Anna Bosch y Mikel Ayestaran. Foto: Alfredo Casasola/Archivo Fundación Juan March

Seis claves sobre la labor del corresponsal extranjero

Mikel Ayestaran, corresponsal en Israel, y Anna Bosch, periodista de TVE especializada en información internacional y veterana corresponsal, dialogaron sobre la responsabilidad, los riesgos y dificultades de ser corresponsal en el extranjero en febrero de 2022 con Alejandra Herranz e Íñigo Alfonso. A continuación, seis claves de su conversación.

1. Sobre las amenazas que enfrenta la libertad de prensa.

Alejandra Herranz: El último informe sobre las Tendencias mundiales en Libertad de Expresión y Desarrollo de los Medios de la UNESCO (2018) apuntaba tres retos para libertad de prensa: la seguridad de los periodistas, los desafíos del espacio digital y la viabilidad económica de los medios.

Anna Bosch: Hay dos [desafíos], uno es que te maten. Hay países, no forzosamente países en guerra, sino con regímenes autoritarios o con carteles de la droga, como México donde asesinan a un periodista cada quince días. Luego, en los países en donde tenemos la fortuna de que no arriesgamos la vida haciendo nuestro trabajo, la principal amenaza es la precariedad laboral. La economía es el equivalente a los fusiles en los países democráticos como el nuestro”.

Mikel Ayestaran: “Sí, sin duda, la seguridad a la hora de trabajar en determinados conflictos es la más importante. Lo más importante es volver vivo. Y para mí también uno de los grandes peligros que tenemos es no saber adaptarnos a los nuevos tiempos de la comunicación. Estamos en la época del fast food general y el periodismo no es la excepción. Al no saber adaptarnos [a la inmediatez del espacio digital] no estaremos a la altura de poder seguir informando”.

2. Sobre la importancia de discernir entre las ‘fake news’ y la información veraz.

A.B.: “Siempre había sido difícil saber qué es cierto y qué no lo es, pero ahora, con la facilidad de manipular imágenes y sonidos, lo es más aún. Es importante verificar que no se trata de un archivo, porque hay muchas imágenes de muertos o de enfrentamientos armados en ciertas zonas. Necesitamos hoy expertos en metadatos para que rastreen el origen de las imágenes. Circula la desinformación con mayor facilidad que nunca. La primera prueba es la fuente: ¿quién manda esto?”

“Me ha pasado a mí, he sido víctima de las redes. Me acuerdo, cuando las primaveras árabes, estaba en Londres y en Twitter comienzan a decir que van a quemar la casa del hijo de Gadafi. Voy a la casa del hijo de Gadafi y no aparece nadie”.

Ana Bosch. Foto: Alfredo Casasola/Archivo Fundación Juan March

3. Sobre la precariedad económica que padece la industria periodística.

M.A.: “En España hemos sido mucho de ir con la pegatina de tu medio en la frente, eso se ha ido acabando conforme han ido empeorando las condiciones. La fidelidad ha dependido durante mucho tiempo de las buenas condiciones que tenía la gente. Eso ya no hay”.

Lógicamente cuando las empresas recortan, empiezan por las ramas y nosotros [los corresponsales] estamos en las ramas. En mi caso, a 3.000 km, es una rama ya bastante lejana; hay algunos que están más lejos. Con los números en la mano, si me fijo en la oficina de prensa de gobierno de Israel y preguntas el número de corresponsales que hay hoy o el que había hace 20 años, es menos de la mitad. Ocurre que, antes, los grandes medios estaban acreditados con equipos completos y, hoy en día, el trabajo se hace con esto [el teléfono móvil]”.

A.B.: “El derecho a la buena información que se supone que tenemos todos por el hecho de ser ciudadanos está en peligro también porque las empresas, como tienen problemas económicos, buscan mucha audiencia, muchos clickbaits en las webs, mucho público, y entonces contar los entresijos geoestratégicos o energéticos de Ucrania y Rusia da lectores al Financial Times, a The Nw York Times o el Wall Street Journal; al resto no. El peligro es que las empresas buscan el impacto. Entonces buena parte de la frivolidad es por la falta de medios y, luego, buscada adrede para levantar la audiencia”.

4. Sobre la situación cada vez más generalizada de que los corresponsales trabajen por cuenta propia.

M.A.: “Yo creo que la gente que está leyendo tu crónica o que me está viendo a mí en la tele no sabe si tengo un contrato blindado o si no lo tengo. Pero sí es verdad que hay una diferencia muy grande entre los corresponsales que tienen los gastos pagados y los que trabajamos para pagar los gastos. Son dos mundos absolutamente diferentes, no tienen nada que ver. Lo que sí creo es que al haber más freelance y al haber más gente, se ofrecen muchos más temas que antes. Al final, si salgo en la tele cobro. Si no, no cobro. Entonces yo, mañana y tarde, ofrezco temas porque al final dependes de eso. Y como yo un montón de compañeros”.

“Me siento un afortunado. Para ser periodista primero estuve cuatro años conduciendo una carretilla en la Volkswagen y ahí me di cuenta de que en mi vida iba a trabajar en una empresa, que no era lo mío. Me tomaba el periodismo como algo complementario, tenía un trabajo que me daba de comer y después empleaba todo mi tiempo libre y mi dinero en el periodismo. Por razones de la vida, fui girando, y me cayó una guerra encima en 2006 y aquí sigo porque no había nadie más ahí. Al final, la formación es imprescindible pero también tener una mínima base económica que te permita vivir. Es lo que hoy en día con las condiciones que se dan desde el comienzo no puedes”.

