra la razón y fomentan las antiguas supersticiones. Así que el Ilusionismo tiene que adaptarse y aparecen los espectáculos de fantasmagoría: la proyección de espectros de fantasmas sobre nebulosas de humo. Un misterio que la Ilustración quiere vestir con tintes científicos, para enseñar al pueblo que no tiene que dejarse engañar por los farsantes y que aquello que ve como imposible se basa en un principio tan básico como el de la linterna mágica. Pero muchas de las personas que iban a los espectáculos se sentían realmente conmovidas ante la aparición de esos espíritus de familiares que tal vez habían muerto. Tanto es así que hubo algunos momentos de histeria colectiva, como aquel día en el que el famoso linternista Philidor hizo aparecer la cabeza de Luis XVI, que acababa de ser guillotinado unas semanas antes. Esto a Robespierre no le gustó demasiado y este grandísimo linternista tuvo que salir huyendo…

¿Cómo son tus espectáculos de magia? ¿Cómo los recibe el público? Porque son un poco distintos de los habituales…

PG. Mi visión de la magia es una visión fundamentalmente antropológica que yo denomino ilusionismo ritual, y que parte de mi trabajo de campo con los últimos pueblos tradicionales, intentando siempre decodificar esos símbolos y todo ese potencial ancestral que hemos ido abandonando a través de la cultura, pero que sin embargo sigue muy latente en esa dimensión natural que nos configura como especie. Al final, los juegos que hacemos los magos tienen un secreto que explica el efecto que el público está viendo. Pero yo quiero creer que la magia es como el dedo que apunta hacia la luna, porque focaliza nuestra mirada, de la misma forma que la magia, el efecto, nos conecta con una serie de imágenes que han estimulado la mente y el corazón del hombre desde los orígenes.

El ilusionista Paco González, durante su charla / Foto: Claudia Pérez / Archivo: Fundación Juan March

Te has interesado activamente por las prácticas rituales de los pueblos tradicionales, su estrecho vínculo con la naturaleza y sus conocimientos ancestrales. ¿Qué es lo que más te ha impactado de este tipo de interacciones?

PG. He podido vivir experiencias realmente increíbles en muchos países del mundo. Muchas de estas experiencias me han marcado a nivel profesional, pero también a nivel personal. Son varias las que me vienen a la cabeza, pero, por ejemplo, cuando tuve mi primer acercamiento a la Santa Muerte, en el barrio de Tepito, el barrio Bravo de Ciudad de México, pude realmente entender cómo de alguna manera se ha fusionado un antiguo culto prehispánico con una devoción popular que surge en el seno del cristianismo, aunque a la vez esté estigmatizado por la Iglesia Católica. Ese culto intenta dar respuesta a las necesidades de una población que vive en unas condiciones durísimas de pobreza y delincuencia. Ante el abandono de los estamentos políticos y de la propia Iglesia, encuentran sus propias estrategias para salir adelante, y la Santa Muerte es el objeto en el que depositan sus anhelos, sus esperanzas y sus sueños, y sus ganas de salir adelante. Es un culto realmente interesante, donde se ven cosas muy paradójicas: la misma persona que entra a una iglesia para rezar intentando que su marido se cure de un cáncer, cruza la calle, entra a un antiguo mercado y detrás de un tenderete o de una verdulería atraviesa unas cortinas que dan acceso a un espacio lúgubre y angosto. Y esa misma mujer piadosa ahora le reza a la Santa Muerte para, qué sé yo, para que muera la amante de su marido. Son contradicciones de una cultura que siempre se mueve en los límites de la realidad y que me parece muy interesante.

¿Podrías hablarme de los documentales que has hecho y de qué carácter has querido darles?

PG. Soy un auténtico privilegiado, porque gracias a la magia he podido viajar por todo el mundo y aprender de las experiencias y de las posibilidades que este oficio maravilloso me ha dado. Y siempre he creído que tengo la responsabilidad de dejar mi granito de arena para que muchos de los lugares que conozco puedan mejorar sus condiciones. No podemos llegar a mucha gente, los recursos son limitados, pero siempre intento desarrollar ciertos proyectos para que las comunidades con las que entro en contacto puedan obtener algún tipo de recurso que, por lo menos temporalmente, facilite sus condiciones de vida.