Mikel Ayesteran. Foto: Alfredo Casasola/Archivo Fundación Juan March

5. Sobre la cobertura de noticias de última hora.

M.A.: “Estuve 10 años de paracaidista y era una maravilla. Era una maravilla esa sensación de ir a Libia, a Irak, a Egipto. Llegabas sin tiempo de aterrizar, abriendo periódicos, abriendo informativos de radio… la adrenalina. Se empezaban a sumar seguidores de Twitter a miles en las redes sociales. El impacto y la segregación de adrenalina son incomparables”.

Hay momentos de breaking news, como pasó en este verano en Afganistán, entonces los medios sí que gastan dinero y hacen coberturas. En ese momento informativo estábamos todos ahí, te vuelves a juntar con los de siempre. El gran problema es que hemos dejado de cubrir el día después, el posconflicto. Empecé en 2006 a hacer periodismo internacional y entonces podía pasar en el Líbano un mes cubriendo las consecuencias de una ofensiva, eso ayudaba mucho a crecer y a informar hacia dónde va la situación. Las coberturas cada vez son más cortas. Pero los medios en el momento del breaking siguen gastando y enviando a la gente, lo vemos en Ucrania estos días, que hay gente trabajando sobre el terreno”.

A.B.: “Nosotros, actualmente, sobre el terreno no solemos estar más de nueve días. Casi toda la trayectoria que tengo es la de cubrir las hot news, las noticias del momento. Caes ahí como paracaídas y debes entender rápidamente qué es lo que pasa. Sobre el terreno lo que siempre suele ocurrir –y es importante que todo periodista no pierda esta noción– es que descubres que lo que tenías en la cabeza no es exactamente lo que encuentras. Entonces, debes reaccionar sobre la marcha, porque entiendes que algunos enfoques que habías imaginado no son así, y debes cambiar y eso es importantísimo para el oficio. Si no eres capaz de ver, de reaccionar y de cambiar de percepción, estás haciendo un flaco favor al periodismo”.

6. Sobre cómo la comunicación digital ha cambiado el trabajo del corresponsal.

A.B.: “Yo trabajo para un medio generalista. Las crónicas suelen durar como mucho minuto y medio… como mucho. La voz y el texto es lo que menos impacta al espectador, lo que más impacta es la imagen. Con lo cual tienes que reprimirte y recortar tu texto, porque lo que se va a llevar la atención es la imagen. Entre ser muy superficial y el entrar en minucias o en matices que quien no está familiarizado con ese país, pierde. Ahí está el peligro y hay que encontrar un equilibrio”.

“Una pelea típica con los editores es que tienes que dar ciertas claves en 40 segundos. Por ejemplo, 40 segundos sobre Irlanda del Norte. Lo que tardo en decir “protestantes a favor de seguir en el Reino Unido, católicos a favor de segregarse y unirse a la república de Irlanda” ¡ya se han ido los 40 segundos! ¿Cuándo cuento lo que tengo que contar? Esos son problemas cotidianos.”

M.A.: En contraste con la época como paracaidista, yo me he encontrado que al final tienes un trabajo muy parecido al de una redacción. En las mañanas hago una lectura de prensa, porque yo cubro una zona que va desde Túnez hasta Afganistán. Entonces, claro, estoy enganchado. Estás todo el día con el Twitter, con los periódicos, llamando, pero al final estoy en mi casa. No es como antes, a no ser que me vaya a Gaza a hacer un reportaje determinado”.

“Creo que es muy importante estar muy conectado con tu audiencia y eso es una cosa que con las redes consigues mucho más que antes”.

A.B.: “Hay muchos medios que preguntan para qué gastar en enviar a un corresponsal cuando ya tienen acceso a la información. De entrada, hay una cosa que nada te lo transmite: el olor, la congoja que te producen determinados silencios… eso no te lo da una agencia, pero si eres un buen periodista, estás ahí y lo captas, lo debes saber transmitir. El corresponsal, además de ese hecho presencial, te da el contexto. Las cosas no pasan porque sí, todo es el final de una secuencia. Cuando vives en el sitio, intentas zambullirte, entender la historia y a la sociedad. Por ejemplo, ahora, en la crisis entre Rusia y Ucrania, vivir en esa zona te ayuda a entender su mentalidad”.

Para saber más…

  • Sobre las principales amenazas a la libertad de prensa en el mundo, esta entrevista en la que Anna Bosch habla sobre esta y otras cuestiones como la respuesta de la Unión Europea a la pandemia.
  • Sobre la experiencia de Mikel Ayestaran como enviado especial y corresponsal en Oriente Medio, este libro que recorre la trayectoria del periodista en esta zona marcada por profundas divisiones étnicas, políticas y religiosas.
  • Sobre lo que implica el trabajo de un corresponsal en el extranjero, este artículo de Harriet Sherwood para The Guardian que es un recuento de la realidad de quien trabaja como periodista sobre el terreno.
  • Sobre la experiencia de ser corresponsal en España, este diálogo con Sandrine Morel y Daniel Dombey, corresponsales en España de Le Monde y Financial Times

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