En este sentido, dos de los proyectos que realicé en los últimos años para mí han sido muy especiales. El primero de ellos es Shukran, un documental que grabamos en los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, en Argelia, donde voy recorriendo todas las wilayas y contando cómo es la realidad social de un pueblo que ha sido abandonado a su suerte. Una durísima realidad social y política que quisimos mostrar y, a la vez, sacando estos documentales a la venta, recaudar fondos para dar continuidad a ciertos proyectos que estaban realizando algunas asociaciones en defensa de los derechos del pueblo saharaui. El documental se llama Shukran, el formato físico ya se agotó hace hace años pero recientemente lo subimos a YouTube, donde la gente puede puede verlo en mi canal, Paco González.

Cartel del documental Shukran, mencionado por el mago.

Otro segundo documental que tuve la oportunidad de hacer fue en la selva de La Moskitia, uno de los lugares más remotos de la selva de Honduras, con una realidad muy dura también, golpeada por el narcotráfico, y donde pude moverme entre los diferentes pueblos tradicionales para ver cómo era la vida de los misquitos, cómo era su cosmovisión y cómo se podía colaborar para intentar mejorar sus condiciones de vida.

¿Te parece acertado este formato de “La Biblioteca invita” como punto de encuentro para las comunidades de investigadores? ¿De qué otras maneras las bibliotecas especializadas pueden seguir fomentando la investigación?

PG. La biblioteca en la que nos encontramos es el fondo de libros de ilusionismo más importante de España y seguramente uno de los más importantes de toda Europa, y ha hecho una grandísima aportación al mundo de la magia por dos motivos fundamentales. El primero, porque aquí tenemos acceso a mucha de la información de la que se han nutrido algunos de los mejores magos españoles, que a su vez son de los mejores magos a nivel mundial. En ese sentido, hoy en día cualquier mago en esta biblioteca tiene las herramientas necesarias para llegar al nivel que desee. Tanto el aficionado como el profesional van a poder satisfacer su curiosidad, sus inquietudes y sus intereses.

Pero, además, creo que este tipo de proyectos son muy importantes porque legitiman el arte de la magia y porque dan una visión cultural que muchas veces no se ha puesto en valor y que creo que también tiene que ver con la cultura de nuestro país, puesto que la magia tiene vasos consanguíneos con otras corrientes de pensamiento paralelas. Yo creo que es bueno generar espacios para la divulgación y para que la gente entienda que la magia es un arte muy complejo y sofisticado del que podemos aprender mucho. Y cuando digo aprender mucho no me refiero solo a las herramientas escénicas, sino en relación con quiénes somos como individuos y al contexto social en el que nos desenvolvemos y del cual venimos.

Para saber más…

  • Sobre el ilusionismo, este enlace al fondo de ilusionismo de la Biblioteca de la Fundación Juan March.
  • Sobre Paco González, su web oficial, con información sobre su trayectoria, sus actuaciones, conferencias y proyectos.
  • Sobre los más de 300 objetos de su colección, esta noticia sobre la exposición que organizó en la Alhóndiga de Zamora en 2017 y este libro de Ramón Mayrata, que dedica un capítulo a Philidor y el espectro de Luis XVI.
  • Sobre sus viajes, este enlace al documental Shukran y este otro a Un lugar llamado Moskitia.
  • Sobre sus publicaciones, este enlace a cinco números de la revista El sapo alquímico, que fundó y editó entre 2013 y 2014, y este otro a la revista Maese Coral, en cuyo primer número publicó un artículo sobre la figura de Don Paquito, un mago de escasa estatura cuyo espectáculo traspasó nuestras fronteras.
  • Sobre otros coleccionistas presentes en la Biblioteca de la Fundación Juan March, este libro de la Biblioteca de Julio Cortázar sobre la casa de Pablo Neruda en Isla Negra y la autobiografía de Ramón Gómez de la Serna, amante del Rastro y sobre cuyo despacho puedes aprender más aquí.

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